El último brindis de Patricia Highsmith

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El día en que Patricia Highsmith conoció a Agustín Lara fue una mañana soleada en el puerto de Veracruz. Ella observaba a las personas desde La Parroquia, un largo café alicatado en negro hasta media altura con un exprés excelente por un peso. Mesas blancas, algunas con mantel de paño, sillas de heladería, terraza en la acera. Allí, según una nota escrita a vuela pluma el 7 de marzo de 1957, los hombres hablan de lo que sea a voz en cuello. De pronto, en la acera de enfrente, vio a una extraña multitud que se agolpaba alrededor de un hombre delgado y demacrado con aire a Jean Cocteau
Ropa cara, una dolorosa cicatriz de la comisura del labio hasta debajo del mentón y el cuello. Todo el mundo lo adula. Hay fotógrafos de prensa a su alrededor, diciendo a la gente que se aparte. Está con una bonita mujer de unos 40 años que es también alguna celebridad. Entra en un bar con una máscara negra (no va disfrazada, por lo demás) que por algún motivo hace que el local se venga abajo con los aplausos. Por la calle, infinidad de chicos gays, entre los que sobresale un travestido especialmente logrado, con las mejillas rosas, un sombrero de los años 20, tacones altos, larguirucho con un vestido negro se come con los ojos al gentío y saca la lengua con lascivia.

Las luces y las sombras de Patricia Highsmith: 100 años de la escritora que reinventó el suspenso

Patricia Highsmith sabía que las novelas deberían ser una cosa emocional algo inusual que los lectores puedan recordar, que los estremezca, los haga reír, algo de lo que puedan conversar y hasta que puedan recomendar a sus amigos.

Por eso tomaba notas de cosas sorprendentes en sus diarios. De las relaciones tormentosas con algunas de sus amantes, de su depresión y ansiedad por la falta de dinero, de los cuestionamientos tontos de los congresistas, como aquel que soltó a Arthur Miller la única frase por la que será recordado: ¿Por qué escribe de una manera tan mórbida, tan triste? ¿Por qué no emplea ese magnífico talento suyo en favor de la causa del anticomunismo?

No deja de sorprenderme que la literatura de la Highsmith se siga viendo como mero divertimento, como algo para pasar el rato mientras se espera el autobús. Sus historias cargadas de emoción han durado más en el ánimo y la memoria de los lectores que muchas novelas cuyos autores se toman demasiado en serio.

En los años 60, Highsmith se preguntaba si los grandes libros de mediados del siglo XX eran aquellos que nos decían qué fallaba en nuestra civilización. Y aunque reconocía que eran los más interesantes para la mayoría, no creía en absoluto que esos libros llegarían a ser los más grandes, porque el arte no se hace blandiendo o afilado un hacha.

La obra de Patricia Highsmith, una fina disección del mal | Más CulturaTenía razón: de esa década subsisten Canto general, el emblemático poemario de Pablo Neruda y las Crónicas marcianas, de Bradbury. Ellos, como la Highsmith, se alimentaban hambrientos y sedientos de la vida en la calle. Y pese a los grandes y constantes tirajes de los cuentos y novelas de la creadora de Extraños en un tren, su obra no aparece en los recuentos de la literatura canónica. Pocos personajes tan complejos como el sociópata Tom Ripley; pocos ambientes como los construidos con prosa rápida y certera como los de la obra de Highsmith.

Su interés por manejar las emociones es claro en esta nota recogida en sus diarios publicados por Anagrama: El terror mortal, el terror de la mente mortal: pasaré la vida sin encontrar nunca con certeza una tercera parte de los ingredientes de esa fórmula… Soledad, tranquilidad de ánimo, excitación de los sentidos, gente, aislamiento, éxito, fracaso, ventaja e inconveniente, glotonería y abstinencia, recuerdo y ensueño, transfiguración y realidad, amor correspondido y no correspondido, el amante fiel y el infiel, fidelidad y experimento, curiosidad y resignación, todo esto fluye de mi pluma en muchísimo menos tiempo del que se tarda en escribirlo. Pero, ¿cuándo y con qué nivel de cada uno de ellos viviré? ¿Y qué he pasado por alto, qué he incluido que no necesito?

Su prosa chispeante, magnética pende de las emociones que se entrecruzan y mezclan. Ella estaba segura de queLas luces y las sombras de Patricia Highsmith: 100 años de la escritora que reinventó el suspenso los mayores logros de su época en la escritura los alcanzarían los estudiosos del caos. Las líneas se extienden en todas direcciones, y donde se cruzan no hay punto de cordura ni seguridad.

Vibrante y contradictoria como la vida, la prosa y la poesía de Patricia Highsmith se alimentó de ella, de su transcurrir en las calles. Entre los diarios y cuadernos que encontraron tras su muerte, sus amigos y editores descubrieron unos versos que bien podrían ser su epitafio y que terminaron leyendo en su funeral: ¡Un brindis por el optimismo y la valentía! / ¡Una copa por la osadía! / ¡Y laureles para quien dé el salto!

Brindemos, pues, a tres décadas de su muerte, porque los laureles los siguen renovando sus miles de lectores.

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