El sinuoso camino a la Casa Blanca, minado de corrupción y amenaza de caos
A 60 días para la elección del 5 de noviembre y sin que ninguno de los dos candidatos pareciera lograr una ventaja definitiva, el camino hacia la Casa Blanca sigue repleto de obstáculos, juicios, corrupción y amenazas de posible violencia: esto ha sido lo normal desde hace nueve años, cuando llegó el magnate Donald Trump al escenario político estadounidense.
Los estadounidenses (también el mundo) están pendientes de lo que ocurra la noche del próximo martes en Filadelfia, donde Kamala Harris y Donald Trump se enfrentarán en un debate presidencial que promete ser un momento crucial en la carrera hacia la Casa Blanca. El debate, organizado por la cadena ABC News, se llevará a cabo en el National Constitution Center.
En el promedio de las encuestas nacionales, calculado por The New York Times, Harris tiene la ventaja de 49 contra 46 por ciento de Trump, formalmente acusado de interferir en una elección –intento de golpe de Estado–, manejo ilícito de documentos oficiales secretos (cargo anulado por una jueza nombrada por Trump, pero que está bajo apelación), y casos estatales donde ya fue declarado culpable por fraude empresarial, abuso sexual, y está batallando para frenar otro caso estatal por interferencia electoral.
Esta elección no es algo que se definirá a nivel nacional, sino el resultado final será determinado sólo por unos seis o siete estados de los 50, y por unos cuantos de cientos de miles de votos; el seis por ciento de los votantes en seis estados podrán acabar determinando el resultado nacional.
No hay voto directo para elegir presidente en este país, el proceso en realidad son 50 elecciones estatales simultáneas con el ganador de la mayoría en cada estado ganando todos los votantes del Colegio Electoral de ese estado. Por ese sistema, un candidato puede ganar, y por mucho, el voto nacional, pero perder la elección.
¿Democracia?
The Guardian recordó que 0,03 por ciento del voto nacional –43 mil sufragios en Wisconsin, Georgia y Arizona– fueron los que le dieron el triunfo a Joe Biden sobre Trump en 2020. Y en 2016, sólo 80 mil votos en estados claves inclinaron la balanza a favor de Trump.
En lo que promete ser la contienda más cara por varios miles de millones de dólares, la corrupción sistémica del proceso se evidencia en el enorme poder de unos pocos donantes multimillonarios de ambos partidos y candidatos, cuyos aportes tienen mucha más influencia sobre las posiciones políticas que los votos de los ciudadanos.
Los sondeos reflejan la explosión demográfica de los latinos, que han sumado cuatro millones de personas al padrón de votantes desde 2020. “El 37% de los latinos en el electorado son nuevos desde que se enfrentaron Trump y Hillary Clinton en 2016, es un conjunto fundamentalmente diferente”, señaló Gary Segura, fundador de BSP Research.
La diatriba electoral trata de ocultar, también, la dura realidad del país. La economía sigue esquivando la recesión a pesar de los malos augurios, pero el debilitamiento del mercado laboral continúa. La creación de empleo se aceleró algo en agosto y la tasa de paro se redujo una décima, desde el 4,3% hasta el 4,2%. Pero durante el mes se crearon 142.000 puestos de trabajo no agrícolas: los economistas esperaban la creación de 164.000 empleos.
Los sondeos muestran la elección reñida que los analistas esperaban hace un año, antes de que la candidatura del presidente Joe Biden saliera de la ecuación. Vuelve la ventaja demócrata de 20% entre los votantes jóvenes, pero los de más edad, apenas se han inclinado por Kamala Harris. Pero ha quedado en entredicho la tradicional fortaleza de Trump entre los votantes negros e hispanos.
En el último mes de encuestas de alta calidad, Harris tiene una ventaja de 78-14 entre los votantes negros y una ventaja de 52-41 entre los votantes hispanos. Nuestros sondeos de The New York Times/Siena College en los estados disputados muestran resultados similares, con una ventaja de 80-15 entre los votantes negros y de 52-42 entre los hispanos.
Harris consolida su ventaja de 27 puntos hispanos (58,5% contra 32,4%) entre los latinos, un sector clave del electorado compuesto por 36 millones de personas con derecho a voto, de acuerdo a un sondeo auspiciado por Unidos US, una de las mayores organizaciones latinas en Estados Unidos y que en mayo llamó a votar por Joe Biden. Esta elección será la primera o segunda cita electoral para el 37% de la comunidad.
¿Hacia una crisis electoral?
Trump y su partido se preparan para detonar otra crisis electoral apostando a que los resultados serán muy cerrados en varios estados claves y, como lo hicieron la vez pasada, armar un conflicto legal pasados los comicios. La conclusión oficial de los comicios podría demorarse, y mucho, y otra vez más arriesgar una crisis constitucional.
Los republicanos también repetirán acusaciones de que migrantes sin derecho al voto son parte del supuesto fraude que se está preparando; todo sin evidencia. Los demócratas se preparan contratando a decenas de abogados y organizando una unidad dedicada a la protección del votante.
Si Trump pierde la elección, hará todo lo posible para sembrar caos, e incluso republicanos anti-Trump no descartan que llamaría a una insurrección. Hasta ahora se rehusó a comprometerse a respetar los resultados de la elección, y en una entrevista reciente afirmó que tenía todo el derecho de interferir en esa elección, justo uno de los delitos por los cuales está enfrentando juicios.
Mientras, Hunter Biden, el hijo menor del presidente Joe Biden, sorprendió a fiscales al proponer declararse culpable de manejos fiscales ilícitos y con ello evitar otro juicio, y una posible condena de prisión. El asunto ya no tiene las mismas implicaciones políticas que antes, desde que su padre se retiró de la contienda electoral.
* Economista, politólogo y analista estadounidense, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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