EL MERCOSUR Y LA CULTURA Y EL ROL DE TELESUR

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Lo que trataremos de analizar en este pequeño ensayo son las estrategias para la integración por parte del grupo de los países del MERCOSUR. Para una mejor explicación y comprensión del fenómeno del proceso del MERCOSUR y sus posibilidades, intentaremos una comparación entre el proceso de integración regional europeo y el que se intenta llevar a cabo en Latinoamérica.

La generación de un bloque político y económico regional trae aparejada también la necesidad de un proceso de integración cultural hacia el interior y el exterior de los países de la región. La importancia del proceso de integración está en que a mayor integración en el marco social y cultural en los países que forman el bloque, mayores y menos traumáticos serán los cambios y nuevas políticas que se apliquen para asegurar la supervivencia en lo político y económico del bloque1.

Tomando como paradigma de la unión regional a la Unión Europea, podemos afirmar que el mayor peligro que ha tenido que enfrentar en los cincuenta años que ha tomado la organización y consolidación del proyecto, han sido el resurgimiento de conflictos nacionalistas y regionalistas al interior de los países miembros, o en vías de serlo. Esto llama a demostrar la importancia que cobra el aspecto cultural en la integración regional, para que los sentimientos nacionales no se interpongan a los intereses comunes de la región.

Una unión como la europea, basada exclusivamente – al menos en su origen – en lo económico, pero que ha buscado acercar el proyecto hacia lo social, ha logrado trascender lo puramente económico, no sin conflictos2. Al respecto Jean Monnet ha dicho “si tuviera que comenzar de nuevo comenzaría por la educación y la cultura”.

Hoy, el MERCOSUR tiene una posibilidad histórica que es la de lograr un proyecto de integración propio, habiendo aprendido las lecciones que la Unión Europea enseña. En la actualidad, la unión latinoamericana se juega no sólo en lo económico y en lo político, sino en lo cultural, y para ello hacen falta instrumentos de concientización.

Entre los proyectos latinoamericanos de crear una conciencia, nosotros destacamos a TeleSur que, según sus promotores, busca posicionarse como una alternativa latinoamericana de noticias frente a las grandes usinas de comunicación que provienen de los países centrales.

Este proyecto no excluye, por supuesto, lo económico y lo político, pero entendemos que estos dos pilares requieren de otras negociaciones y que lo cultural sólo representa un pilar necesario para que el proyecto se imponga. Entra aquí a jugar un tema más espinoso, y es el control político y social que ejercen las elites locales, que a su vez representan intereses extranjeros.

TeleSur y el intelectual orgánico

La idea de este texto es tomar la relación CNN-TeleSur y explicarla a través del concepto gramsciano de “intelectual orgánico”, y la relación que este tiene con los distintos sectores sociales. A su vez, intentaremos demostrar que en esta dicotomía se juegan dos visiones del mundo diferentes y dos intenciones hegemónicas contrarias.

Creemos necesario analizar cuál es el rol de los intelectuales en todo proceso de consolidación de hegemonía; siendo el intelectual el que tiene a su cargo la tarea de dotarlo de sentido es, en definitiva, un arma necesaria y fundamental para la fijación de dicho proceso.

Gramsci define a los intelectuales como “los empleados del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y política”3. Su función en el bloque histórico consiste en dar coherencia, homogeneidad y sentido a una sociedad atravesada por el conflicto.

El intelectual es, por esto, un actor ineludible del momento de construcción de hegemonía, en la medida en que todo grupo dominante precisa, para convertirse en gobernante para “todos”, que “…la conciencia de que los propios intereses corporativos (…) superan los límites de la corporación, de un grupo puramente económico y pueden y deben convertirse en los intereses de otros grupos subordinados”4. Esto es: el rol crucial de los intelectuales (y de los aparatos ideológicos del Estado) consiste en, justamente, presentar el interés particular de una clase o grupo dominante como e interés general.

Para esto, el intelectual opera sobre el sistema de representaciones culturales y el imaginario, construyendo una concepción del mundo determinada, a la que Gramsci denomina “sentido común”.

