Ofrecemos dos visiones sobre la segunda vuelta electoral, desde sectores de la izquierda ecuatoriana. Una del ex vicecanciller, escritor y periodista Kintto Lucas, y la otra del académico y exministro del Ambiente, Edgar Isch López
Kintto Lucas: Mi razón para votar por Lenin Moreno
Como el hombre aquel que se compró un bumerang nuevo y nunca pudo dejar el viejo porque cuando lo bota siempre regresa, así se presenta la historia electoral de Ecuador y en particular de lo que se autodenomina izquierda ecuatoriana, o izquierdas ecuatorianas.
Las elecciones son, al fin de cuentas, una pequeña imagen de la realidad política del momento, que es también parte de un proceso histórico, de un proceso mucho mayor a los diez años que dura el gobierno de Rafael Correa.
La izquierda ecuatoriana ha vivido electoralmente de prestado y no ha logrado crear una base popular propia, y eso se puede analizar desde Velasco Ibarra a Rafael Correa, pasando por Rodrigo Borja, Frank Vargas, Fredy Ehlers, Lucio Gutiérrez, León Roldós o Paco Moncayo.
El error de algunas izquierdas fue creer que yendo de prestado estaban haciendo la “revolución”, sin entender las limitaciones de los procesos. Otras en cambio, se han sumado reiteradamente de forma oportunista a candidatos prestados para ver cómo conseguían algún puestito o sostener parte de sus pequeñitas agendas grupales o personales en caso de triunfo.
Hoy vivimos en un mundo de ficción donde unos creen que están haciendo la revolución y construyendo el socialismo. Algunos incluso creen que el destino de la humanidad pasa por Ecuador, hasta hablan de un nuevo “Stalingrado”. Otros creen, en cambio, que están combatiendo el comunismo. Que están en una nueva cruzada contra el comunismo. También están los que creen combatir el fascismo. En el caso ecuatoriano es parte del barroco que también se expresa en todas las fanescas partidistas. Hemos llegado a un punto en que todos los partidos o movimientos, sin excepción, son una especie de fanesca que va desde la izquierda a la derecha.
Hoy algunos representantes de las izquierdas ponen énfasis en su realidad personal o grupal, no piensan, ni miran más allá. Aquellos que fueron atacados por el gobierno creen que los fundamental es oponerse a todo lo que tenga algún vínculo con éste. Aquellos que se beneficiaron del gobierno creen que los fundamental es defender todo incluso acciones retrogradas. Unos y otros caminan en defensa de sus pequeños intereses, y finalmente, terminarán perdidos en el camino de la historia.
Por fuera de la ficción que viven unos y otros, está la realidad, están los grandes intereses que se esconden detrás de la política y en particular de cualquier elección. Los intereses que buscan sacar partido de una u otra propuesta electoral. El poder real. Por otra parte, están las grandes masas populares que intentan enderezar su destino impuesto de antemano, más allá de lo electoral. Cuando llegan las elecciones, esas masas populares esperan que gane alguno que no sea tan malo en el camino permanente de intentar enderezar ese destino impuesto. Finalmente, nos guste o no, a fuerza de buscar encaminar su destino, los pueblos son estrategas.
Ahora, ante la disyuntiva de la segunda vuelta electoral entre Lenin Moreno y el banquero Guillermo Lasso, hay quienes, individualmente desde algunas izquierdas, asumen diversos análisis para justificar el apoyo a una de las dos opciones o no votar por ninguno de los dos candidatos finalistas, y no logran mirar más allá del pequeño metro cuadrado en que se mueven.
No hay como equivocarse al elegir entre Lenin Moreno y Guillermo Lasso. Moreno representa una opción democrática, con todas las limitaciones que puede expresar su candidatura. Se puede votar por Lenin de una forma crítica, sin dar cartas en blanco, aceptando que es necesario luego acompañar el proceso y, si se desvía, luchar por enderezarlo. O incluso resistirlo. Votar por Lasso e inventar explicaciones para hacerlo es, por lo menos, un error estratégico muy grave para cualquier izquierda.
