Elecciones argentinas, algo más que una renovación parcial del Parlamento

Eduardo Lucita*

El proceso electoral legislativo en Argentina, que concluyó el domingo 28 de junio muestra una situación contradictoria: ha sido la campaña más hueca y argumentalmente más pobre desde la recuperación democrática en 1983, sin embargo los resultados modifican hacia delante el tablero político del país.

Si se exceptúan las declaraciones e intervenciones del “Pino” Solanas, candidato por la Ciudad de Buenos Aires, cuyas propuestas al menos intentan recuperar los bienes naturales y los servicios públicos perdidos por las privatizaciones de los ’90, a la mayoría de los candidatos es difícil encontrarles alguna idea superadora de la crisis actual, y muchas veces ni siquiera una idea.

 
Más aún la pobreza político-cultural y discursiva es inferior aún a la de muchos capitostes del período menemista. Esto no hace mas que poner en evidencia, por si hiciera falta, la crisis de los partidos y la mediocridad de campañas basadas en personalidades, las más de las veces simples productos mediáticos montados en una enorme masa de dinero.

Un nuevo mapa político

Ahora, los resultados han cambiado efectivamente el mapa político del país. El oficialismo recoge una derrota política de proporciones, impensada por su envergadura semanas atrás, incluso para sus mayores opositores. Perdió en 21 de los 24 distritos electorales del país incluyendo el feudo de Santa Cruz y la derrota fue más pronunciada en las grandes concentraciones urbanas.

El peronismo K. (que responde al ex presidente Néstor Kirchner) pierde el control del Congreso y es primera minoría, con un 30% de los votos totales del país. Lo que es una base nada desdeñable, pero ha perdido hegemonía y tendrá que someterse a negociaciones, acuerdos y concesiones diversas si quiere mantener la gobernabilidad. Por el contrario la reacción conservadora, que comenzara a corporizarse con el conflicto por la resolución 125, ha tomado en estas elecciones formas políticas concretas, ya sea bajo la forma de la derecha empresarial o la forma demo-liberal. El peso que en esto ha tenido el conflicto con el campo es innegable.

Los gobernadores buscaran modificar el manejo de las finanzas públicas: una mejor coparticipación federal y recibir parte de lo recaudado por el impuesto al cheque. La oposición triunfante volverá con sus propuestas de achicar el gasto público, reducir las cargas impositivas y los subsidios y cubrir el bache financiero regresando al FMI, aceptando los condicionamientos que sean.

 
El gobierno debilitado deberá resolver estas presiones, mientras que pasado el proceso electoral ha comenzado ya el reacomodamiento de precios y la recuperación económica no está a la vista. Mientras los trabajadores volverán a presionar por las paritarias y los aumentos, en tanto que el secretario de la CGT se siente también presidenciable, y necesitará logros concretos.

La crisis y los resultados electorales amenazan con convertir a los trabajadores y sectores populares en los verdaderos derrotados de estas elecciones. En el semestre que estamos iniciando veremos si hay respuesta del movimiento social. Pero esta será siempre parcial hasta tanto no logre construir su propia alternativa política.

*Integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda.

 

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