EL SEÑOR BUSH Y LA INTELIGENCIA Y PORFÍA YANQUI
El primer ejército yanqui no es el que invadirá el Caribe o Centroamérica, ni países árabes –pese a la incursión en Argelia durante el siglo XIX–, ni el que se apropió de la mitad –o más– de la América del Norte que hoy ocupa EEUU también en la primera mitad del XIX. El primer ejército yanqui ganó la Guerra de Secesión allá por la década de 1861/70.
No fueron los yanquis esclavistas –lo eran los estadounidenses del sur: de Virginia, las Carolinas, Louisiana, etc…–; fueron comerciantes, cazadores de ballenas, productores de ron, mecánicos, y desde luego –como los criollos iberoamericanos– masacradores de las naciones que originalmente poblaron el territorio donde levantaron sus casas a partir del mítico bergantín Mayflower y desde el cual se expandieron.
No hay nada de idílico en el paisaje humano yanqui. Las familias que emigraron de Inglaterra huían. No hay historias de nobles guerreros, no son los adelantados españoles que cruzaron de este a oeste «las Américas» –por cierto esos adelantados tampoco traían en sus morrales certificados de aristocracia–. Los del Mayflower y los que les siguieron fueron grupos familiares, gente de trabajo atada a una fe religiosa fundamentalista que en ocasiones fue insolidaria.
Es en el fondo una historia triste
Cuando comenzaron las grandes migraciones a América del Norte, mucho después, irlandeses, alemanes, suecos, polacos, judíos, italianos, y más tarde chinos, japoneses, vietnamitas –como hoy las de otros americanos: del centro, del Caribe, del sur del continente, que mexicanos fueron los que poblaron el suroeste de ese país antes que surgieran las leyendas del «lejano Oeste», de El Álamo, del oro californio, de la construcción del ferrocarril del Atlántico al Pacífico– comenzó también, junto con brillar su cénit, la decadencia del yanqui.
Ni la ebriedad victoriosa del vencedor de la Guerra de la Secesión, Ulises Grant, ni el garrote del primer Roosevelt, ni el Nuevo Trato del segundo, ni las obscenas «picardías» de maese Nixon, ni el absurdo y breve Camelot de Kennedy, ni los asesinatos de presidentes, en fin, lograron detener su tragedia.
Y en la actualidad, mientras alguno de escondidos presos políticos estadounidenses amanece muerto en su celda, como William C. Rogers –Avalon, de 40 años de edad–, que estaba detenido en Prescott, Arizona, y otras y otros miles (por ejemplo militantes del Earth Liberation Front) esperan juicio o cumplen sentencia –a no pocos se les niegan los alimentos vegetarianos que les exige su fe o su convencimiento– el país es gobernado por el nieto de quien contribuyó poderosamente a encumbrar a un tal Adolf Hitler allá por la década de 1931/40 al poder en Alemania, el señor Prescott Bush.
El drama del señor Bush
Los Bush no son yanquis. Aunque ajeno al lenguaje de la sociología, un adjetivo les calza, es francés: parvenu, que a su vez hunde sus raíces en el latín: pervenio, pervenire: llegar, alcanzar, triunfar, que en términos sociales se refiere a quienes logran riqueza y estatus pero no pertenecen verdaderamente a la elite con la que se codean o aspiran a codearse, elite que –a su vez– no los acepta, aunque puede utilizarlos para sus propios fines.
Los grupos sociales se reconocen por una serie de códigos internos; el parvenu no los maneja, carece de la cultura –y frecuentemente de los valores, hábitos, costumbres y modales– que esos grupos han desarrollado con el paso del tiempo, transmitiéndolos de padre a hijos, a veces por varias generaciones, hasta que –para usar una palabra de moda– el grupo «colapsa» y surge otro que –en el caso de las elites– permeará con mayor o menor éxito el cuerpo social.
La mayor parte de los furcios y errores garrafales –debidos a su falta de educación, asunto de mera escolaridad– que comete el actual presidente Bush son y fueron divulgados por sectores la elite estadounidense, que así manifiesta su desprecio por ese que en América Latina se podría llamar «provinciano arribista».
A falta de una elite cultural al modo europeo a quien imitar, se diría que el paradigma del señor Bush es el viejo pionero yanqui. Sólo que aquel ya no existe. Su lugar ha sido ocupado por millonarios surgidos de corporaciones y empresas anónimas gerenciadas por técnicos ambiciosos, corruptos e inmorales –lo que quedó en evidencia cuando el escándalo Halliburton–.
Esos ejecutivos, gerentes, contadores, accionistas, directores –el imperio, en suma– utilizan la triste ingenuidad del señor Bush, le dieron patente de líder y corbata –sólo corbata– de estadista. A cambio obtuvieron el territorio afgano para futuros oleoductos y gasoductos –y quizá el lucrativo negocio del opio–, el territorio iraquí (en rigor el subsuelo iraquí), extendieron la influencia estadounidense en el área rusa (un conflicto que cocina con lentitud su futuro), se aprestan para «parar» a China en la próxima década y exigen mano dura con esos revoltosos suramericanos que «no hacen bien sus tareas».
