Elecciones primarias en Argentina: ni muy muy ni tan tan

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Juan Guahán*

Como suele pasar con todo lo que acontece en la Capital Federal, las elecciones del domingo pasado han dejado una estela de comentarios que son -en general- desproporcionados respecto a la realidad nacional argentina. Veamos porqué dichos resultados no son “para tanto”, aunque tampoco los debemos ignorar.

¨Es conocida la importancia que tienen los acontecimientos que ocurren en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires. Ello tiene que ver con su carácter de capital y –también- con su fuerza amplificadora. Allí se elaboran y reproducen los mensajes que absorbe todo el país. Desde que -en el siglo XIX- el puerto se impuso al resto del país esto es así y las elecciones del domingo pasado no podían ser una excepción.  Con los resultados de la primera vuelta a la vista se han desatado una serie de consideraciones que no es bueno dejar pasar.

Para algunos se trata de un “resultado catastrófico” para el oficialismo que preludia el fin de esa percepción que imagina el triunfo de Cristina en primera vuelta. Para otros –en cambio- es solo un “traspié” que no tendrá su correlato más allá de la General Paz (Avenida que divide a la Capital del resto del país). La realidad parece estar en un lugar distinto al de estas generalidades.

Lo primero que cabe ratifcar es que efectivamente el voto de la Capital está determinado por la clase media y que ésta –acostumbrada a mirar “hacia arriba y afuera”- es básicamente individualista y un tanto veleidosa a la hora de poner el voto en las urnas.

Pero también hay que recordar que esa característica la comparte con las clases medias de todo el país que habitan “dentro de los bulevares” de las grandes ciudades (eso es lo que parece no recordar Fito Páez cuando dice que “le da asco la mitad de los porteños”, sobre todo teniendo en cuenta que ese sector social es el que predomina en sus conciertos).

Desde ese punto de vista la diferencia está en el hecho que esa clase media es absolutamente mayoritaria en la Capital Federal, en cambio en el interior sólo alcanza al pequeño grupo de vecinos que viven en el centro de las grandes ciudades. Es muy probable que Fito tenga razón cuando sostiene que el individualismo es la guía para la acción de esos sectores.
 

Por otro lado los que hablan de “resultados catastróficos” para el oficialismo tienen que saber que lo ocurrido el domingo pasado no es muy diferente a lo acontecido en el 2007. Mauricio Macri sacó apenas un par de puntos más que en la primera vuelta de aquel año y el kirchnerismo tampoco tuvo un crecimiento exorbitante respecto a aquella elección. De allí podemos concluir que no es imaginable que la segunda vuelta traiga muchas novedades. En aquella oportunidad Macri triunfó con el 60% y el kirchnerismo estuvo por el 40%. Esa es la apuesta que llevó a que la Presidenta forzara a Daniel Filmus para que se presente a segunda vuelta, aunque no tenga posibilidades de revertir el resultado. Cristina sabe que si puede mostrar una elección que esté cerca del 40% estaría absolutamente satisfecha. Esa es la cifra que le basta exhibir para alentar las perspectivas nacionales del 14 de agosto.

Elecciones 2: se vienen cuatro domingos clave

Para todos los interesados en la polìtica y para una gran parte de compatriotas hoy es el “último domingo tranquilo” previo a los 4 siguientes donde se decidirá una buena parte del futuro político de los argentinos.

El territorio argentino encierra en sus entrañas y mares adyacentes reservas de gas y petróleo, pero no somos un país petrolero o gasífero (al menos no tenemos reservas declaradas para serlo). La política del Imperio ha sido siempre la misma, que se consuma el gas y petróleo de los países de la periferia. De ese modo tratan de guardar, hasta donde puedan, el recurso propio y retrasar su agotamiento. La ejecución de estas polìticas viene de vieja data. Fue iniciada por la dictadura militar en los 70 apelando a YPF como garante de créditos externos, endeudamiento que luego fue utilizado para demandar su privatización

. Ésta fue impuesta en la década de los 90 y se continúa con la sobreexplotación de nuestras reservas. Con la privatización de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) y Gas del Estado, los nuevos dueños, preocupados por rápidas ganancias, se desinteresaron de las exploraciones. A pesar que la extracción perdía fuerza, las empresas trataron de continuar con su ritmo exportador, dados los múltiples beneficios que ésta les ofrecía, entre ellos no tener que ingresar al país el 70% de las divisas producidas por esas ventas en el exterior. Por esas múltiples y diferentes razones es que el sector energético, cuya matriz depende -en más del 85%- del petróleo y gas, transita una crisis permanente.

Los efectos están a la vista no solo por las “colas” en las estaciones de servicio o los “cortes de gas” a las industrias, sino también por las reservas que hoy se estiman en solo 8 años para el petróleo y 5 para el gas. Mientras -en la actualidad- estamos firmando onerosos convenios para la provisión de gas (Bolivia y Qatar) hace unos pocos años atrás construíamos gasoductos para exportarlo a Chile y Uruguay, entretanto el 40% de nuestra población -mayoritariamente sectores de escasos recursos- carece de redes para abastecerse pagando precios exorbitantes por las tradicionales garrafas.

Esta crisis energética reviste gravedad no solamente por las cuestiones citadas sino también porque se trata de un sector estratégico en la economía y política mundial de nuestros días, por lo cual los precios y conflictos vinculados al mismo son absolutamnte inpredecibles. Lo sucedido con la invasión de Irak y lo que está aconteciendo con los bombardeos de las potencias occidentales sobre territorio de Libia, nos eximen de mayores comentarios sobre este tema.

*Analista de Question Latinoamérica

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