España: El próximo apagón

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Estaba a punto de levantarme esta madrugada, hacia las 5 de la mañana, cuando de repente se fue la luz. Nos dimos cuenta inmediatamente porque tenemos un dispositivo que pita en cuanto falta el fluido eléctrico. Me levanté para ver si era cosa nuestra, pero en seguida vi que no había luz en la calle. No habían pasado dos minutos que la luz volvió, un par de segundos, para después marcharse de nuevo. Al cabo de cinco minutos, otra vez lo mismo. Al final, al cabo de 45 minutos volvió definitivamente – bueno, definitivamente hasta el siguiente apagón.

Desde hace unos cinco años, quizá un poco más, esto viene siendo moneda común en mi barrio. Un par de veces al año se va la luz, generalmente durante alrededor de una hora, a veces dos. De hecho, el día del apagón del 28 de abril, mi barrio fue el último en recuperar la luz: mientras en buena parte de la ciudad ya había corriente a las 2 de la tarde (estamos muy cerca de Francia y eso favoreció la pronta recuperación), en mi barrio la electricidad no volvió hasta las 2 de la mañana. Yo siempre he atribuido esta inestabilidad a un defecto de la red de baja tensión de la ciudad, posiblemente no lo suficientemente mantenida.

Pero a raíz de las informaciones que estos días siguen trascendiendo sobre el apagón del 28 de abril, he comenzado a pensar que quizá no sea la instalación de baja tensión la que falla, sino que simplemente no tolera la baja calidad de la señal que llega de la red de alta tensión. Quizá, después de todo, simplemente sucede que los transformadores de mi barrio cumplen con las especificaciones técnicas y no toleran desviaciones demasiado grandes respecto a los valores nominales de tensión.

Porque en las discusiones, e intercambio de acusaciones, entre los diferentes actores del esperpento que fue el apagón del pasado abril, hay varios detalles que han emergido con fuerza y con claridad. Uno de ellos es que la red eléctrica española es habitualmente inestable, con episodios repetidos de subidas de tensión y de variación de la frecuencia. Ya analizamos en este blog cuál fue la causa última del apagón: la incapacidad de la red para absorber las inestabilidades, fuera cual fuera su origen, debido a la falta de sistemas de estabilización que deberían haber acompañado la instalación de parques fotovoltaicos y eólicos.

Fuente: EPRI webinar sobre el apagón, ver https://www.youtube.com/watch?v=LNStOXAsiDo

Éste es un problema muy generalizado en toda Europa, fruto de una normativa muy permisiva europea durante muchos años, más interesada en el fomento de una implementación rápida y agresiva de estas nuevas tecnologías que de mantener unos márgenes de seguridad para operar la red de alta tensión. De hecho, el 8 de enero de 2021 Europa entera estuvo a punto de sufrir un apagón, precisamente por esta incapacidad intrínseca de los sistemas actuales para amortiguar estos problemas. En el incidente del 28 de abril de 2025, España estuvo a punto de arrastrar a toda Europa: solo la desconexión automática del enlace con Francia fue capaz de evitar el desastre, y aún así la frecuencia en Europa quedó perturbada durante más de 30 minutos.

También durante estos días se ha insistido en que en ningún momento faltó inercia en sistema (capacidad de los sistemas de generación para amortiguar fluctuaciones en la potencia entregada a la red, cuestión que el maestro Beamspot ha analizado recientemente en su Substack), y se dice que el sistema español se mantuvo todo el tiempo en un factor de inercia por encima de los 2 segundos, tal y como manda la normativa europea. Dejando al margen la cuestión de si esos 2 segundos son inercia suficiente, lo cierto es que resulta difícil de creer que tal fuera la inercia, toda vez que en el momento del incidente más del 60% de la generación eléctrica era fotovoltaica y eólica.

De hecho, un análisis reciente de la Universidad de Oviedo indica que desde las 9 de la mañana, cuando irrumpe la generación de energía fotovoltaica, el factor de inercia cae drásticamente y se mantiene en unos mucho más creíbles 1,3 segundos – hasta el apagón, claro, cuando cae aún más, y luego la recuperación de la red se hizo con sistemas inerciales, por eso va subiendo el factor de inercia.

Lo que es innegable es que desde el día del apagón se está asegurando que a todas horas haya un porcentaje de generación eléctrica, de entre un 10 y un 30%, a través de plantas de gas de ciclo combinado, las cuales, junto con las hidroeléctricas, son las que proporcionan más flexibilidad, rapidez de respuesta, buena inercia y tienen también capacidad de absorber potencia reactiva.

