El nuevo gobierno de EU y la Argentina
Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
Comenzará un nuevo gobierno en Estados Unidos y tendrá al frente a un político, casi octogenario, que lleva decenas de años trabajando en el Senado de su país, que en el último medio siglo en tres oportunidades se postuló para Presidente, y fue vicepresidente de Barack Obama durante ocho años.
En esos largos años Joe Robinette Biden visitó 13 veces a los países de la región, pero nunca a la Argentina, aunque sí lo hizo su esposa Jill en 2016, para promover la participación gubernamental y de socios miembros de la sociedad civil en cuestiones relacionadas con el empoderamiento económico y las oportunidades educativas para mujeres jóvenes y adultas.
Con Biden, los demócratas volverán al gobierno. De ese modo, nuevamente la hegemonía estadounidense pretenderá manifestarse por medio de una especie de multilateralismo que –auxiliado por la fuerza de las armas- tratará de mantener su poder mundial.
A los gritos y la prepotencia de Donald Trump le sucederá la más serena, pero no menos eficaz, imposición de los intereses de las poderosas empresas informáticas y del poder financiero, que los demócratas representan.
Si Biden, el 5 de enero, no logra ganar en Georgia y recuperar el control del Senado su poder quedará seriamente restringido. Además seguirá padeciendo los efectos del Covid-19 que -además de ser el principal causante de la derrota de Trump- según la Oficina del Censo de ese país, reducirá en tres años la esperanza de vida de su población.
Dos importantes banderas económicas de los demócratas, la responsabilidad fiscal (contener el déficit de “Caja”) y la libertad de comercio, van a ser problemas estructurales en las relaciones con la Argentina. Ellas aparecerán en los debates actuales con el Fondo Monetario Internacuional (FMI) y se expresarán en las condicionalidades que suelen imponernos.
Más allá de estos insuperables temas estructurales, hay cuestiones políticas y personales que podrán dar una imagen de mejores relaciones. Entre las primeras, esa idea del multilateralismo podría servirle a la Argentina para construir una mayor autonomía en las relaciones.
Desde lo personal los mayores vínculos con la futura administración estadounidense lo tendrían el Secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia Gustavo Béliz y el ministro de Economía Martín Guzmán. El primero a través de Julissa Reynoso ex embajadora de Barack Obama en Uruguay y ahora Jefa de Gabinete de la primera dama, con residencia en la Casa Blanca.
Guzmán y sus patrocinadores Joseph Stiglitz y George Soros tienen fuertes vínculos con las futuras autoridades financieras.
Es difícil discernir el lugar y el alcance de la política exterior de la administración demócrata hacia la Argentina. Las menciones concretas de Biden y su equipo a países específicos de la región en temas precisos fueron escasas, como es habitual, ya que los candidatos quedan inmersos en la agenda interna y sus programas de gobierno.
EU y la Argentina
Estados Unidos continúa siendo el principal inversor externo en Argentina, con el 22,7% del stock de Inversión Extranjera Directa; casi 17 mil millones de dólares. Se calcula que hay más de 300 empresas estadounidenses-argentinas, la mayoría nucleada en la American Chamber.
Tienen inversiones de relevancia en la industria de petróleo no convencional (450 millones de dólares para financiar a Vista Oil y Aleph Midstream en Vaca Muerta en los últimos años), en el suministro de energía (AES), en la industria manufacturera (GM, Ford –700 millones de dólares en inversiones recientes-, Goodyear, BASF, DuPont, Whirpool), en el sector de los seguros (Metlife, Prudential), los servicios financieros (American Express, Visa, JP Morgan), los servicios profesionales (Accenture, Manpower Group), y los servicios de información y comunicaciones (IBM, Cisco Systems, Google).
Estados Unidos es el tercer socio comercial de la Argentina, aun cuando supo ser el primero por un largo tiempo. En 2019 el intercambio comercial superó los 10 mil millones de dólares (deficitaria para la Argentina en el decenio 2010-2019 en 49.445 millones de dólares; por la disminución de las importaciones derivadas de la devaluación y la estructuralmente deficitaria escasez de divisas).
Las exportaciones argentinas a Estados Unidos tienen una fuerte concentración en combustibles y minerales, seguida por los productos metalíferos, así como la industria alimenticia y los productos primarios en general.
Dentro de las importaciones originadas en Estados Unidos, las maquinarias son el principal rubro; aunque los combustibles también tienen un fuerte peso, así como los productos químicos. Argentina y EU no son mercados complementarios, lo que implica un vínculo no carente de conflictos o de asuntos pendientes, por aranceles, subsidios, o barreras paraarancelarias de tinte fitosanitario.
