En Chile ¡mas encima se enojan!

1.974

Rodolfo Novakovic.*

Desde la instauración a sangre y fuego de la dictadura militar-cívica —sumados los asesinatos que la ciudadanía conoce y que reforzaron su implantación— el periodismo alguna vez llamado de batalla y la expresión en los medios de ideas "disonantes" se llamaron a silencio en este país. Solo perdura el ofensivo amarillismo de farándula, lo demás es prosa desideologizada, consensos hasta vergonzantes. Novakovic, con justeza o no, vuelve a remitirnos a una época en que confrontar era sinónimo de libertad y responsabilidad. Guste o no lo que diga.

El peritaje sobre el Caso Nutricomp ADN —que luego de dos años y cinco meses finalicé con éxito el pasado lunes 15 de noviembre— me develó una serie de anormalidades y muestras de quiebre en nuestro Estado de derecho chileno, en el cual ninguna de sus instituciones pudo —ni deseó— “colocar el cascabel al gato” a graves y patentes problemas, a nuestro juicio por tres razones.

– Primero, porque las entidades del Estado ya no poseen la fuerza ni la capacidad de mando que tuvieron tan sólo hace seis años atrás.
– Segundo, porque las mismas entidades del Estado están “metidas hasta el fondo” en una suerte de lodo inmundo, constituido por sus propios delitos e inexcusables negligencias.
– Tercero, porque quienes manejan y operan dentro de las instituciones del Estado son personas con escasa preparación, con una formación profesional mas bien mediocre, poco manejo eficiente de tecnologías, con validaciones de “presuntos estudios realizados en el extranjero” (por ejemplo, “doctorados en teoría del conocimiento del ser mercuriano de 62 dientes”, “magister en sociología de la letra A”, “epilépticos con olor a leche”, etc.); títulos y grados, que aunque “muy profundos” en sí, nadie ha podido nunca verificar que hayan sido cursados.

Analicemos brevemente cada uno de estos tres puntos.

Primero, en el pasado, cuando era niño —que no fue hace mucho— las autoridades se respetaban: la “letra con sangre entra” decían mis profesores; había una mejor y más efectiva disciplina. Las personas que estaban en el llamado “poder” al menos sabían emitir interesantes y atractivos discursos, aunque muchos de ellos no eran mas que “demagogia”; incluso en la época de Pinochet —y aunque todos sonreíamos por su sonsonete un tanto campechano— su discurso era claro, preciso, y era escuchado por todos, aunque muchos “todos” estuviesen obligados a ello.

Más, a partir de la época de Frei hijo, las cosas comenzaron a cambiar: una pronunciación y oratoria que rayaba en “sonidos” y “muecas”, formas “grotescas” de contestación; escasa capacidad de análisis y nula sistematización, etc. No obstante, el “recambio cultural” total fue introducido por aquel “ser”, entre “simpaticón” y “mentalmente limítrofe”, que se convertiría en la primera fémina presidente (nunca le escuché un discurso profundo que durase más de dos minutos). En ocasiones me preguntaba: ¿sabrá ella que había sido elegida presidente? (sobre todo cuando tuvo lugar la reunión pos-terremoto).

Cualquier persona que entienda algo de economía me espetará que un presidente “pesa menos que un paquete de cabritas” (digo “pop-corn”), que nuestros bancos e ingresos económicos están indexados indirectamente a la economía inglesa, puesto que nuestro Banco Central no es estrictamente “nuestro” sino que sus accionistas son bancos extranjeros, así como los controladores de la banca nacional, o mal denominada “banca nacional”. Y dado que el Estado en sí no posee recursos sino que los obtiene de aquellos que invierten en nuestro país, sumado al hecho que pareciera no existir ejecutantes u operativos en cada una de las áreas —porque tenemos “muchos caciques y pocos indios”— con el tiempo los ministerios se han transformado en dinosaurios o estructuras fósiles fallidas, ajenas a todo acontecimiento popular, y dado su lenta capacidad de “reacción”, hoy cualquier persona puede golpear y agredir físicamente a un funcionario, ministro, o autoridad, y la ley no está capacitada para actuar ejemplificadoramente en contra del “agresor”.

Algunos me preguntarán, ¿si esto es cierto, por qué razón las instituciones no caen o se desploman estrepitosamente si, como contraparte, el “pueblo” puede hacer lo que desee con sus ministros y representantes? ¿Cómo es que sobreviven?. La respuesta es muy sencilla: porque el pueblo —que reacciona con el sentimiento, de odio o de amor— no conoce ni utiliza las leyes escritas en su favor.

Un croata me decía hace muchos años que “las leyes en el mundo son como una tela de araña; detiene a las moscas pero no detiene a un puño”. En efecto, no existe verdad más concreta que esta frase, por lo cual nunca aquellos que detentan el poder se regirán por las leyes, porque aunque han impulsado su creación, estrictamente como una forma para controlar al “pueblo”, ellos mismos no las conocen.

Porque, al fin y al cabo, se cumple el viejo y sabio refrán que hemos aprendido quienes nos criamos en el Sur de Chile: “cuando el cóndor se hace viejo, hasta el tiuque se caga en él”.

Así, cuando estos “entes”, cansados y ya fuera de todo “ruedo”, muestren su cólera en contra nuestra —¡porque más encima se enojan!—, nosotros les contestaremos: "¡Amigo, esto no es nada personal, sino estrictamente negocios!"

Queda para un próximo artículo lo que aquí he denominado “Síndrome de la clase perdedora”.       

* Físico.
Perito de parte en uno de los procesos judiciales que enuelven a los responsables del desarrollo, fabricación y comercialización del alimento Nutricomp ADN. En su "blog" Nuevos estamentos, se puede leer la carta dirigida a Washington Fernandois Fuentes, de la Tesorería Regional Metropolitana (Santiago), solicitándole documentación a su juicio probatoria de la vinculación entre ese organismo y los entonces fabricantes de Nutricomp ADN
.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.