América Latina en el mapa
No se trata de asumir la defensa del señor Chávez, se trata de que cualquiera que sean sus méritos o errores como gobernante –y debe haber de ambos– quienes, utilizando como trampolín la Casa Blanca, pretenden gobernar el mundo no permitirán ni exabruptos ni políticas ni gestos que puedan traducirse como expresión de independencia o duda sobre quienes son los jefes. Frente matón del barrio no se saca la voz.
Chávez y su revolución bolivariana son un objetivo. Están en la mira y es cosa de tiempo y oportunidad para que se aprete el gatillo. Con los matones –y ahí el grave, gravísimo error de quienes buscan una salida bajo el alero de Wáshington– no cabe diálogo, sólo obediencia. Mas sucede que Chávez ha logrado –porque los pueblos recuerdan la historia que sus dirigentes en ocasiones olvidan– oídos en América Latina. Recoge las añoradas banderas allendistas de dignidad. Aunque Chávez no es Allende, de algún modo es semejante su mensaje independientista.
Frente al caudillo venezolano –Chávez actúa más como un caudillo que como un político moderno, aunque sea moderna su política– las aguas parecen haber bajado en calma. Probablemente sea un espejismo. Quizá el imperio espera la a todas luces inevitable y más cercana que distante muerte de Fidel Castro (porque en Cuba sitúa la escuela de disidencia) para intervenir en La Habana y cortar luego las cabezas que más al sur portan ideas diabólicas que, sostiene, allí nacen y adquieren forma «terrorista».
Lula Da Silva escapó enjabonado; en parte por inteligencia de hombre de Estado y en parte porque Brasil, al fin y al cabo, es una de las economías mayores del mundo, con fuertes lazos con Europa. Además no es lo mismo desestabilizar un país monoproductor, agobiado, como Venezuela, por más de treinta años de corrupción «puntofijista» – el Pacto de Punto Fijo, firmado en 1958 por los partidos Acción Democrática, Unión Republicana Demorática y Socialcristiano permitió la gobernabilidad del país luego de la caída de Marcos Pérez Jiménez y hasta la elección de Hugo Chávez, aunque la Unión Republicana haya desaparecido como factor de poder menos de 20 años después–, que otro con casi 200 millones de habitantes y con un peso específico en y más allá del continente.
Es claro que para el imperio el horno no está para bollos. Evo Morales le asestó una bofetada sin duda imperdonable para el provincialismo estadounidnse: no fue una vez elegido presidente de Bolivia en peregrinación a Wáshington o por los rumbos corporativos de Nueva York –ni Londres–. Además supo extender, paralelamente, una mano amistosa a su enemigo secular, el Estado chileno, deslizando que querría que el presidente de aquel país fuera a los actos de su asunción en el Palacio Quemado.
Morales refleja, por otra parte, las mareas indígenas que se suceden en el continente, desde México hasta la Argentina; los pueblos originarios se han puesto en marcha con conciencia plena de su identidad y vigor político; que comienzan a ser escuchados en las sociedades mestizas y empobrecidas, en las que el reparto del producto social es irritantemente injusto, en las que el mango del cucharón lo tienen los sectores económicos poderosos internos en alianza cerrada con los representantes del imperio.
Basta observar en la Argentina el modo como se repartió el desguace de Aerolíneas, de los servicios eléctricos, de la telefonía, de los yacimnientos petrolíferos fiscales; cómo funciona la producción de cobre en Chile, cuáles son los bancos más importantes, quiénes manejan la educación superior; de qué modo se organizó la economía mexicana luego del tratado comercial de América del Norte; hacia dónde se orienta el narcotráfico colombiano y quienes de verdad tutelan sus fuerzas armadas; por qué emigran en masa peruanos y ecuatorianos; cuál es la situación de la población de los países de América Central.
Duros serán los días del futuro inmediato para Bolivia; también lo serán para el próximo presidente de su vecino Chile –a tres días de las elecciones todo indica que será una presidenta–, donde la expectativa de mejorar su calidad de vida de los más explotados no parece aceptar otra postergación. Y en el Perú tal vez Ollanta Humala haya prendido la mecha de una explosión difícil de calcular; las elecciones presidenciales serán el nueve de abril.
LATINOAMÉRICA Y NOSOTROS
Esta es una carta al editor que apareció en The New York Times el 24 de diciembre de 2005 –informa la revista estadounidense Progreso Semanal. González, de ascendencia cubana, vive en Madison, Wisconsin. Acaba de terminar un período como presidente del Comité cubano por la democracia.
Ricardo A. González
Frente al viraje de Latinoamérica hacia la izquierda (“Una Latinoamérica Diferente”, editorial del 24 de diciembre), la respuesta del equipo de la administración Bush ha sido más de las mismas políticas fracasadas y de las soluciones que no funcionan para problemas acuciantes.
Ninguno de esos enfoques es más evidente que nuestra política hacia Cuba.
