El Peyton Place de la economía planetaria

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Peyton Place. En algunos sitios la serie fue conocida como “La caldera del diablo”, y para los jóvenes que nunca oyeron hablar de ella es bueno precisar que la TV estadounidense difundió nada menos que 514 capítulos entre el 15 de septiembre de 1964 y el 2 de junio de 1969. Por ahí comenzó la moda de las series interminables, el morbo de las secuelas, la virguería de las precuelas, y para decirlo en una palabra, el coñazo de los bis repetita placent muy propio de guionistas mediocres pagados por línea. En la economía pasa lo mismo.

Una vez no es costumbre, permítaseme auto congratularme. Hace algunas semanas te dije – y fui el único – que la subida de tasas de la FED era una payasada, una movida cuyo único interés – si oso escribir – residía en mostrar que Janet Yellen estaba viva. He aquí que la eminente presidente del Banco Central del imperio reconoce haberla cagado, que la economía va de mal en peor, que la “volatilidad” de los mercados, que la confianza, que la oferta y la demanda, y la salmodia completita de lugares comunes con los que los economistas disimulan su ignorancia y su incompetencia.

Los “expertos” son convocados de urgencia a la TV a explicar este nuevo pánico, este enésimo bajón de las Bolsas, esta cagalera tan intermitente como interminable, estas persistentes “turbulencias” que no remiten, sin percatarse que servidor se había rajado con la encandiladora explicancia en su nota “Las crisis son puntuales” difundida el 20 de enero pasado:

“Lo cierto es que si no le cambias nada a las condiciones que generan desorden e inestabilidad y facilitan la especulación, el pillaje y la cosa filibustera, no es sorprendente que vuelvan a producirse exactamente las mismas consecuencias.”

Aquí me dan ganas de poner punto final y remitirte a la lectura obligada de mis obras completas en su versión corregida y aumentada, incluyendo los indispensables capítulos adicionales con sus respectivos epígrafes, la fe de erratas, los múltiples prólogos y prefacios a otras tantas ediciones – ya legales ya pirateadas –, y los inevitables apéndices, anexos, glosarios y bibliografías actualizadas.

Porque la lectura de la prensa especializada – financiera, económica, o simplemente humorística – no es de gran ayuda a la hora de comprender la inacabable agonía. Justo para despabilarte, debes saber que dicha prensa ofrece al menos tres razones para dar cuenta de la presente zozobra: China, el petróleo y los bancos. Así como lo lees.

Casi diez años después de la crisis llamada de los subprimes (2007) que provocó la quiebra del sistema financiero mundial, he aquí que los bancos – que después de ser rescatados con billones de dólares de dinero público soportaron tropecientos stress tests sin inmutarse – siguen quebrados. Comenzando por los bancos italianos, para no hablar de los bancos griegos y, por pudor, de los bancos alemanes. Y los otros…

En estos casos es como el divertimento de las fichas de dominó: si la primera se desploma… caen todas. La banca mundial sigue tan desmadrada, tan filibustera, tan malandra como siempre, visto que nadie fue capaz de aplicar la menor de las regulaciones después de la borrachera de los créditos tóxicos acordados a ninjas (no income, no job, no asset), pobres desgraciados que no tenían como pagarlos. Los bancos lo sabían y… le cedieron los créditos a los mercados financieros, ¡o sea a los “expertos”!

Si a eso le agregas que, entusiasmados con la burbuja del precio del petróleo – incluyendo el proveniente del fracking – los bancos pusieron la plata que no tenían en esa prometedora especulación, puedes imaginar la recogida de cañuela cuando el combustible fósil se fue a las pailas.

El petróleo – ya te lo he contado – sirve para todo. Para justificar el crecimiento, y para justificar la recesión. Si el precio baja, Francia crece un 0,4% más. Pero al mismo tiempo se produce una reducción de la demanda de los países productores, lo que provoca una caída en el crecimiento. El mismo fenómeno acaece en otros países del llamado primer mundo.

¿Qué provoca la crisis? El aumento del precio del petróleo. Dos meses más tarde, ¿qué provoca la crisis? La caída del precio del petróleo. Así son las payasadas de los economistas y los “expertos”.crisis bursatil2

En el fondo la cuestión es bastante sencilla: el petróleo, como otras materias primas, sirve de soporte a una especulación desenfrenada y a una carrera en plan “Rápidos y furiosos” en pos del lucro máximo en el menor tiempo posible. Y ocurre que los “expertos” en riesgos se equivoquen. Lo raro es que acierten.