A pesar de que desde los canales oficiales de Red Eléctrica Española se ha insistido en que no se conocen las causas del incidente, simplemente esta manera de actuar, garantizando un cierto porcentaje de electricidad de plantas de ciclo combinado que entra en la generación por restricciones técnicas (más posiblemente lo que se encuentre a mano por si hay una emergencia, en reserva de capacidad), demuestra que saben perfectamente que la operación con tanta renovable descontrolada, podríamos decir que mal instalada, es peligrosa.

Quisiera recordar aquí, una vez más, que no se puede caer en el simplismo de decir que «las renovables son el problema». No es verdad. La tecnología renovable tiene sin duda sus limitaciones y problemas, pero lo que ha pasado aquí es que se ha permitido a las compañías eléctricas su conexión a la red de alta tensión nacional sin acompañarlas de sistemas de estabilización, algunos de los cuales ya los tienen las centrales convencionales (por ejemplo, volantes de inercia). Por decirlo de manera poco sutil, es como si se les hubiera permitido a las eléctricas conectar las placas, a una red tan compleja y de operativa tan complicada como es la red de alta tensión, como el que las conecta a su instalación doméstica. No es un problema de la tecnología: es un problema de cutrez. Y de excesivas prisas, porque al final es la normativa europea, acríticamente traspuesta en la normativa nacional, la que ha permitido este desatino. También por eso, las eléctricas se escudan en que ellas cumplen la norma para argumentar que no les corresponde a ellas pagar los costes de instalar todos esos sistemas de estabilización que ahora faltan.

Pero de alguna manera u otra, esto se tiene que arreglar. Muchas instalaciones fotovoltaicas tienen suscritos PPAs (Power purchase agreements, acuerdos de provisión de potencia), generalmente directamente con grandes consumidores o distribuidoras. Acuerdos privados cuyas cláusulas no conocemos, pero que aparte de fijar un precio convenido para esa electricidad (conveniente para el productor, que evita los vaivenes de la subasta mayorista cuando el precio se desploma; conveniente para el consumidor, que evita los vaivenes de la subasta mayorista cuando el precio se dispara), fijan también una cantidad de energía a ser suministrada.

Y si no se cumplen esos compromisos de entrega de energía, se prevén indemnizaciones muy onerosas. Pero no conocemos cuál es el volumen de energía renovable que se tiene que entregar en virtud de esos PPAs. Nadie ha planificado esto, ha sido «el mercado» el que se ha encargado de decidir cuánto se tenía que producir de este modo. Y por tanto nadie se ha preocupado en saber si la cantidad de energía a producir no era excesiva porque haría que no se pudiera garantizar la estabilidad de la red.

Así que estos días estamos viendo cómo, progresivamente, se está disminuyendo la cantidad de electricidad producida mediante la quema de gas, mientras que al tiempo se aumenta la de origen renovable, y poco a poco nos vamos acercando a los porcentajes de generación del día del apagón. No verdaderamente: la generación mediante centrales de ciclo combinado se mantiene aún en el 10%, mientras que en el momento del incidente era de solo el 3,5%. Sin embargo, tengo bastante claro que hay una gran presión económica para incrementar la producción renovable, para garantizar que no se incumplen los compromisos de los PPA’s. Los cuales no sabemos a ciencia cierta cuáles son.

Estoy seguro que desde REE se está vigilando con mayor cuidado toda la operación de la red, y que no se correrán riesgos innecesarios, aprendida ya la lección. Pero también estoy seguro de que la presión para forzar la generación renovable continuará, en función de esos compromisos adquiridos sin ningún tipo de planificación, lógica o supervisión. Simplemente, porque como siempre se asumió que los mecanismos de mercado eran los mejores para garantizar la gestión de un bien hoy en día tan básico como es la electricidad.

Aquí está el principal apagón en esta sociedad. Con tal de proteger los intereses de mercado de ciertas empresas, se permite todo tipo de barbaridades y desarreglos, sin que sea posible tener una información detallada de qué estamos hablando aquí, y no digamos ya tener mecanismos de control y supervisión para garantizar el bien común.

Es esta ceguera, es esta incomprensible dejación de todo en manos del lucro incontrolado, lo que puede llevar a todo tipo de fallos en nuestra sociedad, desde apagones eléctricos perfectamente evitables y absurdos, hasta la escasez de materias primas, medicamentos, chips y hasta alimentos.

Y aparentemente así seguiremos, hasta el siguiente fallo, hasta el próximo apagón, el cual nos cogerá con la misma expresión de incredulidad y estupefacción, simplemente porque no hemos entendido que la primacía del bien común, como cualquier derecho en democracia, no es una concesión, sino una conquista, y que como tal se debe defender.

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