Sin olvidar ninguna crítica al gobierno, en este momento es necesario asumir sin ambigüedades el apoyo a Lenin Moreno. Conozco a Lenin y sé que es un demócrata (más allá de que la palabra demócrata encierre muchas limitaciones); creo que es alguien que puede tender puentes, incluso hacia sectores con los cuales se han dinamitado y es difícil volverlos a levantar; es una persona que tiene la tolerancia necesaria para llevar adelante un proceso democrático, no revolucionario (y por favor no ahuequemos más la palabra revolución). La necesidad de mantener una postura digna en defensa de la integración latinoamericana y de los procesos democráticos es fundamental en la realidad actual. Es una necesidad estratégica que Moreno puede mantener. En el ámbito político y económico, seguramente en lo esencial el gobierno de Lenin Moreno será similar al de Tabaré Vázquez en Uruguay, con las diferencias económicas y políticas propias de cada país. Eso es bastante en la realidad actual.
Sin creer que en Ecuador la situación se pueda asemejar a un “Stalingrado chiquito”; sin pensar que un gobierno modernizador capitalista puede hacer cambios estructurales; sin haberme ilusionado que una Constitución como la ecuatoriana sea un documento revolucionario; convencido que no se hace ninguna revolución desde la institucionalidad; sabiendo que los verdaderos cambios sociales se hacen desde la lucha social no desde la burocracia; aceptando los graves “errores” del gobierno que van desde no haber estatizado una de las grandes telefónicas en lugar de renovar el contrato en 2008 hasta haber firmado el TLC con la Unión Europea que en el mediano plazo será catastrófico para las pequeñas y medianas economías campesinas; aceptando que dentro del gobierno y en los alrededores se esconden muchos oportunistas y acomodados que se dicen de izquierda y otros tantos de derecha; y criticando duramente los casos de corrupción; no podemos confundirnos al elegir entre Moreno o Lasso.
Podemos ser muy críticos con un proceso que se desvirtuó en los últimos años y que incluso tomó algunas medidas que se pueden catalogar como neoliberales, pero no podemos entregar directamente el futuro político del país a la derecha más reaccionaria y al capital financiero nacional e internacional, ayudando a sumar un nuevo aliado a la derecha latinoamericana que se va reposicionando y reconsolidando.
Ni ayer, ni hoy, ni mañana, habrá justificación válida para votar a Guillermo Lasso desde la izquierda, o desde alguien o algo que se denomine de izquierda. Quienes creen en eso, se equivocan. En tanto que quienes están convencidos de que no debe apoyarse a ninguno de los dos candidatos deberían asumir, como lo hacíamos en otros momentos históricos, una campaña franca por el voto nulo. Dejar su postura política abierta a la ambigüedad, abre paso a interpretaciones tendenciosas y hace que su postura quede cuestionada.
En 1992 cuando apoyé y defendí la rebelión liderada por Hugo Chávez contra el 90 por ciento de la izquierda uruguaya, y años después cuando reforcé mi apoyo al proceso bolivariano desde Ecuador cuando solo dos o tres lo apoyábamos, fue pensando estratégicamente, sin creer que haría la revolución. Aunque luego Chávez demostró un liderazgo que no han tenido quienes venían desde la izquierda. Un liderazgo que será difícil de igualar, sobre todo por su capacidad de mirar estratégicamente América Latina y el mundo.
No apoyé a Correa en la primera vuelta del 2006, apoyé a Macas y volvería a hacerlo; creí en la Constitución y me comprometí con su aprobación incluso teniendo muchas criticas en los cambios de ultima hora en la redacción final y sabiendo que tenía muchas limitaciones en el tema laboral; participé en el gobierno convencido de que la política internacional marcaría una diferencia, y así fue por los menos en el período por el que yo puedo responder; renuncié (ni me botaron ni di un paso al costado) cuando vi que el gobierno se encaminaba a firmar el TLC y vi además que la restauración conservadora no venía solo de afuera sino desde adentro; siempre me pareció un cuento lo del socialismo del siglo XXI o socialismo del buen vivir o tantos inventos sin sustento teórico ni práctico; y nunca usufructué de una mínima prebenda en el gobierno o fuera de él. Si bien mucho de eso no tiene importancia, cuando uno asume una postura en momentos como el que vive Ecuador y América Latina es importante dejar claros algunos antecedentes. Ojalá todos los actores políticos y siempre puedan aclarar sus antecedentes.
