El lapsus linguae freudiano de Bill Clinton sobre la quiebra financiera de EEUU

Alfredo Jalife-Rahme*

Son tiempos extraordinarios. La crisis de la civilización” occidental, que subsume una crisis multidimensional, ante todo axiológica –personificada por la alegoría de Fausto, quien le vendió su alma al Mefistófeles financierista–, está a punto de llegar a su segunda brutal sacudida global en otoño –después de la primera convulsión de la quiebra de Lehman Brothers hace cerca de tres años–, a partir del 30 de junio

En esta fecha vence el segundo experimento fallido de QE (quantitative easing: “facilitación cuantitativa”) con la que la vulgar jerigonza monetarista centralbanquista en pleno naufragio encubre semánticamente la impresión masiva de papel chatarra con el fin de rescatar a sus parasitarios Trece banqueros (título del libro de Simon Johnson) de la plutocracia de Wall Street que controla al gobierno de Estados Unidos.

El gobierno de Obama ya alcanzó su techo de deuda por 14.3 billones de dólares e implora su ampliación a un Congreso hostil para no caer en suspensión de pagos que paralizaría al gobierno a 17 meses de la crucial elección presidencial.

El gobierno Obama alcanzó ya el techo de la deuda la semana pasada, pero con trucos contables el Departamento del Tesoro puede sobrevivir hasta el 2 de agosto a partir de cuando, en caso negativo, los mercados financieros globales serían torpedeados y sumirían a Estados Unidos (y, por ende, al mundo) en otra recesión.

Bill Gross, director de PIMCO –el mayor fondo de bonos del mundo (se calcula que maneja 1.2 billones de dólares)– ha cesado de comprar Bonos del Tesoro de Estados Unidos y vaticina la vulnerabilidad del dólar debido al insoluble problema fiscal de aquí a la elección presidencial (Moneynews, 27/5/11).

El ex primer ministro británico Gordon Brown (creador del disfuncional G-20 con Baby Bush) acaba de advertir que “el mundo se encuentra en camino de una próxima crisis”, cuando no aprendió nada de la anterior, que aún no se resuelve (The Daily Telegraph, 16/5/11).

GEAB No. 55 (16/5/11), del centro de pensamiento geoeconómico europeo LEAP/E2020, identifica para el segundo semestre “la explosiva (¡súper sic!) fusión de la dislocación geopolítica mundial y la crisis financiera y económica global”.

GEAB advierte “las ominosas (sic) señales de un evento traumático mayor” (el caos monetario internacional): “cualquier esperanza para una significativa y duradera recuperación económica global se ha evaporado (sic) mientras el pilar de la deuda occidental, en particular Estados Unidos, ha alcanzado niveles críticos sin paralelo en la historia moderna”.

El portal alemán Der Spiegel (24/5/11) explora “los costos ocultos para salvar (sic) al euro” y “sus riesgos masivos”.

Hechos

Los tomadores de decisiones de Estados Unidos buscan la cuadratura financierista del círculo: la reducción del intratable déficit federal.

Durante la segunda Cumbre fiscal 2011: soluciones para el futuro de EU, de la muy influyente Fundación Peter G. Peterson, celebrada en Washington el pasado 25 de mayo, el ex presidente Bill Clinton alertó sobre “los peligros de las brechas presupuestales desde el inicio de la temprana década de los 80” (Reuters, 25/5/11).

Bill Clinton es el único presidente que ha manejado superávit fiscales desde la Segunda Guerra Mundial y varios de los puntos que abordó durante la relevante cumbre fiscal los repitió en una entrevista a Gwen Ifill, conductor de Washington Weekly de PBS.

Entre los ilustres asistentes existe conciencia tanto de la debilidad de la economía como de la espada de Damocles de la deuda que pende sobre la cabeza competitiva de Estados Unidos.

Bill Clinton fustigó el “plan Ryan” de los republicanos para desmantelar los seguros médicos y soltó una frase perturbadora sobre la deuda (The Fiscal Times, 26/5/11) que convulsionó al primer círculo del presidente Obama con quien colabora Hillary.
Por cierto, en el contexto de la cumbre del G-8 en Francia, Hillary Clinton, al unísono del presidente ruso Medvediev, ya bendijo en forma ditirámbica a Christine Lagarde para presidir al agónico FMI, mientras su anterior director “socialista” Dominique Strauss-Kahn se consuela de sus avatares sexuales en un departamento lujoso de Nueva York de 50 mil dólares de renta al mes.

Dada la caracterología del ex presidente Clinton suena difícil creer en un “error” durante una cumbre tan relevante sobre un tema delicado como la impagable deuda de Estados Unidos, que el célebre “reporte Wagelin” suizo coloca en 600 por ciento (¡así, con tres dígitos!) de su PIB (Bajo la Lupa, 21/7/10).

En el peor de los casos se trató de un clásico lapsus linguae freudiano que traiciona al subconsciente: “Si suspendemos el pago de la deuda durante unos días, podría no ser calamitoso (sic). Pero si la gente (sic) piensa que no vamos a pagar literalmente más nuestros adeudos, entonces cesarían de comprar nuestra deuda”.

Laura Meckler y Damian Paletta, de The Wall Street Journal (26/5/11), anuncian que el “el ex presidente Clinton se retractó (¡súper sic!) de sus comentarios sobre la quiebra financiera”, debido a las intensas presiones del primer círculo de Obama, quien se encuentra en una gira por Europa.

Tanto el jefe de gabinete Bill Daley (ex directivo del banco JP Morgan Chase) como Gene Sperling, director del Consejo Económico Nacional y ex funcionario de Goldman Sachs –ambos, anteriores colaboradores del ex presidente, quienes hoy laboran para otras carteras–, presionaron a los colaboradores de Clinton (entre ellos, Doug Band, creador de Iniciativa Global Clinton) para que “rectifique”, a lo cual accedió inmediatamente el zorro ex presidente.

Según los reporteros Laura Meckler y Damian Paletta los comentarios de Clinton pueden ser usados desfavorablemente por los congresistas del Partido Republicano, que resisten elevar el techo de endeudamiento (los famosos 14.3 billones de dólares).

En forma curiosa, Gene Sperling, quien asistió a la cumbre fiscal de marras, “ayudó (sic) a esbozar el borrador de la clarificación (sic) de Clinton”. Es notorio el “control de daños” del equipo de la Casa Blanca que negocia febrilmente la reducción del déficit presupuestal como quid pro quo para elevar el límite del endeudamiento, cuyo plazo vence angustiosamente el 2 de agosto.

La retractación de Matt McKenna (portavoz de Clinton) fue angelical, para luego enredarse en una cacofonía cantinflesca: el ex presidente “mal declaró inadvertidamente (¡súper sic!)” y “de ninguna manera significa sugerir (sic) que un cese de pagos no sería altamente dañino a la economía aun por un muy breve periodo de tiempo”.

Conclusión

No están queriendo leer correctamente el lapsus linguae de Clinton. El problema no es la interpretación de la hermenéutica interna ni las negociaciones bipartidistas en el Congreso –el ex presidente vivió un fenómeno similar durante su mandato y no sucedió “nada”–, cuando lo grave radica en el timing.

Hoy Estados Unidos se encuentra en franca decadencia –a diferencia de la unipolaridad clintoniana de los años 90 y el auge de la financierista globalización unipolar–, cuando la percepción universal de los tenedores de deuda de Estados Unidos se desprendería con pánico a partir del 2 de agosto de sus inservibles dólares y sus instrumentos transmutados en Bonos del Tesoro. Son tiempos extraordinarios.

*Analista internacional, columnista de La Jornada de México.

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