El régimen saudita, con récord de pena de muerte, principal aliado de EEUU en la región

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El 2016 empezó con pocas noticias internacionales aunque algunas de mucha monta, como las condenas a muerte en Arabia Saudita. ¿Qué hacen Mauricio Macri y Susana Malcorra que no protestan por esas reales violaciones a los DD HH?

El presidente argentino, al día siguiente de ganar el balotaje, dio una conferencia de prensa donde cuestionó a Venezuela por violar supuestamente los Derechos Humanos y la libertad de prensa. A modo de sanción iba a pedir la aplicación de la “cláusula democrática” del Mercosur contra Caracas, por esas causales y otra que a la postre resultó ser un fraude. Valga la redundancia, sostenía –en sintonía con la oposición derechista venezolana- que Nicolás Maduro había preparado un fraude en las legislativas del 6 de diciembre.
Aunque esa segunda acusación cayó por su propio peso, en la reunión del Mercosur del 21 de diciembre en Asunción, el debutante volvió a agredir a Venezuela, reclamando por los presos políticos. En rigor se refería a Leopoldo López y Antonio Ledezma; el primero está detenido por haber sido el promotor golpista de desórdenes que causaron las muertes de 43 personas durante 2014.
Macri creyó ver violaciones a esos derechos fundamentales donde no las había. Pero si las hubo en Arabia Saudita, cuyo régimen monárquico informó el 2 de enero que había ejecutado a 47 personas bajo cargos de pertenecer a grupos terroristas.
Tal acusación pareció infundada y en al menos cuatro de las víctimas, directamente falsa. El clérigo chiita Nimr Baqr al Nimr, de 55 años, era uno de ellos y no había practicado terrorismo alguno sino una oposición política al régimen de Salman Bin Abdelaziz al Saud, llegado al trono petrolero a principios de 2015.
Al Nimr, su sobrino Ali Mohamed y otros dos chiitas menores de edad fueron pasados por las armas, sin que se hubieran demostrado cargos de terrorismo en su contra.
Los suyos, en todo caso, eran “delitos de opinión”, de pensar distinto en cuanto a la religión, pues pertenecían a la rama chiita opuesta a la sunnita wahabita de los monarcas sauditas. Sobre todo, además de esa diferencia, Al Nimr reclamaba un trato político más igualitario para la minoría chiita del reino, que habita sobre todo la parte oriental. Por esa participación en las protestas de 2011 y 2012 fue detenido ese último año, en un procedimiento policial donde le pegaron cuatro tiros. Dos años más tarde fue condenado a muerte y el primer sábado de 2016 lo mataron.saudi decapitados2
La información divulgada por Riad dijo que los ejecutados fueron 47, ultimados en doce lugares en forma simultánea. En algunos casos fue por decapitación y en otros por fusilamiento. Quiere decir que el “Estado Islámico”, grupo terrorista alentado y financiado por Arabia Saudita para derribar a su adversario Bashar Al Assad en Siria, puede haber copiado de la dinastía Al Saud el método de sablazos para cortar cabezas de sus prisioneros.
Lo dicho al principio. Que Macri y su canciller Malcorra, que tanto despotricaron contra la Venezuela Bolivariana, tomen una postura crítica y adopten alguna sanción contra el reino petrolero decapitador; al menos que citen al embajador saudí en Buenos Aires.

¿Por qué lo defienden tanto?
Esas formas monárquicas de casas reales que viven como parásitos y se suceden unos a otros son una burla a la democracia en pleno siglo XXI. Es un poco raro que tantos politólogos, comunicadores y cientistas internacionales, prestos a ver la paja en el ojo cubano, norcoreano, iraní o venezolano, no vieran semejante viga en el del aliado de los Estados Unidos y la Unión Europea.
Estas decapitaciones fueron cuestionadas por el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, con el sensato argumento de que los cargos no eran firmes ni los juicios tuvieron la necesaria equidad.
Además no se trató de un “exceso” o singularidad de la política de aplicación de la pena de muerte. Se sabe que en 2014 las ejecuciones fueron 90 y que en 2015 aumentaron a 158, lo que ubica al actual monarca, Salmán, como peor que su antecesor Abdulá.
Los defensores del rey de estos días podrán decir que en otros aspectos éste es mejor que el anterior. Por ejemplo, Arabia era el único país del mundo donde las mujeres no podían votar y mucho menos ser candidatas, al único nivel gubernativo que se somete a elecciones: los consejos municipales. En rigor se eligen por voto dos tercios, el otro lo decide el dedo monárquico.
Sólo había habido dos comicios de ese tipo en toda la historia al Saud: en 2005 y 2011. Sólo después de esa segunda vez, el “malo” del Abdulá admitió que las mujeres votaran, bien que con miles de restricciones y trabas burocráticas. Así fue que en diciembre de 2015 pudieron sufragar, con el “bueno” de Salmán.
De todos modos el reino es un infierno para las féminas. Se lee en internet: “la monarquía saudita es uno de los países más restrictivos del mundo para las mujeres, que no tienen derecho a conducir automóviles y necesitan el visto bueno de un hombre para trabajar o viajar. El país era el único del mundo en negar el derecho de voto y la candidatura a sus ciudadanas”. Fecha de la cita: 13/12/2015.
Con esas características tan poco democráticas, ¿cómo puede ser que antes Abdulá y luego Salmán tuvieran tan buena prensa en EE UU y la UE?
La política y la economía lo explican perfectamente.saudi realeza
Para las potencias imperialistas y en particular Washington, el régimen con capital en Riad ha sido el aliado más firme en el mundo árabe, su pie izquierdo, pues el derecho es Israel. Si había que atacar a Irak, allí estaba la dinastía al Saud. Si se quiere agredir a Irán, otro tanto. Desde 2011 el blanco es Siria, y allí están los sauditas en la primera fila de la coalición liderada por EE UU contra al Assad. La monarquía más reaccionaria de la zona es aliada del imperio y la OTAN por razones políticas, aunque su enfrentamiento wahabita-sunní contra la rama chiita del Islam también pone su cuota de veneno.

