EL LIBRE MERCADO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Un corredor de propiedades de Tailandia, que sufrió la bancarrota durante el colapso económico, comentaba que el comunismo falló, el socialismo falló y ahora hay solamente capitalismo. No queremos regresar a la jungla, solo queremos un mejor estándar de vida. Tenemos que hacer funcionar el capitalismo porque no tenemos alternativas. Tenemos que mejorarnos a nosotros mismos y seguir las reglas del sistema …solo los que son capaces de competir sobreviven.

El diputado brasileño Fabio Feldmann expresaba a finales de los noventas que la izquierda ideológica había perdido su bandera. El desafío del gobierno federal es crear trabajo y distribuir la renta ¿Cuál es el programa de la izquierda? No tienen proposiciones para generar riqueza, solo para distribuirla.

Las reglas de oro de este sistema triunfante son hacer del sector privado el motor primario de su crecimiento económico, el controlar la inflación, estabilizar los precios tanto como sea posible, disminuir la burocracia estatal, mantener un presupuesto balanceado, eliminar y rebajar las tarifas de importación, deshacerse de las cuotas y de los monopolios domésticos, aumentar las exportaciones, desregular la economía para promover la competencia doméstica, eliminar la corrupción burocrática y abrir el sistema bancario y de telecomunicaciones al sector privado y a la competencia nacional e internacional.

En el mundo de la tecnología digital se dice que el disco duro siempre se adelanta al disco blando y al sistema de operaciones. Lo mismo se podría aplicar al mundo de la globalización.

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Cuando los países del tercer mundo y la Europa oriental adoptaron el libre mercado lo hicieron, en la mayoría de los casos, sin las instituciones necesarias que manejan y ubican racionalmente los flujos de capitales y energías que circulan en el mercado mundial. El problema central en la transición al libre mercado es la globalización prematura. El marco legal necesario para un funcionamiento mercantil adecuado incluye leyes bancarias y comerciales, contratos legales, regulaciones de bancarrota, contratos legales, códigos comerciales de conducta, un Banco Central genuinamente independiente, derechos de propiedad que estimula a correr riesgos, procesos de revisión judiciales, estándares internacionales de contabilidad, cortes de comercio, agencias de regulación respaldadas por un sistema judicial imparcial y leyes de conflicto de intereses.

Es fácil abrir una bolsa de comercio, pero es muy difícil construir una comisión de intercambio que pueda controlar su comercio interno. Esta es la debilidad de la globalización. Aumenta el comercio, el intercambio y el desarrollo económico. Pero, para que esta cadena de acontecimientos ocurra, es necesario implementar el sistema operativo capaz de entrar en contacto con la cultura, la historia y las instituciones nacionales autóctonas.

Los países capaces de implantar el marco operativo se podrán mover con relativa facilidad al libre mercado. Los que sean incapaces de hacerlo lo harán en la dirección de la kleptocracia, el uso del Estado para beneficio personal. Esto se puede ilustrar con el chiste de los ministros asiático y africano de infraestructura. El ministro africano, sorprendido, le pregunta al asiático como puede costear el ser dueño de tan inmensa propiedad. El ministro lo lleva a una ventana y le pregunta… ¿Ves ese puente allí? Si, lo veo, responde el africano. El ministro asiático, señalándose a si mismo, responde …10% del costo de ese puente termino en mi bolsillo.

Un año mas tarde el asiático visita al africano y lo encuentra viviendo en un palacio. Sorprendido le pregunta que como puede vivir con tanto lujo. El africano lo lleva a un gran ventanal y le pregunta …¿Ves ese puente allí? No, no veo nada. Cierto, dice el ministro africano dirigiendo el índice hacia si mismo …100 por ciento.

En la era de la globalización el Estado importa mucho más. La habilidad de una economía para resistir los altos y bajos depende en gran medida de la cualidad del sistema legal y financiero y del manejo económico que esta bajo el control del gobierno y su burocracia. Chile, Taiwán, Hong Kong y Singapur sufrieron las crisis económicas de los noventas en mejores condiciones que sus vecinos porque tenían un mejor sistema operativo.

Hoy día, dice Thomas Friedman («The Lexus and the Olive Tree”), el sistema de mercado global es producto de inmensas fuerzas históricas que han redefinido fundamentalmente cómo nos comunicamos, cómo invertimos y cómo vemos el mundo. Si alguien quiere resistir la globalización sin sufrir consecuencias económicas se esta engañando a si mismo. Una de las verdades mas básicas acerca de la globalización es que nadie la controla ni nadie puede detenerla, excepto a un tremendo costo social que termina afectando las posibilidades de crecimiento y desarrollo. El mercado global ha reemplazado los viejos centros de poder por una horda electrónica anónima de accionistas, comerciantes de moneda internacional e inversionistas multinacionales conectados por monitores y redes mundiales.

No todos los países adoptan la camisa de fuerza del libre mercado. Algunos lo hacen parcialmente y otros paso a paso (India, Egipto). Algunos se ponen la camisa de fuerza y luego se la sacan (Malasia, Rusia). Otros creen que pueden evitarla porque tienen recursos naturales (Irán, Arabia Saudita, Venezuela). Pero, a medida que pasa el tiempo se le hace cada vez más difícil a los países evitar la camisa de fuerza del libre mercado.

