«No deja de ser irónico que en «el pulmón del Planeta» estemos usando máscaras para lidiar con el humo mientras buscamos controlarlo o buscando tubos de oxígeno para que nuestra gente sobreviva al cruel Covid-19. Porque tenemos que decirlo: en la Amazonia, tampoco podemos respirar. La Amazonia grita, ¿ustedes están escuchando?»
(Carta de la COICA Amazónica a la Asamblea de la ONU)
27 de octubre de 2020 – Hablaba Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, por una pantalla ante la Asamblea de Naciones Unidas. Y Sônia Bone de Souza Silva Santos, de los guajajara de ese país, más conocida como Sonia Guajajara, no pudo evitar soltar su indignación: «¡Está acusándonos a los indígenas de quemar la Amazonia!». Ocurría durante un encuentro ‘virtual’ de prensa internacional celebrado este martes, día 22, en el que los representantes de los pueblos amazónicos pusieron sobre la mesa el abandono total que sienten por parte de los Estados, mientras son asediados por la pandemia de la Covid-19, los fuegos, la sequía y la violencia: «muerte y sangre de nuestra gente».

Y, contradiciéndose él mismo, aunque sin mención alguna a las grandes agroindustrias ganaderas, ni a madereros, ni a minerías que asolan la selva, destacaba que hoy Brasil «es el mayor exportador mundial de alimentos». ¿A costa de qué tierras?, habría que preguntarle.
¿Y qué espera de la comunidad internacional para reaccionar? ¿Quién contestó a Bolsonaro en la ONU? ¿Quién exige a Paraguay, o Bolivia o Venezuela o Colombia o Ecuador sus responsabilidades como garantes de un patrimonio natural global? ¿Acaso no podemos hacer nada desde nuestro mundo, tan lejano y ajeno? Podemos. Los líderes de la COICA, ahora unidos en este gran grupo al que conocí en la COP25, lo saben y nos lo quieren recordar: «Les pedimos que dejen los discursos vacíos, que se comprometan a mantener al menos el 80% de la Amazonia que queda de pie, que se reconozcan nuestros territorios para que podamos salvaguardar al menos la mitad en la próxima década», nos leía José Gregorio de la carta dirigida a la Asamblea de la ONU. «También, que tengan en cuenta nuestros conocimientos ancestrales para la conservación», añadía Guajajara.(José Gregorio Díaz Mirabal, del pueblo Wakuenai Kurripaco)
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