El maremoto y las inquietudes del Sur

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoEl mundo vive una ola anómala de solidaridad, favorecida por la Navidad y el maremoto. Los europeos compran solidaridad enviando un SMS. Con un mensajito de celular -interactividad es la palabra clave de nuestra modernidad- mandan un euro a un niño de Sri Lanka. Si el mismo niño lavara vidrios en los semáforos, no le tocarían más de 50 centavos. Sin embargo en Italia se han recogido más de 5 millones de euros, más de lo que ha dado el gobierno, que donó lo que podía: tres millones.

Se ignora cuántos SMS envió Silvio Berlusconi, cuyo patrimonio personal es de 14 mil millones de euros, pero tuvo una excelente idea: que el G8 cancele la deuda externa de los países damnificados. Nadie lo tomó en serio y se ignora si él mismo se tomó en serio su propuesta.

Su amigo George W. Bush se puso a la cabeza del mundo libre para salvarlo del nuevo malo de la película: tsunami, que ha exhibido pruebas incontrovertibles: es pariente de Saddam, hacía negocios con Osama y es un poco comunista, ya que no distinguió entre chozas y hoteles cinco estrellas. De paso, salvando el mundo, quedará una base de marines en Phuket o un puertito para los submarinos atómicos en las islas Andamanes.

Lamentablemente los buenos propósitos del comandante en jefe estadunidense chocan con las miserias humanas. No tenía más de 35 millones de dólares; poquitos para salvar el mundo. Es pedante sacar cuentas, pero 35 millones son la cuarta parte de lo que sale un avión de combate barato y es el 0.000075 por ciento de lo que gastó Estados Unidos en 2004 en «defensa». Más: cada estadunidense invierte cada año en las guerras el costo de una buena computadora portátil. A cambio a las víctimas del maremoto les han regalado… ¡medio pucho! Y es la mitad final, porque de fumar un cigarro a medias con un tipo de Bangladesh, al contribuyente de Estados Unidos le da un poco de asquito.

Tony Blair, en un ataque de moralismo de los que exhibe cada vez que miente, se ha indignado desde Downing Street. Los gobiernos involucrados no han comprado las excelentes patentes anglosajonas que hubiesen prevenido el maremoto, transformando la situación en un excelente escenario para un mundial de surf. Tony olvida que el FMI, del cual Gran Bretaña es socio fundador, reta a todo país endeudado que intente despilfarrar dinero en obras públicas, salud, educación.

Moralismo por moralismo: hay que admitir que en Asia no pasó nada especial y que no hay motivo para gastar tantos mensajitos. Los muertos por hambre son 150 mil en cuatro o cinco días cualquiera, sin que nadie mande un SMS, ni siquiera a los parientes. Maldad por maldad: tanta atención mediática por un hecho tan lejano se debe a la globalización. Es esta cosita linda que nos involucra a todos en un único planeta auspiciado por Mastercard, y cada Navidad nos hace cantar con vela en la mano que We are the world.

Sin embargo es la misma globalización que llevó a Union Carbide a envenenar la ciudad de Bhopal, en India. O la que lleva todos los días aviones chárter cargados de bandidos -funcionarios, contadores, maestros, vecinos de mi barrio- a Tailandia como a Brasil, a llenarse de Viagra para violar mejor niñas y niños.

O que lleva a Nike o Reebook a violarlos de otra manera -las dos firmas tienen más de 40 por ciento de producción entre Indonesia y Tailandia- haciéndolos trabajar en condiciones indignas. Y es la misma globalización que hace flotar cadáveres en nuestros televisores sin ningún respeto para nuestros almuerzos navideños. Y entonces nos queda la duda de que tanta condolencia nazca del hecho de que por ahí hubo cientos o miles de cadáveres cinco estrellas, aunque sean probablemente menos del uno por cierto de los muertos y un porcentaje insignificante de los damnificados.

Se necesitan circuitos de comunicación

fotoSi mil muertos suecos son un drama para Suecia, son apenas un detalle en una tragedia bíblica que hizo 5 millones de sin techo.

Todo lo escrito hasta ahora atestigua un circo político-mediático de hipocresía, frivolidad, cinismo, avaricia. Son los mismos parámetros con los que el Norte maneja cuestiones que involucran a 80 por ciento de la humanidad. Y son las mismas reglas informativas de un mundo donde el Norte produce y cuenta la historia del Sur.