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Las reacciones políticas a este nuevo orden económico internacional se caracterizan por una confusa ambivalencia. En el discurso de la derecha el mercado se presenta como el alfa y omega de la historia, como el origen mismo de la cultura y el único destino posible de la humanidad. Necesario, inevitable y simplemente dado, una fuerza irresistible, una estructura determinante y el fundamento de la libertad a la que la humanidad aspira. “No hay nada en el mundo tan natural al hombre como contratar, transportar, traficar y comerciar unos con otros” (Thomas Wheeler, 1601).

En 1993 el presidente de Checoslovaquia, Vaclav Havel, afirmo que “el mercado es el sistema que mejor corresponde a la naturaleza humana. La única economía natural, la única que refleja la naturaleza de la vida misma, su esencia infinita y misteriosamente multiforme”. La globalización pareciera intensificar y exponer con mayor claridad los presupuestos metafísicos de esta visión del sistema mercantil que “suspendido sobre la tierra, como el destino de los antiguos, dispensa con su mano invisible fortuna y desgracia a los hombres” (Marx y Engels).

Recientemente los apologistas del capitalismo han empezado a introducir presuposiciones teológicas a diferencia de las teorías clásicas del mercado que sólo lo entendían como un sistema amoral, un modelo que ve a la sociedad constituida por vicios privados que producen virtudes publicas. Algunos títulos de libros relacionados con el mercado que empezaron a surgir en los 90 son indicativos… Jesus CEO, God wants you to be rich, Spirit incorporated, The stirring soul in the work place. Según Michael Novak el comercio es “el cuerpo místico de Cristo”. Une a la gente del mundo como el cuerpo une las diferentes partes del organismo.

En el discurso de la izquierda, tal como lo encontramos en la coalición ideológicamente dispar de ambientalistas, sindicalistas, populistas, anarquistas, socialistas, comunistas y revolucionarios que proclaman luchar en contra de la uniformizacion y centralización de la economía mundial y sus mecanismos de explotación y en defensa del proteccionismo económico para asegura las fuentes de trabajo y la cultura nacional, encontramos también contradicciones similares.

El abandono del internacionalismo marxista clásico, por ejemplo, se puede pensar como una nueva forma de proteccionismo ideológico y cultural que podría explicar la intensidad teorética en favor de la sobrevivencia y adaptación de las culturas indígenas del mundo y su choque con la presión homogenizante del capital. La critica del Estado nacional fue una vez la esencia misma del pensamiento izquierdista, pero hoy día, bajo los efectos de la globalización, la vieja idea de un proyecto y cultura nacional reemerge como su valor opuesto afirmando que nuevas alternativas y posibilidades pueden surgir de estas diversas tradiciones locales desde donde es posible resistir las tendencias de la globalización.

Sin embargo la inversión de esta estrategia, el intento de extraer lo nuevo de lo viejo es solo la contrapartida dialéctica de la nostalgia por la autenticidad cultural. Las posiciones localistas inevitablemente llevan a “un primordialismo que fija y romantiza identidades y relaciones sociales o a un utopiismo incompleto y espurio que espera reestablecer identidades locales que en algún sentido están protegidas y fuera de los flujos del capitalismo global”(Hardt y Negri).

Generalmente asumimos que el pensamiento izquierdista es materialista y el derechista, idealista. El problema con esta presunción es que ciertos sectores de la izquierda y ciertos sectores de la derecha parecieran haber cambiado de lugar en esta estructura teorética. La derecha, al afirmar el poder del mercado global para expandir la democracia a través del mundo, aparece afirmando lo económico como el verdadero motor de la historia y, con ello, algún tipo de materialismo. Pero, a diferencia de la izquierda, abandona el potencial demistificador de los análisis materialistas en favor de un mito semi teológico del potencial civilizador del mercado. Y la izquierda, al volver a celebrar lo local y popular como fundamento de la democracia pareciera, curiosamente, sustituir el mito del mercado por el mito de la cultura.

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Desde que “la globalización no puede o no debe ser controlada de ninguna manera” uno solo puede suponer que es mejor dejarla tranquila. La derecha tiende a adoptar un determinismo económico, un casi materialismo histórico brutal y mecánico en donde un especifico modo de producción material es imaginado como literalmente rehaciendo el mundo, independientemente de lo que podamos pensar o hacer.

Algunos de los que nos ubicamos en la izquierda nos gusta pensar que nos hemos movido más allá del dilema teorético de quien determina a quien. Pero nos enfrentamos con la difícil tarea de tratar de encontrar nuevas y diferentes formas de imaginar el encuentro de culturas que el capitalismo internacional hace posible. Estas nuevas formas imaginativas deben incluir un rechazo activo de la nostalgia por lo local.

El localismo, con toda su variedad, debe florecer, eventualmente, en el mercado mismo. Y el reconocimiento de que la inevitabilidad manifiesta de la economía global no es lo mismo que la inevitabilidad del capitalismo. La economía global debiéramos pensarla, más bien, como el terreno de nuevas posibilidades.

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* Escritores y docentes. Residen en Canadá.

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