El té envenenado

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Teódulo López Meléndez.*

Asistir al espectáculo de John McCain moviéndose desesperadamente hacia la derecha para conservar su curul de senador implica algunas reflexiones sobre lo que sucede en Estados Unidos. El excandidato presidencial republicano ha mostrado poca solidez interna, es lo lo menos que puede decirse, y la sobrevivencia política como factor determinante de la vida pública alzada hasta un pragmatismo que lleva a apoyar las leyes anti inmigración, una advertencia dramática sobre un pragmatismo devorador.

Ya la manifestación de Wáshington frente al monumento a Lincoln en la misma fecha en que Martin Luther King pronunció su famoso “I have a dream” implica un desafío al que, al menos, hay que dedicarle una mirada. Se llama Tea Party Movement en referencia al movimiento anticolonialista de finales del siglo XVII que protestaba contra el establecimiento de impuesto al té. Al fin y al cabo este ultraderechista brote nació formalmente en 2009 contra el paquete de estímulos fiscales “American Recovery And Reinvestment Act of 2009”

Uno podría afirmar que el error más que grave de McCain de elegir a Sarah Palin como su candidata a vicepresidente está mostrando sus frutos venenosos, pero sería demasiado simple atribuir a esta mujer las causas de lo que sucede. Está Glenn Beck, quien desde Fox lanza los ataques más duros y siniestros. Quizás podríamos argumentar la tesis de los flujos y reflujos, dado que hay un presidente demócrata, negro, antiguerrerista que trata de transformar la sociedad que lo eligió.

“Recuperar el honor de los Estados Unidos”, consigna bastarda que seguramente pasa por seguir guerreando, por volver a la carencia de derechos civiles”, por colgar de los postes a los "gays" y por expulsar a los millones de latinoamericanos que viven ilegalmente en la patria de Lincoln. Obama es un Imán (jefe religioso musulmán) para estos enfurecidos que se proclaman “cristianos, americanos, heterosexuales, pro-armas y conservadores”.

El objetivo es destronar a los republicanos moderados e imponer sus ideas ultraderechistas hacia las elecciones de noviembre. Han tenido algunos éxitos, como la derrota de la senadora republicana Lisa Murkowski en Alaska o el caso de La Florida donde el gobernador republicano, Charlie Crist, tuvo que declararse independiente para no perder las primarias frente a la cara hispana del té envenenado, el descendiente de cubanos Marco Rubio.

El "stablishment" republicano ha resistido bien, pero no cabe duda que el Tea Party ha logrado mover el partido hacia la derecha. Cuántos de sus candidatos lograrán entronizarse en el Capitolio en noviembre es una incógnita, como lo es el balance final de los demócratas con un presidente muy bajo en popularidad y una situación económica que no se revierte del todo.

Los votantes de origen cubanos de Florida se inclinan en gran parte hacia el Partido Republicano. Ahora parece que lo hacen hacia el brote extremista llamado Tea Party. El comunismo produce ese efecto, el de creer que la única respuesta posible es envolverse en la ultraderecha. Cuando Castro apenas comenzaba su poder, en Miami el dictador caía todos los días, todos los días lo mataban o todos los días se producía una invasión. Aún recuerdo los llaveros hechos de balas que regalaban  a los viajeros los integrantes de las primeras oleadas de exiliados.

El aire de Florida parece contagioso. Una mínima parte de venezolanos que allí habitan ahora corren los rumores más extraños. Uno ve poniendo en las redes sociales cosas como inminente alzamiento militar, como una confirmada movilización aérea o como la afirmación tajante de que un portaviones gringo está arribando al Golfo de Venezuela.

Quizás allí está el mejor germen para un movimiento venezolano de ultraderecha, uno que podría encontrar en algún episodio de nuestra historia el nombre apropiado para no calcar el de Tea Party.

Las confusiones se hacen té. La prostitución que practica el presidente régimen venezolano de principios correctos ha llevado a que ahora todos digan ser de derecha. Poco les falta para encontrar a Sarah Palin y a Glen Beck.

* Escritor.
En Democracia del siglo XXI.
 

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