El 2 de abril, mi voto por Lenin Moreno es un voto pensando estratégicamente en el futuro de América Latina, ni más ni menos. Un voto estratégico desde la izquierda.
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Edgar Isch López: Profundizar el debate ideológico y no caer en la manipulación correista
Un fenómeno resultante de diez años de la manipulación que el corriesmo ha hecho de las banderas y discursos de la izquierda, las demostradas incoherencias gubernamentales, combinada con el feroz ataque a las organizaciones populares, es la compleja confusión ideológica que existe en gran parte de la sociedad ecuatoriana.
Edgar Isch López
Un fenómeno resultante de diez años de la manipulación que el corriesmo ha hecho de las banderas y discursos de la izquierda, las demostradas incoherencias gubernamentales, combinada con el feroz ataque a las organizaciones populares, es la compleja confusión ideológica que existe en gran parte de la sociedad ecuatoriana.
Lo dicho se evidencia en la brusca reducción de porcentajes de personas que podían autoidentificarse como de izquierda o de derecha; en la generalización de frases que insisten en que la ideología no importa y llaman al pragmatismo y al oportunismo; o en el hecho que se vuelve un lugar común, especialmente en los adláteres del gobierno, aquello que no importa que roben, pero han hecho obra (claro, principalmente con los ingresos de la época de bonanza).
En este ambiente de confusión generalizada no solo se presentan los resultados electorales, sino que se creó el imaginario en torno a falsas contradicciones que, con esa intención o no, sirven para ocultar las contradicciones fundamentales entre explotados y explotadores, pueblo y oligarquía, país dependiente y países imperialistas.
Miremos las más resaltantes de esas contradicciones falseadas y difundidas como las verdades del momento.
Primera falsa contradicción: modelo desarrollista vs. modelo conservador
A más de negar que hay otro modelo de país (y no solo de desarrollo) que viene desde las organizaciones populares y la izquierda, esta se ha convertido en las condiciones concretas en una falacia. Aunque se podía detectar grandes diferencias en el primer gobierno de Correa, hoy, en la realizad ecuatoriana, no se presentan como modelos contrapuestos, sino como expresiones, diferentes sí, pero de una misma aplicación del neoliberalismo. Diferencias de propuestas de ritmos o énfasis, no son oposiciones de fondo.
Correa en 2012 ya lo afirmó al reconocer que en su gobierno: “básicamente estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo al de acumulación, antes que cambiar porque no es nuestro deseo perjudicar a los ricos, pero si es nuestra intención tener una sociedad más justa y equitativa” (El Telégrafo, 15 de enero de 2012). Luego dejaría claro que los banqueros han ganado en su gobierno más que en otros períodos y, en otra intervención, que los empresarios han triplicado sus utilidades entre 2007 y 2015 (agencia oficial Andes de 4 septiembre de 2016). En contraste, el Salario Básico Unificado pasaría de 170 dólares en 2007 a 354 dólares en 2015, es decir poco más que duplicado, demostrando que los ricos son los que más se han beneficiado en este gobierno.
Las diferencias en torno al papel del Estado o la preferencia por una u otra potencia imperialista, no quitan que hoy el gobierno aplica el recetario neoliberal del Consenso de Washington, todo lo cual alegra a la derecha tradicional que plantea acelerar y profundizar ese camino. Muy brevemente reseñemos aspectos del Consenso y las ejecutorias del gobierno.