Y por supuesto, el poder de presión de sus lobbies. Argentina recuerda lo que ocurrió en los últimos años con la suba de aranceles al biodiésel argentino en el mercado estadounidense, o la eliminación de preferencias especiales en comercio exterior para países “en desarrollo”, como Argentina. Es obvio que las industrias argentinas no se encuentran ‘subsidiadas deslealmente’ Este escenario, siendo sinceros, tampoco cambiará durante el próximo gobierno demócrata.
Si seria dable esperar un gobierno más aperturista, más pro libre comercio; esa lógica podría ayudar a la Argentina, en productos como el acero y aluminio. Biden es más pro combustibles alternativos; en ese marco, sería plausible la suba de los precios de la soja y del etanol.
Argentina no puede olvidarse del financiamiento en momento de arcas secas. El accionista mayoritario del FMI (17% de incidencia en los votos del directorio), con el cual el país debe renegociar un acuerdo histórico de 44.000 millones de dólares, dejará que los técnicos hagan su trabajo u obviamente exigirán prudencia macroeconómica, ajuste fiscal, inflación controlada, lo que no es exclusivo de demócratas ni de republicanos.
Biden y la Argentina
No vino a la Argentina, pero el 7 de noviembre, a las 13.07 hora del este de Estados Unidos, Alberto Fernández fue el primer gobernante de la región en llamar al nuevo mandatario para felicitarlo por su victoria electoral.
Como senador se opuso a los Tratados de Libre Comercio entre Estados Unidos y Chile (2003) y con América Central y República Dominicana (2005), votó a favor de una reforma migratoria integral (2007); por la construcción de un vallado en la frontera con México (2006); por la extensión de la Ley de Preferencias Comerciales Andinas (2002) que benefició a Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia hasta que expiró en 2013.
Y también por el reforzamiento del embargo a Cuba (1996) y por la expansión de la asistencia antinarcóticos a nivel internacional (1996). Fue promotor activo y entusiasta del Plan Colombia y de la Iniciativa Regional de Seguridad para América Central.
En cuanto a la Argentina, el senador Biden, de raíces irlandesas y también católico (como John F. Kennedy), lideró en el Senado dos Resoluciones en abril de 1982 reclamando que el entonces presidente Ronald Reagan no fuera neutral en el conflicto de Malvinas y que respaldara plenamente a Gran Bretaña.
Fue coauspiciante en 1997 y 2004 de dos resoluciones respecto al atentado en la Embajada de Israel en Buenos Aires de 1992 y al atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina de 1994, manifestando su preocupación por los actos terroristas y su irresolución judicial.
Lo cierto es que la agenda de Estados Unidos con la Argentina -a diferencia de la con México, Brasil o Venezuela- es limitada y no incide de modo relevante en la política interna estadounidense ni representa un desafío a su seguridad nacional. Uno de los temas que hoy vincula a ambos países es la relación del gobierno argentino con el Fondo Monetario Internacional.
China
El tema más preocupante es el lugar de China en la relación entre Estados Unidos y la Argentina. Como en el siglo XX, donde la dinámica de transición era entre Gran Bretaña y EU, optó por plegarse al poder declinante. En el presente, el mayor desafío es y será mantener relaciones simultáneamente positivas con ambas potencias para lograr el mayor beneficio posible para los intereses nacionales.
El dilema es evitar y reducir la dependencia de ambos, pues las superpotencias, al menos en la experiencia occidental, tienden a procurar súbditos más que semejantes.
La administración Trump, horadó regímenes (como el de la no proliferación), erosionó instituciones (como la Organización Mundial de Comercio) y afectó el manejo colectivo de temas críticos (como el cambio climático). China, por su parte, ha venido propiciando y consolidado una combinación de multilateralismo alternativo y bilateralismo activo.
Nada indica que la administración Biden apunte a revertir esa dinámica de tensiones bilaterales. Por el contrario, la necesidad de apoyo republicano en cuestiones internas y la proverbial creencia de que Washington está destinada a liderar el mundo no contribuyen a atenuar la rivalidad, sino a exacerbarla.
En ese marco, temas como la tecnología del 5G, los eventuales lazos militares de la Argentina con China, el grado de presencia de Beijing en ámbitos sensibles como los recursos estratégicos, infraestructura, alta tecnología, seguridad, entre otros, serán objeto de atención y tensión en las relaciones argentino-estadounidenses.
La pata débil es la diplomacia argentina, que viene de cuatro años del gobierno neoliberal y dependiente de Macri y de una actualidad de un gobierno “progresista”, con pocas definiciones, en medio de una pandemia inmovilizadora y un plantel dogmático, movido por creencias rígidas y acríticas.
La Antártida, los derechos humanos, la energía
Un tema trascendental para Argentina (también para otros países sudamericanos) es el de la Antártida, desde que el pasado 9 de junio Trump anunció un memorándum para salvaguardar los intereses nacionales de Estados Unidos en el Ártico (donde se incrementaron las tensiones con Rusia) y la Antártida, ha predominado la cooperación; condición básica para la estabilidad y la gobernanza antártica. Un conflicto antártico afectaría severamente intereses vitales de la Argentina.
