Elegir y manifestar la elección, malo si es por Enríquez-Ominami

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Lagos Nilsson.

Fin de año, período de vacaciones. Y de vacaciones llegó a Santiago la ciudadana Rosetti, embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de Chile ante la Confederación Helvética. Cometió un error: vino, vio … y habló. Dijo que su candidato era Marco Enríquez-Ominami. Acaso amenazante, el ministro de RREE señaló que sus dichos tendrían consecuencias. La Concertaciòn puso toda la carne en el asador.

No es Carolina Rosetti, desde luego, la única en manifestar de viva voz su preferencia electoral-política; Vladimiro Mimica, alcalde de la "república de Magallanes" hizo lo mismo y por el mismo candidato. Ellos también ponen su parte de las viandas en el asador. Como ministros, subsecretarios, jefes de servicio y vagos de distinto pelaje lo vienen haciendo hasta la fatiga en pro del Mohai.

En estos últimos casos ningún mandamás se ha referido a algún tipo de consecuencias por manifestar públicamente un derecho ciudadano: no esconder preferencias. La idiotez del ministro de RREE bastaría para no votar por la Concertación; pero hay otras muchas –y algunas tristísimas– razones para no hacerlo.

En lo "pequeño", por ejemplo, ¿votarán ganosos por la Concertaciòn los atemorizados y enojados vecinos al estadio de Santa Laura? ¿Lo harán aquellos que se quedaron con los crespos hechos de alegría ante el anuncio de poder viajar en tren hasta Puerto Montt?  ¿Los que esperan por meses un turno médico? ¿Votarán para que siga la fiesta los ya mayores de edad pingüinos de la primera oleada? ¿Y los mapuche serán concertacionistas? ¿O los del Aysen que quieren represar?

Si todavía caminan por la república viejos allendistas (el señor Arrate sí camina, pero se parece al bárbaro aquel que adoró y quemó y adora entonces otra cosa) ¿votaran por la Concertaciòn –o, si de eso trata, por el mismo señor Arrate?–. Probablemente el PC sea la más disciplinada fuerza con que cuenta el candidato que recuerda a la distante Te pito Te henua.

Curioso, hoy nueve de diciembre de 2009 no leí ninguna agresión o chiste de dudoso chiste sobre Enríquez-Ominami en el diario estatal La Nación; debo haber leído mal.

"Saben una cosa –dijo un tipo en el bar–, yo votaré por el MEO, me gusta el cabro, me parece que es el único capaz de sacudir a esos (epíteto irreproducible) que están arriba".

Alguien, mientras le destapaban la segunda cerveza señaló: "Hay que atajar al bancario de la Lan, si no votaría Juntos Podemos". Fue de inmediato retrucado: "¡Pero si El Mohai y Piñera son los mismo, hom!" Y otro agregó: "Recuerde que quizá sin la obra en que participó Arrate no  existiría Frei como político".

In vino veritas. Voz pópuli, vox… Etcétera.

Tal vez sus adversarios tengan algo de razón cuando aseguran que elegir a Enríquez-Ominami será como lanzarse al agua, o hacerse a la mar sin fijar un rumbo cierto; pero, al fin de cuentas, quizá no valga la pena confiar en lo que ofrecen las cartas náuticas de los demás. Puede que convenga recordar que MEO no es un advenedizo o recién llegado a la política.

Lo cierto es que sería bueno, si MEO logra llegar a la segunda vuelta y después ganar, tener el alivio de que un montón de ex proto-revolucionarios dejaran de balbucear torpezas en los medios periodísticos y se fueran a sus casas. O a engordar sus negocios. O simplemente tuvieran que trabajar para vivir. Y pagar impuestos.

Todo indica que la sociedad necesita un temporal.

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