Para entender mejor los sucesivos procesos hegemónicos en América Latina, es de gran ayuda hacer un recorrido por la historia de sus intelectuales, insertando los pensamientos de cada época en el contexto de cada bloque histórico.

A finales del siglo XIX y hasta alrededor de 1930, las elites tradicionales en Latinoamérica mantuvieron una relación muy estrecha con sus raíces europeas, llegando al punto de considerarse más europeas que latinoamericanas. El clima cultural que era correlato del modelo agroexportador, se caracterizó por la exaltación de una “forma de vida” europea (en cuanto fantasía ideológica).

La intelectualidad local, actuando como generadora de consenso para el orden neocolonial, proclamó su abierta simpatía por la metrópolis europea, glorificando el valor estético y de sofisticación del mundo desarrollado, ubicando en el extremo opuesto de la dicotomía a toda manifestación local.

A partir de la década de 1930, y en el período comprendido entre las guerras, los países del Cono Sur y México entraron en una etapa de industrialización forzada para sustituir aquellos productos que los países desarrollados ya no estaban en condiciones de exportar. Tras esta transformación forzada en el patrón de acumulación, comienzan a consolidarse y a cobrar relevancia dos nuevas clases que, o bien eran inexistentes, o bien no eran actores centrales de la vida económica de estos países.

Estas son: la clase obrera industrial y la burguesía nacional. Con ellas, surgen nuevas camadas de intelectuales, que comienzan a hablar de “desarrollo” para América Latina, y a reflexionar acerca de las inequidades estructurales del capitalismo global, a la vez que exaltan valores nacionales y latinoamericanistas. Su función en el marco político-institucional era el mantenimiento del nuevo régimen de características nacionalistas, o la búsqueda de la imposición de dicho régimen (cabe recordar que el período 1930-1980 se caracterizó por una gran inestabilidad política en nuestros países).

Las elites industriales surgidas con la explosión del fenómeno capitalista en la región, fueron seducidas, en la década de los setenta, por el fenómeno de la especulación financiera, hecho que provocó un acelerado proceso de desindustrialización. Nace, así, una nueva corriente de intelectuales, ligada a los tecnócratas que surgieron con la crisis del Estado de Bienestar.

Así llegamos a las últimas dos décadas del siglo pasado, con una elite financiera fuerte, unida a una burguesía industrial débil, pero bien posicionada políticamente, que desde los setenta se han acercado cada vez más a los intereses del capital transnacional: de “políticas para el desarrollo” para el Tercer Mundo, la crítica contra el “imperialismo” y la defensa del “proteccionismo”, la intelectualidad ha pasado a reflexionar y divulgar nociones referidas a las ventajas de la desregulación, en todos los sentidos posibles, pero especialmente, de los mercados financieros.

Esta nueva intelectualidad latinoamericana, formada principalmente en escuelas de los países desarrollados, reivindica posiciones similares a las del período 1880-1930: la “vuelta al mercado” y la liberalización de todos los campos de la vida de los países.

La producción intelectual de estas últimas dos décadas se basa en justificar este modelo, rechazando la postura del Estado de Bienestar, y retomando las ideas abandonadas desde el crack de 1929. Este neoliberalismo –o neoconservadurismo– fue casi absolutamente hegemónico hasta finales de los 90, y a pesar de que algunas cuestiones del modelo sufran cierto descrédito en la actualidad, gran parte de las nociones básicas del mismo están aún arraigadas en el “sentido común”, y más aún, las únicas alternativas viables al modelo que se plantean en la actualidad no cuestionan temas estructurales del modelo, lo cual indica la profunda penetración que ha tenido la labor de los intelectuales ligados al modelo neoliberal.

Con esta breve cronología hemos expuesto como juega su papel en la sociedad el “intelectual orgánico” de Gramsci, quien propone que para cada clase dominante, debe haber un grupo de intelectuales que justifique y extienda al resto de la sociedad civil la visión de esta clase.

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La cadena de la información

Las cadenas de noticias con sede en los países centrales, son una herramienta de difusión de la visión de estas para los países no desarrollados5. Las elites locales, comprometidas con capital extranjero apoyan y refuerzan esta visión por medio de gustos y estéticas importadas de los países centrales.

