El Papa no logra convencer en «Tierra Santa»

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Jerrold Kessel y Pierre Klochendler*

Antes de ingresar a los campos interreligiosos de Medio Oriente, el papa Benedicto XVI se había presentado como un "peregrino de la paz". Pero, apenas comenzó su misión espiritual, el jefe de la Iglesia Católica se vio rodeado de imágenes de dolor y odio en la Tierra Santa. La memoria del Holocausto judío y el dolor palestino por la continua ocupación israelí estaban por doquier.

 El Vaticano preparó cuidadosamente la visita papal de cinco días a Israel y a Palestina como un equilibrado acto de fe en el que el pontífice esperaba ser capaz de construir un puente entre las partes en conflicto, e incluso marcar el camino a una paz universal comenzando en Jerusalén, logrando que judíos y musulmanes entiendan el dolor de cada uno.

El columnista James Carroll, del periódico The New York Times, destacó que Benedicto XVI, "como jefe de una iglesia que con gran seriedad ha luchado con su legado de antisemitismo…, el vicario de Cristo, en cuyo nombre se lanzaron tantas aventuras coloniales (las Cruzadas)", goza de un puesto único.

Ahora que la Iglesia Católica ha corregido esas actitudes inmorales, el Papa podría, sugirió Carroll, abrazar el dolor de cada una de las partes en pugna en la Tierra Santa, y por tanto convencer a los musulmanes que admitan la importancia de entender lo que es "no más antisemitismo" y a los judíos lo que es "no más colonialismo".

Desde que arribó al aeropuerto de Tel Aviv el lunes, el equilibrio fue evidentemente la política papal. Su identificación con un dolor era inmediatamente complementada con un acercamiento al otro. El pontífice dijo todas las palabras correctas. Afirmó que el antisemitismo era "totalmente inaceptable" y que debía ser combatido, pero también expresó su respaldo al derecho de los palestinos a una patria.

Hubo, sin embargo, poca compasión. Horas después de arribar, el Papa hizo su primera escala en su peregrinaje por Jerusalén: el monumento del Holocausto de Yad Vashem. Los israelíes no habían escondido sus expectativas de una muestra de solidaridad como la manifestada por el anterior papa, Juan Pablo II, quien había hablado apasionadamente del remordimiento de la Iglesia por sus erradas actitudes hacia el pueblo judío.

Benedicto XVI habló sobre la necesidad de garantizar que el Holocausto no sea olvidado, no se repita ni se minimice. Pero para los oídos israelíes, hubo claras omisiones: no mencionó a los perpetradores nazis, no mencionó las ambiguas actitudes del Vaticano durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), y usó la palabra "muertos" en lugar de "asesinados" para referirse a las víctimas.

El rabino Yisrael Meir Lau, presidente de Yad Vashem y sobreviviente del Holocausto, describió el discurso del Papa como "hermoso, bien escrito y muy bíblico".

"Hubo mucho sobre el dolor de la humanidad, palabras cosmopolitas, pero ni una palabra sobre condolencias, compasión o compartir el dolor del pueblo judío", agregó, sin embargo.

El historiador israelí Tom Segev, autor del libro "The Seventh Million" (El séptimo millón), sobre las complejas actitudes de Israel ante el Holocausto, se lamentó en el diario Haaretz este martes del cauteloso tono del Papa.

"Ninguna campana de la iglesia dejará de sonar si el pontífice hubiera dicho algo sobre el antisemitismo cristiano. La mezquindad verbal también disminuye el impacto de cualquier cosa que Benedicto XVI pudiera decir sobre el sufrimiento palestino. Si hubiera dicho lo que necesitaba sobre el Holocausto, podría haber dicho más para condenar las sistemáticas violaciones israelíes a los derechos humanos de los palestinos en Cisjordania y Gaza", añadió.

Menos de 24 horas después de iniciado su peregrinaje, el Papa pudo haber descubierto que no son los cristianos sino los seguidores de las otras dos religiones monoteístas los que determinarán el espíritu de su viaje. Tanto judíos como musulmanes siguen de cerca cada una de sus palabras, cada gesto que hace, en cada escala.

Por ahora es visto como indiferente al dolor histórico tanto de judíos como de musulmanes. Pero esto simplemente podría deberse a sus esfuerzos por mostrar equilibrio.

El pontífice, después de visitar el memorial del Holocausto, se dirigió directamente a una conferencia interreligiosa en la iglesia de Notre Dame en Jerusalén oriental. En su discurso ante sacerdotes, imanes y rabinos, el Papa una vez más usó las palabras exactas, elogiando sus esfuerzos para buscar los valores comunes y el respeto mutuo, con el fin de superar las diferencias en la práctica religiosa que "a veces parecen barreras".

Allí tuvo una fuerte sorpresa. Un clérigo musulmán, jefe de los tribunales de la shariá (ley islámica) palestinos, jeque Taysir Al Tamini, apeló directamente al pontífice a poner fin a lo que llamó "crímenes del Estado judío" y acusó a Israel de "arruinar los sitios sagrados musulmanes", y de masacrar a mujeres, niños y ancianos en Gaza. Su discurso fue hecho en árabe, sin traducción.

Luego de que el Papa fuera informado de la naturaleza del discurso, el jeque abandonó la conferencia. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, criticó al líder islámico. "En una reunión dedicada al diálogo, esto fue una directa negación de lo que debe ser el diálogo".

*Difundido por Inter Press Service, desde Jerusalem

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