También en la lejana -desde Indonesia- Caracas, en ese caótico laboratorio de ideas que es la revolución bolivariana, se observa cómo las prioridades las elige el Norte: las prioridades en socorrer a las víctimas, empezando por los famosos de los resorts, superlujo en las Maldivas, la prioridad de exigir respetar los cadáveres occidentales como si no llevaran el mismo riesgo de epidemias que las víctimas locales, y las prioridades en el modo de contar la tragedia.

Los venezolanos sobrevivieron al primer golpe de Estado mediático en la historia. En el Encuentro Mundial de Intelectuales en Defensa de la Humanidad -celebrado en Caracas hace un mes- una de las ideas guías fue la necesidad de que el Sur encuentre la manera de comunicar al mundo sus prioridades.

El planeta está asolado por información sesgada de los medios independientes, en apariencia, pero que pertenecen a menos de 10 multinacionales, todas defensoras del neoliberalismo. Cabe recordar que la prestigiosa e «independiente» BBC jamás llama a Augusto Pinochet por lo que fue: dictador y asesino, y respetuosamente lo apoda como lo que quiso ser con sus crímenes, presidente: presidente Augusto Pinochet.

El Sur -se afirmó en el encuentro- tiene que saber comunicar al Sur mismo y defenderse de la comunicación producida en el exclusivo interés del Norte. Pero también tiene que aprender a inundar el Norte con su información, su cultura, prioridades, razones, necesidades y tragedias.

Crear, producir, exportar cultura e información, antagonista, comunitaria, pero también de masas, que esté en el mercado imponiendo contenidos, donde «independiente» sea desde los intereses del neoliberalismo y en el interés de los pueblos. Producir y defender.

El Sur debe defender sus contenidos, su cine, su televisión, su información de la penetración del Norte, estableciendo por ley cuotas de mercado en todos los medios, reservadas a producciones locales o regionales. ¿Qué utilidad social tienen canales que las 24 horas transmiten películas producidas en un único país extranjero? Estos medios, manejados desde miles de kilómetros de distancia, no dejan en el país receptor ni cultura ni puestos de trabajo ni riqueza. ¿Es útil a las sociedades civiles del Sur que se concedan licencias para operar de manera tan unidireccional?

De Caracas partirán iniciativas concretas importantes, como Tv Sur, que será la CNN del Sur, llegando a todos los cables del Sur y del Norte. También podría nacer una gran agencia de prensa que ofrezca a los medios de comunicación del mundo una visión distinta de la «oficialista» Associated Press o Reuters. Sería menos útil si no fuera parte de un proceso cultural en el cual todos los Sures dejen de ser receptores de comunicación para transformarse en productores y exportadores.

La pretensión de las trasnacionales de comunicación multimedia de declararse objetivas e independientes sólo porque las mueve la «mano invisible del mercado» hace tiempo dejó de ser creíble. Así lo atestigua la mentira repetida de las armas de destrucción masiva iraquíes, difundida por los gobiernos del Norte con la complicidad de medios de comunicación falsamente independientes, pero poderosísimos: CNN, FOX, CBS…

En un mundo multipolar, múltiples voces deben comunicar bidireccionalmente. Al Jazira no es un medio antagonista: es televisión comercial; sin embargo ha demostrado que se pueden comunicar al mundo visiones alternativas. Se tomó la libertad de informar a su público, islámico, desde el punto de vista de las víctimas, islámicas, invadidas por los anglosajones. En el unanimismo post 11 de septiembre era una voz aislada, pero adquirió autoridad para ser escuchada en caudales distintos, mucho más anchos del circuito progresista/antagonista, y ser referencia y fuente ineludible aun para los productores del Norte.

Paralelamente es ineludible penetrar en las cuotas crecientes de los medios comerciales que llegan a las masas. Hay que producir información, pero también espectáculos, ficción, teleseries. Hay que ser iguales, pero distintos. Como afirmó Mario Benedetti: «la peor telenovela venezolana sólo quiere contar una historia. A cambio, la mejor soap opera de Hollywood siempre quiere imponer un sistema de valores y consumos». Hoy en Venezuela hay telenovelas bolivarianas que operan en el mercado de masas, y no sólo en los nichos, ofreciendo valores solidarios y antimperialistas.

Si el Sur también existe debe contarlo al mundo.

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* Periodista italiano, corresponsal de la revista uruguaya Brecha (www.brecha.com.uy).

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