Esto se puede verse en la difusión de los productos culturales. Con respecto al trabajo desplegado por las usinas de información, se puede decir que son intelectuales en la medida en que cumplen con esa función social que les es asignada por el bloque histórico (“Todos los hombres son intelectuales pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función intelectual6. Podemos relacionar entonces la tarea de las grandes cadenas de informativas con la función de dar una información parcializada y comprometida con una determinada realidad que se pretende crear.

La crisis del modelo neoliberal a principios de este siglo, llevó la revalorización de posiciones antagónicas a las del neoliberalismo imperante hasta ese momento. Estas posturas contra-hegemónicas, que pugnan para mantenerse en el poder en los distintos países latinoamericanos, buscan distintos métodos para perpetuarse: por un lado, buscan profundizar acuerdos de bloques regionales para tener posiciones fuertes ante los intereses de los países desarrollados.

Así es como se busca transformar al MERCOSUR de una mera área de libre comercio a un bloque regional fuerte con peso internacional. Por otro lado también, se crea el proyecto de TeleSur para tener una vía alternativa en los medios para la difusión de las posiciones intelectuales que apoyan a este nuevo proyecto contra-hegemónico.

El proyecto de TeleSur nace tras la crisis del orden neoliberal en Latinoamérica y por la voluntad de nuevos sectores asociados a pociones nacionalistas y de izquierda que, en esta coyuntura, se establecieron en los distintos gobiernos de los países de la región y buscan crear, desde allí, hegemonía.

La existencia de cadenas de noticias internacionales tales como CNN o CBS, y sus correspondientes versiones para América Latina, fueron un efectivo instrumento del modelo previo para imponer su noción de la realidad como sentido común en la región. Es así como TeleSur se crea como un proyecto con un similar propósito: difundir la visión del mundo de la intelectualidad que se ve reflejada en estos nuevos regimenes y cuestionar las nociones arraigadas en el sentido común impuestas por la intelectualidad adepta al modelo anterior; esto como movimiento contra-hegemónico.

Durante la década de 1980, y principalmente la de 1990, la función de los medios como organismos capaces de darle legitimidad a las reformas neoliberales que los gobiernos de turno implantaron en la región, es ampliamente reconocible. Las ya mencionadas versiones latinoamericanas de las cadenas como CNN y CBS también participaron en el proceso de convertir las nociones neoliberales en sentido común que desembocó en un marcado corrimiento a la derecha de la política, sacando del debate político cuestiones tales como la acción moderadora del Estado en la economía, o la cuestión del desarrollo industrial en nuestro países.

Los programas de noticias se plagaron de economistas –intelectuales predilectos, legítimos e incuestionables por estos tiempos- que pregonaban el discurso del racionalismo económico en nuestros países. En términos gramscianos, esto es la acción de una intelectualidad orgánica activa, que influye en la modificación de la realidad y luego trabaja para que esta sea tomada como parte de un sentido común.

Esto cambia a partir de la crisis del modelo neoliberal de finales del siglo pasado y principios del actual, llegan al poder en la región distintos mandatarios que tienen discursos nacionalistas o de izquierda, que implican una fuerte critica al modelo anterior y una búsqueda de reinstaurar en el debate político cuestiones anteriormente excluidas de dicho marco, tales como la participación del el Estado en la economía o las relaciones con los países vecinos y los países desarrollados.

Como los medios internacionales y los medios locales con intereses ligados a los sectores dominantes jugaron parte fundamental en la aplicación y mantenimiento de las reformas neoliberales, los nuevos sectores en el poder buscan una forma de hegemonizar sus posiciones. En primera instancia, los sectores que apoyan a estos gobiernos (burguesía nacional, sectores sindicales) utilizan sus influencias en la sociedad civil para generar apoyo y cooptan medios locales para lograr el mismo objetivo. En este sentido, se puede señalar al proyecto de TeleSur como el más ambicioso intento de los nuevos sectores gobernantes para difundir, a nivel local y regional, las posturas de sus intelectuales orgánicos adeptos.

