Encuentro China-EEU. – EL ÁGUILA Y EL DRAGÓN

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En su relación China y EEUU se esmeran en mantener un trato cordial, que a ambos favorece. Sin embargo la perspectiva histórica es hacia una confrontación. China –a la que Clinton consideraba como un «socio estratégico»– ya es considerada por Bush como un «competidor estratégico». A medida que el peso económico y militar chino aumenta y su influencia se expanda se generan las condiciones para un próximo choque de titanes.

Desde que en 1972 Nixon visitó a Mao, China ha cambiado bastante. Ingresó al Consejo de Seguridad de la ONU y a las principales organizaciones mundiales. Desde 1980 su producto se ha cuadriplicado. Su actual tasa de crecimiento económico bordea el 10% y es a largo plazo la mayor del planeta.

China se ha convertido en el mayor importador mundial de carbón y de varios metales, como hierro, acero y cobre, y en el mayor exportador de productos manufacturados, como microondas, cámaras digitales y fotocopiadoras. Después de Luxemburgo –un mini-país que se centra en proveer servicios financieros al mundo– China es el principal captador de inversiones: más de US$ 50.000 millones el año pasado.

Algunas fuentes estiman que el producto chino ya supera los US$ 8.000 millones y es ya el segundo a nivel mundial, quedando no muy lejos de los 12.400 millones de EEUU.

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China es hoy el tercer socio comercial de EEUU, aunque más de la mitad de sus exportaciones ultramarinas van a América del Norte. Por cada dólar que EEUU exporta a China, importa seis de dicho gigante. El déficit de la balanza del comercio entre ambos países supera los US$ 200.000 millones, y es el mayor que jamás haya tenido EEUU.

En EEUU se discute elevar las tarifas a las importaciones chinas en un 27.5% buscando presionar a Beijing para que no siga manteniendo artificialmente baja su moneda. Sin embargo la ventaja de la competitividad china es que los salarios allí son cinco a 10% más bajos que en EEUU –y a que el Partido Comunista, el supuesto partido de los trabajdores, garantiza sueldos bajos y beneficios y disciplina laborales–.

Tanto Japón como China se han beneficiado de una buena relación comercial con EEUU. Los dos son los principales compradores de deuda pública norteamericana. China posee US$ 260.000 millones en bonos del Tesoro, con lo cual puede presionar a EEUU, quien teme que una maisva venta de los bonos en poder de China alteraría las tasas de interés y la inflación del país.

La competencia china puede representar un mayor peligro a EEUU que la de Japón. Esto por dos razones. China sí es una potencia militar –que además posee 400 misiles nucleares– y tiene un sistema que no es propiamente capitalista ni liberal.

Mientras el sistema occidental se basa en democracias multipartdarias y en economías abiertas de mercado, el régimen chino se sustenta desde 1949 en el virtual monopolio del Partido Comunista y su economía es esencialmente estatizada y sujeta a un plan quinquenal. En el modelo comunista tradicional el dinero no es tanto un valor que sirve para generar lucro y capital, sino un medio de contabilidad y de compra de productos indispensables. Allí las empresas son del estado y sujetas a un plan, y los directivos no pueden ser dueños de las empresas sino que son sus administradores.

China, sin embargo, ha creado un nuevo modelo que combina el antiguo sistema heredado de Mao y Stalin, con elementos de la libre empresa. La empresa privada, que estaba impedida de prosperar en la antigua Unión Soviética, tiene aquí alicientes y el capital foráneo es bienvenido. Para los comunistas chinos los soviéticos se equivocaron, pues primero quisieron liberalizar la política y luego la economía, cuando ellos han empezado a hacer lo segundo y por eso plantean que requieren mantener el partido único que garantice estabilidad económica y social y que evite explosiones sociales como las que destruyeron a la URSS.

China emerje como un nuevo poder mundial, distinto a las potencias de Europa y Japón –pues no se basa en capitalismos liberales– y también de la antigua URSS –pues acepta e impulsa el mercado privado–.

Durante la guerra fría entre Wáshington y Moscú, la política externa soviética se sustentaba en fomentar partidos comunistas y guerrillas de liberación nacional. La diplomacia china, en cambio, es distinta. Beijing no le da importancia a promover partidos comunistas locales ni fuerzas aliadas en otros países. Más bien sostiene que respeta el derecho de no injerencia en política interna.

La diplomacia china no se centra en promover los derechos sociales que antes propugnaba el Kremlin, ni los derechos humanos que pregona la actual Casa Blanca; simplemente se basa en qué le conviene más a sus intereses comerciales. Por eso Hu apenas llega a EEUU se reune con los magnates de Microsoft, Boeing y Starbucks; además China tiene buenas relaciones con países que Bush quisiera aislar por su conducta «paria» y «no democrática», tales como Zimbabwe, Sudán o Birmania.

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Peor aún para Wáshington: Beijing tiene excelente trato con las dos nuevas potencias nucleares que EEUU teme: Irán y Corea del Norte.

El avance chino se hace sentir en zonas donde antes Beijing tenía poca influencia: África y América Latina. En el continente negro China controla el 40% del petróleo sudanés y está invirtiendo más de US$ 2.000 millones en el oro negro nigeriano.

En Venezuela los chinos invierten mil millones de dólares que ayudan a Chávez a mantener una actitud más desafiante ante Bush. China ha potenciado su comercio con Perú, Chile y el Mercosur, quienes le proveen materias primas y reciben inversiones y manufacturas. La penetración china es algo que vienen utilizando Lula, Bachelet, Menem y Castro como contrabalance ante EEUU. Es algo que usará también cualquier nuevo gobierno centroizquierdista sudamericano –en Perú sea García o Humala el próximo presidente–.

En lo inmediato China no es el adversario principal de EEUU. No ha llegado a ser lo que la URSS fue hasta hace 15 años hasta –cuando perdió la guerra fría–. El enemigo central de EEUU es el terrorismo islámico y en la lucha contra él Bush quiere aumentar su fuerza interna e internacional y controlar los pozos del medio oriente.

Beijing no apoyó las guerras de Iraq y Afganistán. Más bien tiende a ayudar a Irán y saca provecho de que Washington anda «distraído» y desgastado por esos conflictos para avanzar internacionalmente y mejorar sus relaciones con Japón, Rusia, la UE, Sudáfrica, el mundo árabe, India y Latinoamérica.

EEUU mantiene una escopeta de dos cañones ante China. Por un lado saluda su apertura comercial y por otro la denuncia por violar derechos humanos, por traficar con los órganos de sus prisioneros ejecutados, por no darle autonomía al Tíbet o por amenazar con invadir Taiwán.

Beijing, por su parte, no le hace una guerra fría a Washington: no financia a Al Qaeada, Hamas, Hizbola o a guerrillas latinoamericanas. Sin embargo ata lazos comerciales con el grueso de los países adversarios de EEUU.

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(*) Analista internacional.
www.bigio.org.

Desde Septiembre de 2005 no puede ver ni comunicarse con su secuestrado hijo José.

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