-Privatizaciones. El llamado Código Ingenios fomenta las patentes privadas. Se ha privatizado áreas estratégicas como pozos petroleros de campos maduros (donde ya no hay riesgo en la inversión), puertos, y hay una lista más de bienes del Estado de los que el gobierno anuncia su venta. Refiriéndose a las gasolineras de Petroecuador, Rafael Correa dijo que lo que lo que puede hacer el sector privado no tiene por qué hacerlo el Estado, con lo cual cualquier neoliberal puede privatizar también la educación y la salud. Además identificó la presencia del Estado como “un absurdo y competencia desleal, y pagada por todos los ecuatorianos, que porque ellos mismos se distribuyen la gasolina vendan más barato que las gasolineras privadas» (El Telégrafo, 3 de octubre de 2015). Si eso no es pensamiento neoliberal, ya no hay parámetros.
Algo correlacionado es el fortalecimiento de los grupos económicos que concentran los capitales en el país. Hace poco se publicó el libro “Los grupos económicos en el Ecuador” de Carlos Pastor Pazmiño. A modo de síntesis, en entrevista para planv.com.ec al ser preguntado qué ha pasado con los grupos económicos en este gobierno, responde:
“Casi todos han ganado como nunca. Ese es un consenso en la comunidad académica. Tienes que se ha dado un incremento significativo de los grupos concentrados en el mercado interno. Mientras que los agroexportadores, con la crisis de los commodities bajaron. Pero ahora tenemos un tratado con Europa, con el cual los grupos agroexportadores son los más beneficiados”[i].
-Debilitamiento del Estado. Aunque existen áreas con posible exceso de funcionarios o instituciones inútiles como el ministerio conocido como de la felicidad, lo importante es como el Estado se pone por debajo de los intereses empresariales y se vuelve débil en la administración de los destinos de un país. Por ejemplo, se sabe cómo para que lleguen transnacionales, se cambió la Ley de minería, se aprobó la Ley de Asocio Público-Privado que da nuevos beneficios a las empresas y les permite reemplazar al Estado; la educación está pensada para responder a las demandas del mercado; nuevas normas fueron impuestas como requisito para firmar el TLC con la Unión Europea (UE).
-Apertura y desregulación de los mercados. El Tratado de libre comercio (TLC) se firmó con la Unión Europea a pesar de los discursos con los que anteriormente Correa denunció el documento firmado por los gobiernos de Perú y Colombia, a los que luego debió pedir autorización para incorporarse al TLC, aunque se le de otro nombre. Y se anunció un posible TLC con Corea. Incluso el año pasado el mercado de trabajo cambió con la ley que flexibiliza las condiciones de trabajo y permite a los empleadores disponer con libertad del tiempo del trabajador o la reducción de su salario encubierto en reducción de la jornada semanal.[ii]
La apertura es también a los capitales extranjeros y ello tiene entre otras expresiones el impresionante crecimiento de la deuda externa.
– “Estado fuerte en lo policial y débil en lo social”. Esta máxima que dá más importancia a la represión que a la solución de los problemas sociales, es evidente en la primera parte con la persecución a luchadores y dirigentes populares, más aún cuando los juicios que antes interponían las transnacionales extractivas hoy son asumidos por el Estado, empleando figuras como terrorismo (“todo el que se opone al desarrollo es un terrorista”, señaló Correa en 2008). A ello hay que añadir la reforma constitucional que permite el uso de las FFAA en la seguridad interna, incluso sin autorización de la Asamblea legislativa.
En lo social, ya no hay la fortaleza alcanzada en el primer gobierno de Correa, cuando todavía no traicionaba a las organizaciones populares. Ahora, nuevamente el pago de la deuda pública supera a las inversiones en salud y educación[iii]; se denuncia la forma en la que se está quebrando al Instituto de Seguridad Social; se retorna a pedir cuotas económicas a padres de establecimientos educativos; entre otras cosas.
La lista podría continuar, demostrando que hoy Correa es un representante del neoliberalismo, tal vez no tan acelerado como sectores empresariales quisiera, pero útil por engañar con su discurso de izquierda.