Es interesante señalar cómo ven los sectores dominantes tradicionales a TeleSur, qué criticas le hacen y cuáles son los fundamentos para ellas; más interesante aún es ver cómo estos sectores, que utilizan los medios para difundir su visión, reconocen implícitamente el funcionamiento de los medios de comunicación como herramientas de persuasión, y como estas no son desinteresadas o desconectadas de intereses sectoriales o particulares. Al respecto se puede señalar que para gran parte de la prensa, la cadena TeleSur no pasa de ser un instrumento particular de un gobernante en particular, que la usa para su antojadizo gusto. Se impugna a TeleSur por responder a intereses particulares. Se critica además, cuestiones técnicas o de índole informativa.

En consonancia a la línea de pensamiento que venimos planteando, consideramos que tales impugnaciones al proyecto informativo de contenido latinoamericano (mas allá de cuestiones puramente técnicas, que no nos atañe criticar) es una forma de impugnar un pensamiento y una visión política que se aleja de los centros de pensamiento a los cuales los intelectuales que critican representan, tanto conciente como inconcientemente7.

TeleSur podrá cobrar relevancia sólo en la medida en que pueda poner en evidencia que nuestra realidad puede ser pensada de manera distinta a la que se nos presenta desde los grandes centros productores de la información. De esta manera, no sólo sería una herramienta gigantesca para ayudarnos a reflexionar negando lo pensado por otros, sino que pondría en evidencia la condición particular, no-verdadera, no-objetiva y no-universal de aquello que se nos presenta como “realidad”.

Notas

1 Partimos de considerar que la integración no es una verdad correspondiente a la esfera de las leyes naturales, sino un proceso socio-historico que ha de ser construido mediante practicas de igual carácter, las teorías, por mas iluminadoras que sean, solo constituyen un aporte parcial al mismo. Al ser la economía la disciplina que viene detentando una intervención privilegiada en esa producción teórica, es solo una dimensión del objeto integración, la económica-comercial, la priorizada

Velleggia, Susana, Comunicación e industrias culturales, citado en MERCOSUR: La dimensión cultural de la integración (comp) Recondo Gregorio, Bs As, Ciccus.

2 El resurgimiento de los nacionalismos y regionalismos que la integración europea se propuso remediar, luego de una larga historia de cruentas guerras de conquista, pone en evidencia la importancia de dicha dimensión, en general, bastante soslayada. Esta claro ahora que la agregación de mercados, o de “integración económica”, no provee respuestas a los conflictos emergentes de la constitución de un espacio multicultural, en el que se producen nuevas relaciones de convivencia.

Velleggia, Susana, Comunicación e industrias culturales, citado en MERCOSUR: La dimensión cultural de la integración (comp) Recondo Gregorio, Bs As, Ciccus.

3 Gramsci, A, Cuadernos de la cárcel. Edición critica del Instituto Gramsci.

4 Portelli, Gramsci y el bloque histórico

5 Es en la lucha por la posesión del conocimiento, y de manera indisoluble, por la imposición de sentido- donde reside el núcleo del poder de las naciones para definir la calidad de su inserción en el sistema mundial.

Velleggia, Susana, Comunicación e industrias culturales, citado en MERCOSUR: La dimensión cultural de la integración (comp) Recondo Gregorio, Bs As, Ciccus.

6 Portelli, Gramsci y el bloque histórico.

7 La racionalidad del actual proceso de integración subregional se inscribe en la lucha por la imposición del sentido en el marco del sistema mundial global. En ella interviene un grupo de actores, regionales y extra-regionales, cuyos intereses, aunque no exentos de contradicciones, concurren a suscribir la toma de decisiones políticas y las elaboraciones teóricas sobre el progreso integracionista a una restringida gama de opciones, entendida como la única factible o viable y, por consiguiente, sustentados en el principio que amalgama racionalidad-verdad-factibilidad, gira de manera prácticamente excluyente en torno a la dimensión económico-comercial, ubicándola como fenómeno puramente material.

Velleggia, Susana, Comunicación e industrias culturales, citado en MERCOSUR: La dimensión cultural de la integración (comp) Recondo Gregorio, Bs As, Ciccus.

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* En Diario Sic
www.diariosic.com.

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