El referendo venezolano es de todos: El «Sí» de América Latina

Manuel Cabieses Donoso* 

Los millones de venezolanos que al amanecer del 15 de febrero irán a votar la enmienda constitucional deben saber que con ellos marchará la esperanza de América Latina. Esperanza de justicia social, esperanza de protagonismo popular, esperanza de democracia participativa y de igualdad de derechos, esperanza de dignidad, independencia y de unidad latinoamericana. Vale decir, esperanza de todas aquellas reivindicaciones que desde hace dos siglos movilizan y guían las luchas populares en nuestro continente.

La palabra y la acción le pertenecen el 15 de febrero a los ciudadanos venezolanos. El referendo es un acto de soberanía popular y nadie debe interferir en la decisión que tomarán los venzolanos. Mucho menos el Imperio que no ha cesado estos diez años de entrometerse en la política del país y de conspirar contra su gobierno legítimo. Sin embargo, el respeto a la soberanía venezolana no nos impide constatar un hecho histórico que es evidente. La revolución bolivariana –porque en efecto en Venezuela tiene lugar una revolución pacífica y democrática, sometida a reiterado escrutinio electoral a través de métodos limpios e inobjetables- es vital para avanzar hacia la revolución latinoamericana. En ese sentido la revolución bolivariana nos pertenece a todos. La protagonizan y dirigen los venezolanos, es una obra del pueblo.

Pero en tanto punta de vanguardia de un proceso continental, es igualmente mía –chileno-, como de bolivianos, ecuatorianos, argentinos, peruanos, brasileños, uruguayos, colombianos, mexicanos o salvadoreños-. Por eso el referendo del 15 de febrero no será ajeno al destino de todo hombre y mujer de este continente.

La sola existencia de la revolución bolivariana se ha constituido en un estímulo de la pasión revolucionaria que dormitaba en las ciudades, campos y montañas de América Latina, en un reflujo inducido por las derrotas y derrumbes ideológicos. Pero el aguijón del ejemplo –del “¿ves como se puede?”- ha despertado energías que se creían perdidas. El entusiasmo y adhesión de multitudes por los ideales revolucionarios y las propuestas anticapitalistas comienzan a recorrer de nuevo el continente.

Reaparecen propuestas políticas, económicas, sociales y culturales –rejuvenecidas gracias a contenidos contemporáneos y filtradas por el tamiz de éxitos y fracasos del pasado- que hacen volver otra vez la mirada al socialismo. Hasta la misma palabra “socialismo” ha recuperado legitimidad de uso y se vuelve a pronunciar en voz alta. Esto lo debemos a que existe la revolución bolivariana.

Eso mismo explica también el odio que le profesan sus enemigos, que son también los nuestros, los enemigos de siempre, los que traicionaron y mataron a Sandino, los que derrocaron a Arbenz, los que asesinaron al Che, los que empujaron a Allende al suicidio en el palacio en llamas.

Son las hienas que causaron las masacres de obreros, campesinos y estudiantes en Bolivia, El Salvador, Chile, Perú, Colombia, Guatemala, Nicaragua, Haití, República Dominicana, en fin, de los que atizaron guerras civiles, invasiones, golpes de estado, despojo de tierras, exterminio de pueblos indígenas, fragmentación de naciones, crímenes políticos, zarpazos de la soberanía, servidumbre de gobiernos, explotación descarada de recursos naturales, soborno de políticos y periodistas, corrupción de funcionarios, jueces y militares, robo de caudales públicos, mascaradas electorales, vergonzosas leyes y podridas constituciones, financiamiento de periódicos, radios y canales de televisión al servicio de la antipatria y de la mentira…

Los pueblos en revolución alcanzan momentos estelares que son de gloria pero también de enorme responsabilidad. Una responsabilidad que no es sólo con su Patria, es también con los demás pueblos. Esa responsabilidad, por ejemplo, la ha llevado durante medio siglo la Revolución Cubana. Le correspondió en su momento a la experiencia derrotada en Chile en los 70. Es el caso, hoy, de Venezuela.

De la consolidación y avance de la revolución bolivariana depende en gran medida la suerte de otros procesos que han comenzado en América Latina y el Caribe y que mantienen un rumbo coincidente. Esos países están abriendo caminos de integración y creando nuevos instrumentos que la facilitan. Se trata de un histórico desafío al neocolonialismo que ya comienza a retroceder, abriendo el espacio que necesita para fraguar la auténtica identidad latinoamericana.

A la vez la existencia y fortalecimiento de la revolución bolivariana asegura que las señales de cambio político y social que se observan en otros países, se conviertan en propuestas alternativas de gobierno capaces de atraer a las mayorías como ha ocurrido en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua…y como promete suceder en marzo en El Salvador. Por otra parte, la fuerza del sentimiento y convicción latinoamericanista que emana de la revolución bolivariana, viene creando una corriente de gobiernos democráticos -como los de Argentina y Brasil- cuya solidaridad necesita el núcleo más avanzado de este proceso.

Con debilidades –y no pocas contradicciones-, hoy se puede sostener que América Latina intenta parir la revolución que por largo tiempo lleva en su seno. Aun falta tiempo, se necesita acumular más fuerzas, rearticular un sistema de ideas, etc., pero hay un proceso en marcha. Esto sin olvidar las conspiraciones, maniobras y golpes sangrientos que abortaron otros períodos revolucionarios. Es cierto que al socialismo del siglo XXI le faltan muchas definiciones.

Sin embargo, está claro que será construido a imagen y semejanza de la historia y cultura de América Latina y el Caribe que es comunitaria, mestiza, fogosa e imaginativa, libertaria, celosa de la independencia de su Patria y de visceral rechazo a toda forma de atropello a los derechos del hombre. Y estos son, precisamente, los rasgos de la revolución bolivariana, nacida en una cuna de principios que han modelado el carácter nacional y cuya paternidad filosófica pertenece a Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora. Pertenece a los venezolanos pero también es de nosotros, hijos de nuestros libertadores y seguidores de los grandes líderes antiimperialistas y revolucionarios de nuestras patrias.

El referendo del 15 de febrero en Venezuela, por lo tanto, no es ajeno a los latinoamericanos, sus compatriotas. No puede dejarnos indiferentes y sin vacilar tomamos partido por el Sí. Sí a la revolución latinoamericana, democrática y socialista.

El 15 de febrero millones de latinoamericanos caminaremos junto a los compatriotas venezolanos hacia los centros de votación. Seremos sombras susurrando aliento y solidaridad. Pero estamos seguros que el pueblo venezolano sentirá la presencia de sus hermanos acompañándolo a cumplir la honrosa responsabilidad que le asignó la historia. Y ese día más tarde, en la noche, junto con el pueblo en la calle abrazándose y cantando, el corazón de América Latina y el Caribe se alborotará de emoción al compartir el júbilo por esta nueva victoria.

 *Director de la revista Punto Final de Chile.

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