Nadan en petróleo
Desde el punto de vista económico hay también una alianza estrecha entre Arabia Saudita y las potencias occidentales; no sólo con sus gobiernos sino también sus corporaciones, bancos y organismos internacionales de crédito.
La monarquía está parada sobre las mayores reservas internacionales de petróleo, estimadas en 268.000 millones de barriles (la misma fuente estadounidense “US Energy Information” calcula las reservas argentinas en 3.000 millones de barriles).
En ese podio mundial los sauditas tuvieron un traspié cuando Venezuela los desplazó al segundo lugar, con sus reservas comprobadas por 298.000 millones. Una pequeña digresión: el gobierno venezolano, democrático y popular, dio a ese recurso natural un uso social con su población y otros pueblos latinoamericanos, nada que ver con el discrecional y de inversionistas internacionales de la casa Al Saud.
Las divisas obtenidas por esos monarcas y otros del golfo, de Qatar, Emiratos, etc., se gastan en mansiones, inversiones inmobiliarias, financieras, adquisiciones de clubes de fútbol y seguramente muchas otras “non sanctas”, amén de armar a los grupos terroristas que atacan a Siria sin importarles que fueran brotes de Al Qaeda. Los bancos internacionales reciclaron los petrodólares en forma de préstamos que en los ´70 y generaron la deuda externa de muchos países, incluida Argentina. Los organismos internacionales reclamaron ajustes y otorgaron refinanciaciones con pingües ganancias para los bancos, que devolvían una parte al capital de las monarquías.
saud petroleo1Aún en época de baja de los precios del crudo, como hoy, que cotiza a 35 dólares cuando en 2014 superaba los 100, los sauditas siguen jugando ese rol. Cada vez que Venezuela pidió en la OPEP que se rebajara un 5 por ciento la producción para inducir a que la menor oferta frenar un poco el descenso de precios, el representante de Riad dijo que no. Ellos no están interesados en construir un millón de viviendas como las que acaba de terminar Nicolás Maduro con parte de la renta petrolera.
Por esas razones políticas, militares y económico-financieras que a los monarcas sauditas se les perdona casi todo.
Los que no se lo perdonan son buena parte del mundo musulmán, y no sólo los chiítas que fueron los más indignadas por los 47 ejecutados. En Irán hubo manifestaciones populares en Teherán y en Mashad, el domingo 3, con incendios parciales de la embajada de Arabia Saudita y su consulado, respectivamente.
El presidente iraní Hassan Rohani, que en primera instancia había deplorado el crimen cometido con Al Nimr tuvo luego que deslindarse de aquel ataque a la legación diplomática. Dijo que afectaba a la imagen de Irán en el mundo.
Hubo muchos pronunciamientos contrarios a las ejecuciones en Arabia: del citado Rohani, el ayatolá Alí Jamenei, autoridad religiosa suprema de Irán; el ayatolá Alí Al Sistani, de Irak; el primer ministro de ese país, Haida al Abadi; la milicia chiita libanesa Hizbullah por medio de su líder Hasán Nasralá; el movimiento rebelde chiita de los hutúes en Yemen; en Bahrein donde la mayoría de la población es chiíta pero la casa gobernante es sunní, etc.
Los fusilamientos del 2 de enero fueron funestos. Sin embargo sirvieron para mostrar al mundo que la demonización de Irán y del presidente sirio era una vulgar operación de EE UU para justificar sus agresiones y embellecer a las monarquías más retrógradas como la saudita.

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