Justo en este año, todos los jefes de estado latinos repetidamente pidieron a Estados Unidos que terminara con su política de embargo y aislamiento, pero la administración Bush se niega a escuchar.
Los últimos ejemplos de esta torpeza son la negativa de visas a los jugadores cubanos de béisbol para que jueguen en Puerto Rico en el Clásico Mundial de Béisbol y la nueva convocatoria de la llamada Comisión para la Ayuda a una Cuba Libre por parte de la Secretaria de Estado Condoleezza Rice.
Durante toda la era colonial e incluso durante el siglo XX, Cuba fue considerada la “llave del Golfo”.
Eso aún puede ser válido, ya que una solución pacífica a nuestras diferencias con Cuba debiera ser el primer paso para desarrollar una nueva relación con Latinoamérica.
LA PRENSA AUTISTA DE UNA SOCIEDAD AUTISTAw
Los diez artículos más leídos del The New Times en el año 2005 recien pasado según lo informa el mismo diario. ¿En que mundo quieren que vivan sus habitantes? Sin embargo no nos engañemos, allí también se lucha por la posibilidad de un mundo mejor.
1) Maureen Dowd: What’s a Modern Girl to Do?
Published: October 30, 2005
Burning your bra or padding it. Demanding «Ms.» or flaunting «Mrs.» Splitting the check or letting him pay. Playing it straight or playing hard to get.
http://www.nytimes.com/2005/10/30/magazine/30feminism.html?ex=1152421200&en=4c0bd9b9392f83a7&ei=5087&nl=ep&emc=ep
2) Maureen Dowd: United States of Shame
Published: September 3, 2005
W. drove his budget-cutting Chevy to the levee, and it wasn’t dry. Bye, bye, American lives.
http://www.nytimes.com/2005/09/03/opinion/03dowd.html?ex=1152421200&en=33ed7a6104e306ce&ei=5087&nl=ep&emc=ep
3) Kurt EichenwaldThrough His Webcam, a Boy Joins a Sordid Online World
Published: December 19, 2005
A 13-year-old was drawn into performing sex acts for an online audience in a tale of the dark collateral effects of technology.
http://www.nytimes.com/2005/12/19/national/19kids.ready.html?ex=1152421200&en=b6a6948be791b718&ei=5087&nl=ep&emc=ep
4) Sharon Waxman How Personal Is Too Personal for a Star Like Tom Cruise?
Published: June 2, 2005
Tom Cruise is puzzling associates and members of the public with his behavior while promoting the Paramount movie «War of the Worlds»
http://www.nytimes.com/2005/06/02/movies/02crui.html?ex=1152421200&en=f6f5454fa08f2725&ei=5087&nl=ep&emc=ep
5) Ralph Blumenthal, Joseph B. Treaster and Maria Byman New Officials Struggle to Reverse a Growing Sense of Anarchy
Published: September 1, 2005
Bodies floated in stagnant floodwaters, and food and water supplies dwindled for thousands of trapped, desperate residents who had not yet managed to find a way out.
http://www.nytimes.com/2005/09/01/national/nationalspecial/01cnd storm.html?ex=1152421200&en=0355841e84744d2c&ei=5087&nl=ep&emc=ep
6) Thomas L. Friedman Osama and Katrina
Published: September 7, 2005
If President Bush goes back to his politics as usual, Katrina will have destroyed a city and a presidency.
http://www.nytimes.com/2005/09/07/opinion/07friedman.html?ex=1152421200&en=bec05a0d389f1bd2&ei=5087&nl=ep&emc=ep
7) DAN BARRY Macabre Reminder: The Corpse on Union Street
Published: September 8, 2005
It is remarkable that on a downtown street in a major U.S. city, a corpse can decompose for days, like carrion, and that is acceptable.
http://www.nytimes.com/2005/09/08/national/nationalspecial/08orleans.html?ex=1152421200&en=554893528b6ae1b8&ei=5087&nl=ep&emc=ep
8) Editorial Waiting for a Leader
Published: September 1, 2005
George W. Bush gave one of the worst speeches of his life Wednesday, especially given the level of national distress and the need for words of consolation and wisdom.
http://www.nytimes.com/2005/09/01/opinion/01thu1.html?ex=1152421200&en=185c1b502001627b&ei=5087&nl=ep&emc=ep
9) David Johnston, Richard W. Stevenson and Douglas Jehl Cheney Told Aide of C.I.A. Officer, Lawyers Report
Published: October 25, 2005
Notes of a previously undisclosed conversation between the vice president and his chief of staff appear to differ from I. Lewis Libby’s federal grand jury testimony.
http://www.nytimes.com/2005/10/25/politics/25leak.html?ex=1152421200&en=7868919a02852479&ei=5087&nl=ep&emc=ep
10) Paul Krugman A Can’t-Do Government
Published: September 2, 2005
America, once famous for its can-do attitude, now has a can’t-do government that makes excuses instead of doing its job.
http://www.nytimes.com/2005/09/02/opinion/02krugman.html?ex=1152421200&en=c08641d8eb2e4e9f&ei=5087&nl=ep&emc=ep