Segunda falsa contradicción: izquierda populista vs. derecha bancaria
Con lo anterior, vemos que no hay dos modelos de país, sino dos velocidades y vías de desarrollo del capitalismo. No hay por tanto esta contradicción, el gobierno no es de izquierda, corriente que se compone por los que buscan superar el capitalismo y no por quienes quieren darle “rostro humano” al sistema. Pero a la gente de izquierda, ya sea comunista, socialista, ecologistas populares, indígenas en lucha por una real plurinacionalidad, feministas de izquierda, todos han sido perseguidos por un Estado que adoptó caracteres autoritarios.
Entonces, el gobierno no es de izquierda. Y el populismo tampoco lo es. Aunque en el trabajo de las organizaciones de izquierda puede haber posibles manifestaciones o actos puntuales que recuerdan al populismo, eso es distinto a impulsar la idea del caudillo-mesías. Esa idea y figura contraria a la emancipación del pueblo y su presencia como actor revolucionario. Por el contrario, el caudillismo impide el desarrollo de las potencialidades colectivas de los pueblos y, adicionalmente, sustenta el autoritarismo.
Lo que hay en las esferas de las clases dominantes es la presencia de contradicciones entre tendencias que representan a diferentes grupos monopólicos, con sus distintos intereses inmediatos, que se hermanan en el objetivo estratégico de impulsar y defender el capitalismo. A lo largo de nuestra historia, la presencia de caudillos populistas no ha significado algo distinto y Rafael Correa confirma la norma.
Las pugnas económicas se reflejan en la pugna política. Allí encontramos la posibilidad de un impulso y fortalecimiento del autoritarismo, incluyendo la persecución a las organizaciones populares (candidatura de Moreno-Glas); frente a la cual está la posibilidad de un gobierno oligárquico obligado, al menos por algún tiempo, a recuperar formas de actuación propias de la democracia burguesa y que ofrece suspender la persecución y criminalización (candidatura de Lasso). El marxismo enseña que esa democracia, que no deja de ser burguesa o dictadura de la clase dominante, sin embargo da mejores posibilidades del trabajo de los verdaderos revolucionarios, de los luchadores por los derechos y de las organizaciones sociales. Esta diferencia es importante, concreta y explica por qué es preferible la derrota del correismo.
Tercera falsa contradicción: stalinismo vs. democracia
El ataque al socialismo se ha apoyado en múltiples falacias como es la de un supuesto “socialismo siglo XXI” del que cada vez hablan menos sus propios defensores. En la realidad, de socialismo no tiene sino el nombre[iv], pero sirve para que la derecha diga que en el fracaso los gobiernos progresistas está el fracaso socialismo y de las ideas de revolucionarias.
Desde allí también personas identificadas con la izquierda, surge otra confusión y es la de identificar el autoritarismo de Alianza País con un supuesto stalinismo, que como tal no existe, sino que es un epíteto usado para combatir al leninismo y su vía para aplicar el socialismo científico en condiciones concretas, en dirección hacia la sociedad comunista.
Si bien es cierto que la historia de la Unión Soviética no se construyó sin errores, algunos graves, es también cierto que a 100 años de la revolución bolchevique, se la debe reconocer como el primer vistazo al futuro de la humanidad.
Sobre Stalin hay mentiras que no sólo lo difaman a él sino que engloban los logros del pueblo soviético. Habría que analizar la historia para no caer ni en mentiras fabricadas por los poderes mundiales ni en perspectivas incompletas. Posiblemente en ese afán es que el Che Guevara afirmó haber realizado su juramento revolucionario ante el retrato de Stalin[v]; y hoy diversas encuestas demuestran que el pueblo ruso pone su nombre entre los líderes históricos más queridos.
