El terrorismo de los medios periodísticos: nueva etapa en Venezuela

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Néstor Francia.*

Al parecer finalmente se verá el fin de la situación en El Rodeo II. Esto sería un gran logro de la política de diálogo del gobierno revolucionario. Como hemos visto en todas estas semanas de tensiones en el recinto carcelario, es fácil distinguir dos actitudes muy distintas ante los hechos. Una es la el gobierno, que ha hecho un notable esfuerzo de paciencia y respeto a los derechos humanos, privilegiando en todo momento el diálogo. 

 

Otra la de la canalla mediática, echando leña al fuego, provocando, apostando a la muerte, convertida en vocera de los pranes y de sectores minoritarios de familiares manipulados y utilizados.

Al final, se impone el amor sobre el odio. Tal como afirmó el ministro Tarek El Aisami, “Esas masacres sólo quedaron en las mentes enfermas y en los titulares llenos de odio de esa oligarquía, de esa burguesía y de esos medios de comunicación… Una vez más hemos derrotado el odio de la derecha y los medios”.

¿Qué tratamiento dará la canalla mediática a la solución encontrada? Por supuesto, tratarán de minimizarla, desvirtuarla, mancharla con nuevas mentiras y manipulaciones ¿Pero cómo? Todo dependerá de los detalles finales del desenlace, pero un bocadillo nos han dado ya los terroristas de El Nacional. Después de servir de nuevo de altavoz de los pranes (Ya el titular principal de primera plana pone el anuncio en boca de ellos, y no del Gobierno:

“Pranes de Rodeo II anuncian su entrega”), en el subtítulo inician la labor de zapa, la intención de mermar la calidad dialogante de la acción oficial, y una vez pretenden ser voceros de excepción de los jefes delictuales que aterrorizan a  sus compañeros de celdas: "Que se sientan orgullosos de haber ganado esta guerra de desgaste, por ahora’, dijo ‘Oriente’ en llamada a El Nacional. Afirmó que ya no podían seguir sin agua ni comida”.

En primer lugar, definen los sucesos como una “guerra” y no como un diálogo. Una “guerra de desgaste”, donde no tiene el Gobierno ningún mérito ni los pranes ninguna responsabilidad. En segundo lugar, vuelven a poner a los pranes en papel de víctimas y al mismo tiempo de héroes. En tercer lugar, dejan colar una amenaza, una canallesca premonición, un “por ahora”: habrá más violencia, más muerte, más dolor, eso es lo que desea, preconiza y alienta la banda terrorista que dirige El Nacional.

 Guerra de cuarta generación

Siguiendo con estos temas de la guerra de cuarta generación, la revista colombiana Semana ha estado muy activa. Primero utilizó y probablemente manipuló una entrevista a José Vicenta Rangel, donde este supuestamente acusó a Diosdado Cabello de representar a la derecha capitalista en el Gobierno (esto no lo ha desmentido Rangel, pero conociéndolo como lo conocemos, nos resulta al menos poco creíble que el veterano periodista haya dicho exactamente eso).

En todo caso, Semana se presenta ahora con un reporte sobre un supuesto cable de Wikileaks, donde carga contra varias figuras del gobierno citando fuentes siempre anónimas. La descarga salpica no solo a Diosdado Cabello, sino también al gobernador de Aragua, Rafael Isea, al  ex ministro Jesse Chacón y al mismo ex vicepresidente y ex ministro José Vicente Rangel.

La descripción de las fuentes es sintomática, haciendo uso de un recurso muy manido por la derecha: querer da credibilidad a sus patrañas por medio de “voceros con autoridad” que uno no sabrá nunca quiénes son: “Un ejecutivo del sector portuario venezolano”… “El informante”. ..“Otros analistas”…“Un economista”. El refuerzo de la guerra mediática contra nuestro gobierno se ve alentada por el gran impacto que ha tenido en Venezuela la enfermedad del presidente Chávez, y sobre todo la actitud del líder ante ella.

En este momento, cosas del destino, Chávez se muestra políticamente más fuerte que antes de conocerse su dolencia, ha crecido como figura y como conductor, en medio de la adversidad. Eso hará que las manipulaciones recrudezcan, no lo dudemos.
 
En este mismo contexto hay que ubicar la continuación de los ataques de la ultraderecha yanqui contra Venezuela y su gobierno revolucionario. El ex embajador de Estados Unidos ante la Organización de Estados Americanos, Roger Noriega, declaró ante el subcomité de Seguridad Interna de la Cámara de Representantes de Estados Unidos: “La isla de Margarita hace que la zona de la Triple Frontera luzca como un jardín de infancia”.

Cables de agencias internacionales expresan que “los expertos señalaron que la creciente afinidad del gobierno venezolano con las organizaciones revolucionarias de Oriente Medio, convirtieron al país petrolero en una plataforma mucho más estable para servir de centro de operaciones”, y citan a Douglas Farah, del International Assessment and Strategy Center: “Es mucho más seguro…Allí están totalmente protegidos, a diferencia de en la Triple Frontera, donde en ocasiones las autoridades brasileñas se ponen incómodas y los paraguayos algunas veces reaccionan… Si quieres ir a un sitio, vas a uno donde el Estado brinda protección y donde controla el ambiente”. 

Noriega, por su parte, añadió: “Agentes están entrenando a otros que representan una amenaza física contra Estados Unidos y contra nuestros intereses… La recolección de fondos es solo una parte, también están buscando una capacidad operativa para atacar nuestros intereses cuando ellos hagan el cálculo que está en sus intereses hacerlo”.

Ilan Berman, vicepresidente del American Foreign Policy Council, asomó que “Es una red que está siendo utilizada en este momento para recaudar fondos para la organización, pero es una red que fácilmente puede ser utilizada para proyectar una capacidad operativa”. Y Noriega, de nuevo: “Agentes están entrenando a otros que representan una amenaza física contra Estados Unidos y contra nuestros intereses”.

Como se ve, el discurso de la ultraderecha se orienta cada vez más hacia la creación de un escenario virtual que representa una amenaza bélica directa contra Estados Unidos. Es el tipo de razones que privó para intervenciones en el Medio Oriente, señaladamente en Irak. No nos lo podemos tomar a la ligera.

* Periodista.

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