Para Argentina sería fundamental que la Antártida no se convirtiera en un área de controversia y disputa; en especial, entre Estados Unidos, Rusia y China. Por ello es necesario que el creciente despliegue estadounidense en el área no se inscriba en la lógica de la geopolítica de la rivalidad. Es de esperar que Biden no estimule allí un foco adicional de controversia con Moscú y Beijing.
Biden anunció que priorizará los derechos humanos tan severamente afectados en su propio país y la región, gracias (en parte) a que durante la administración Trump el tema se ubicó en un lugar secundario, tanto en el campo de la política exterior como en el de la política interna y, entre otras cosas, se rehusó asistir a las audiencias de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre inmigración a principios de 2017.
En enero de este año, la CIDH decidió, por unanimidad, renovar el mandato de su Secretario General, Paulo Abrao. En agosto, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, con pleno respaldo de la Casa Blanca, Colombia y Brasil, se abstuvo de nombrarlo. Si Biden apunta a reubicar en un lugar más prominente el tema de los derechos humanos, Argentina, con una política consistente en la materia podría ser una contraparte reputada y creíble para ese propósito.
Asimismo, un tema ligado a la energía puede entrelazar la Argentina y Estados Unidos. Si la administración Biden se compromete a estimular fuentes alternativas e impulsar la renovación en la industria automotriz, el litio y la producción de baterías serían clave. Si suspende las perforaciones de petróleo en terrenos federales, no sería descartable la disponibilidad de inversiones para al polo hidrocarburífero patagónico deVaca Muerta.
En ambos casos, litio y petróleo, la Argentina quizás pueda beneficiarse, aunque produce muy poco litio. ExxonMobil decidió cancelar inversiones en gas natural en Canadá y la Argentina, justo cuando para mejorar los vínculos con Brasil el país acaba de anunciar el “Proyecto Gasoducto Uruguayana-Porto Alegre”.
FMI, Multilateralismo, Venezuela
El asunto que más íntimamente vincula a los dos países es la relación del gobierno argentino con el Fondo Monetario Internacional, en la que el nuevo gobierno de EU puede influir. Cabe recorar que el Papa, en sus diálogos con distintos Jefes de Estado, solicitó el apoyo a la negociación entre el gobierno argentino y los acreedores privados y no hay que descartar un contacto discreto en el mismo sentido entre Francisco y Biden y ante un eventual acuerdo con el Fondo.
Pero si la posición argentina ante el FMI es sustentable no habría motivos para que EU la condicione, máxime su responsabilidad directa en el manejo de la deuda en 2018-2019 entre el gobierno neoliberal de Mauricio Macri, el FMI y el apoyo de Washington.
Un tema delicado para Estados Unidos y la Argentina es Venezuela. Es relevante recordar que las sanciones a Caracas comenzaron con la administración del Presidente Barack Obama, quien emitió una Orden Ejecutiva, en marzo de 2015, declarando a Venezuela una amenaza a la seguridad nacional y a la política exterior de Estados Unidos. En la administración de Donald Trump se implementaron órdenes ejecutivas adicionales para ampliar y profundizar las sanciones y el bloqueo.
Durante la campaña, Biden cuestionó la política de Trump hacia Caracas por ineficaz, ya que no logró el cambio de gobierno y fue –dijo- un ejemplo de “fracaso lamentable”. Si Biden abandona la amenaza del uso de la fuerza, podría sumar aliados sudamericanos en este tema.
Argentina, que no respaldó ningún tipo de intervención armada, pero se manifestó contra la situación de derechos humanos en ese país, podría eventualmente aportar a una alternativa política para Venezuela. Podría sugerir una suerte de Contadora “ampliada” para el caso venezolano, señala el analista Juan Gabriel Tokatlian.
Otro tema que Joe Biden prometió relanzar fue el multilateralismo. Es notorio el prolongado deterioro y cuestionamiento del multilateralismo; en particular, de los foros e instituciones impulsadas por Occidente, como Naciones Unidas, la Unión Europea, la Organización Mundial de Comercio, el G-7 y el G-20.
Fue agresivo, arrogante y pendenciero el ataque a los ámbitos y compromisos multilaterales por parte de la administración Trump. Este año Argentina fue invitada por Emmanuel Macron y Angela Merkel a ser parte de la denominada “Alianza por el Multilateralismo”.
En torno a lo multilateral puede darse un punto de acercamiento entre Washington y Buenos Aires, siempre y cuando Biden no opte por una especie de “multilateralismo a la carta”, con el que solo se compromete si le conviene.
*Redactores argentinos del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)