Quién quiera conocer la verdad histórica tiene que buscar diversas fuentes. Lamentablemente, no son muy conocidas las que no dicen lo que el imperialismo quiere que se piense sobre la revolución soviética, según el paradigma de la guerra fría. Sin embargo, hay otras fuentes y no se trata de hacer apología de Stalin, sino un examen histórico lo más riguroso posible. Entre ellas, para poner pocos ejemplos, está el libro del belga Ludo Martens “Otra mirada sobre Stalin” que se basa íntegramente en fuentes occidentales de esa época; de Doménico Lozurdo (que no puede ser señalado como stalinista), “Stalin, historia y crítica de una leyenda negra”; o del norteamericano Grover Furr que basado en los papeles desclasificados demuestra que las acusaciones de Jrushev estaban basadas en falsedades y, para sorpresa de muchos, que Stalin planteó democratizar más a la URSS limitando la relación entre el Partido y el Estado y elecciones con contendientes de diversas organizaciones, pero su propuesta fue derrotada dos veces en el Comité Central, demostrando que no controlaba todo ni a todos (Furr, Stalin y las revformas democráticas).
El actual Estado ecuatoriano no es socialista ni “stalinista”. Es un Estado burgués- capitalista. El autoritarismo desarrollado en este gobierno tiene ese carácter, está para impulsar de manera violenta el extractivismo que nos encadena a transnacionales y la modernización capitalista sin posibilidad de protesta, por lo que todos los perseguidos son dirigentes populares y no de los “pelucones”. Que un gobierno como el actual aplique el autoritarismo y limite la democracia aún más, es lo contrario al poder de los trabajadores y los pueblos que propone el socialismo. Por ello es incorrecto darle esa definición que permite ampliar el ataque ideológico contra el comunismo y el conjunto de las izquierdas.
En ese mismo sentido, es un absurdo afirmar que estas elecciones son una “batalla de Stlaingrado” según afirmó Atilio Borón. Tamaño irrespeto al pueblo soviético y su gobierno (encabezado por Stalin) que hicieron los mayores sacrificios para liberar a la humanidad del fascismo, no tiene justificación. Peor cuando parece que Borón quiere usar esa batalla como una muletilla útil para muchos casos (en junio de 2014, según cubadebate.cu, ya había dicho que “La batalla de Venezuela es nuestro Stalingrado”). Pero esa batalla defendía el destino del socialismo y la URSS, significaba las posibilidades de vencer al fascismo y acabar la Segunda Guerra Mundial. ¿Tan importante es el economista Correa y su gobierno para Atilio Borón? ¿En verdad no sabe la significación de este gobierno, a la que ya nos hemos referido con pistas fácilmente corroborables? La realidad es necia, nos diría Vladimir Lenin y esa realidad desmiente que Correa y Alianza País estén del lado popular, mucho menos revolucionario.
Para cerrar, solo insistir en que el aparato de propaganda del gobierno pretende siempre plantear los debates en las nubes, sin consistencia, porque así sirve a sus intereses. Profundizar el debate ideológico desde la izquierda es necesario para no caer en esos cantois de sirena que impiden al pueblo llegar a buen puerto.
Notas
[i] http://www.planv.com.ec/historias/sociedad/grandes-grupos-economicos-la-decada-ganada
[iii] Según el economista Marco Flores: “…entre enero y agosto de 2016 los gastos de salud y educación suman $4.138 millones”, explica. “Dicho de otra manera, el Estado ha gastado, entre enero y agosto, en educación y salud 4.138 millones de dólares y en deuda 6.720 millones”. (La Hora, 2 de octubre de 2016).
[iv] Ver el libro de Alejandro Ríos: “El socialismo del siglo XXI, nueva teorización de viejas ideas”.
[v] Esta cita del Che, entre otras, es muy esclarecedora: “«En los llamados errores de Stalin está la diferencia entre una actitud revolucionaria y una actitud revisionista. Se debe ver a Stalin en el contexto histórico en el que se desarrolló, no se debe ver como una especie de bruto, sino que se le debe apreciar en ese contexto histórico particular… Yo he llegado al comunismo por papá Stalin y nadie puede decirme que no lea su obra. Lo he leído aún cuando era considerado muy malo leerlo, pero ese era otro tiempo. Y como soy una persona no demasiado brillante y además testaruda continuaré leyéndolo.» (Citado por: Hart, Celia. Israel Shamir y Oscar Egido. Polémica. «Del modelo orweliano o paradigma totalitario»).