Finalmente… China. No hace mucho, un par de años, China – estimulada por los genios de las finanzas planetarias – decidió abrir sus mercados financieros a la competencia, a la especulación, a la búsqueda de la rentabilidad, en suma al libre mercado. Excitado al límite de la eyaculación permanente, el FMI premió a China incorporando el yuan a la canasta de monedas que sirve para determinar los derechos especiales de giro (DEG) que en inglés llaman Special Drawing Rights, pero eso ya te lo había contado.

Al mismo tiempo, acojonados, los europeos – en fin la mega industria europea reunida en un cartel llamado Aegis Europe – luchaban para impedir que se le acordase a China el estatuto de “economía de libre mercado”, ya ves como son de coherentes. Tal estatuto le permitiría a China entrar libremente sus productos a la Unión Europea, lo que le provoca un soponcio a las multinacionales que adoran la libre competencia… pero en China.

Ahora bien, ¿qué pasa cuando entras de lleno en el burdel financiero? Que le sumas a tus propios desequilibrios los desequilibrios externos. Entradas y/o salidas masivas de capitales, especulación monetaria exacerbada, fraudes, burbujas, desorden.

Lo que no le impide a los “expertos” manifestar sorpresa frente a la (relativa) desaceleración económica china, previsible desde hace décadas, pero eso también te lo había contado. Cerrarle los mercados europeos a los productos chinos no ayuda… y cargarle la crisis a China te exime de toda responsabilidad. ¡Bravo los artistas!

Una de las consecuencias de la liberalización de los mercados financieros chinos fue la libre flotación del yuan. En ese momento China poseía reservas de más de 4 billones de dólares, y el dólar se debilitaba cada día. Inquietos, los chinos veían que sus reservas terminarían por valer hongo, y comenzaron a diversificar sus reservas de cambio comprando euros y otras divisas.

En eso estaban cuando Japón relanzó la guerra monetaria depreciando el yen. Europa la había precedido instaurando – más vale tarde que nunca – un significativo relajo monetario, léase fabricar moneda trucha sin respaldo.

Los “mercados financieros ”, omniscientes, se dijeron que en medio de tal bacanal más valía peligro conocido que peligro por conocer y se refugiaron en el dólar, que comenzó a subir frente a las otras divisas. Ahí llegó la Janet Yellen de mis dos, con su genial idea de subir las tasas de interés en los EEUU, o sea en el mundo del dólar.

Recogida de cañuela general, el dólar sigue subiendo, sin que los EEUU produzcan ni un cuesco más de lo que producían hace uno o dos años. Los chinos vieron que sus reservas, – que ya casi no valían las cajitas en que las ponen –, cobraban valor. Como los pinches dólares que tú mismo guardas en el colchón o en los refajos de la patrona. Y, dizque para sostener el yuan, se deshicieron (y se deshacen aún) de buena parte de sus reservas en la moneda del imperio. Lo mismo que haces tú, al vender tus pijoteros dólares en 715 pesos la unidad, después de sufrir cuando el “mercado” apenas te daba $ 430.

En resumen, la cueca empelotas continúa, tus fondos de pensión, en los cuales maman las AFP, funden como nieve al sol, y se produce otro ciclo de concentración de la riqueza en pocas manos.

Pero todo esto te lo he contado una y mil veces desde hace más de veinte años, sin que reacciones, o sea que la culpa es tuya. Porque mientras no nos decidamos a sacar a patadas a estos mangantes, seguiremos viviendo más y más capítulos del Peyton Place planetario.

¿Te queda claro? Más te vale que sí.

Una última observación: lo que te cuento más arriba puede ser desestimado como un cuento chino – si oso decir – por cualquier “experto”. Una de las características esenciales del “experto” consiste en poseer al menos diez preguntas para cada respuesta. Yo me sigo aferrando a mi propia interpretación porque desde que decidí sacar mis escuálidos ahorros del banco y administrarlos yo mismo, no es que haya ganado mucho. Pero, la firme, no he perdido ni un centavo.

*Publicado en Politika

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