Entre la «mala fe» y los asesinados la sociedad de ciegos cierra con candado y pierde la llave

2.020

Lagos Nilsson

En la calle Bulnes, a pocos metros de la vieja Alameda ya sin álamos, en Santiago de Chile, sobre un muro y muy cerca de donde estuviera la imprenta de los salesianos puede verse una suerte de mural: recordatorio del asesinato de Jecar Nehgme; lo mató la dictadura el cuatro de setiembre de 1989.

Por estos días, si uno abre un periódico, prende la radio o enciende la tele se enterará de que Pedro Gonzalo Millas Márquez no fue un detenido ni es un desaparecido de esos tiempos de oro del Tata y epígonos. Sabrá también que Edmundo Pérez Yoma, ministro del Interior, piensa que Lidia Reyes, la viuda del falso detenido desaparecido, actuó de "mala fe". Menos mal que este Pérez no es como fue el otro, también ministro y también Pérez, que jugó al olor de la pólvora en Puerto Montt.

 Las buenas conciencias se dan un festín a costa de la viuda que cobraba una –vamos, miserable era– pensión del Estado por su cónyuge que, parece haberse descubierto, no andaba en los pasos que la dictadura cortaba, sino que murió en un accidente algunos años después de su desaparición. Lidia Reyes, en todo caso, exige que le digan dónde está enterrado quien fuera su marido.

Para ella no hay presunción de inocencia. "Mala fe", dijo el ministro; es decir: él sospecha que ella sabía que su marido andaba porai quién sabe en qué cosas y no obstante cobró durante años esa –insisto: miserable– pensión. Los medios periodísticos en su objetividad deben zarandear esa mala fe, esa exacción al Fisco. Pero…

Pero ninguno de esos honorables medios se ha preguntado con qué "buena" fe el otrora aplaudido dictador juntó en su casa alrededor de 55.000 libros –que formaban su biblioteca personal.

Que algunos de esos volúmenes contengan dedicatorias a personas identificadas con el apelativo de "compañero" no les dice nada. El ministro Pérez también calla. La buena fe se presume, es menester probar lo contrario y cómo siquiera intentarlo si el monstruo murió en su cama y –casi– "en olor de santidad".

(El Centro de investigación e información periodística publicó un excelente texto sobre esa biblioteca, avaluada en más de dos millones y medio de dólares, que puede leerse aquí).

Durante la dictadura se perdieron, ¡oh, rarezas de la historia!, algunas propiedades, muchos bienes muebles, objetos valiosos o simplemente bonitos, instrumentos musicales, juguetes… Eso, naturalmente no preocupa a nadie, "hay que mirar hacia adelante y no vivir en el pasado".

Y sobre todo apretar los dientes y no tener la mala leche de inquirir quién o quiénes robaron todo eso.

Lo que no se puede pasar por alto es que una mujer pobre haya cobrado de "mala fe" en todos estos años una suma inferior a una hilera de los libros comprados, es un decir, con tanto sacrificio por el general de marras.

El caso Pedro Gonzalo Millas Márquez –uno de cinco entre miles– sirve para el contínuo acto de prestidigitación que durante ya más de una generación vienen practicando los gobiernos del país. Uno de cuyos ejemplos bien podría ser el de Jecar Nehgme, según se desprende de la siguiente

Declaración pública

Somos hermanas de Jecar Nehgme Cristi, asesinado a los 28 años de edad, un hijo, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, connotado dirigente de la izquierda chilena, destacado luchador por la democracia y el socialismo.

Él fue asesinado por los funcionarios de Ejército en servicio: Pedro Guzmán Olivares, Luis Sanhueza Ross, Jaime Norambuena Aguilar, Manuel Allende Tello y Silvio Corssini Escárate quienes, por órdenes del Brigadier Enrique Leddy Araneda y del General Gustavo Abarzúa, le dispararon a mansalva 18 tiros la noche del día 4 de septiembre del año 1989.

Por segunda vez, junto a nuestra madre, debimos enfrentar el crimen de un miembro de nuestra familia a manos de la dictadura. En efecto, ya en octubre de 1973, los militares habían fusilado a mi padre, Jecar Nehgme Cornejo, 32 años, 3 hijos, militante y dirigente del Partido Socialista.

El día 28 de enero recién pasado, nuevamente nuestra familia ha sido víctima de un atentado: La sala penal de la Corte Suprema, constituida por los ministros Nibaldo Segura, Rubén Ballesteros, Carlos Künsemüller y los abogados integrantes Juan Carlos Cárcamo y Óscar Herrera, unánimemente, dictaron fallo definitivo otorgando la libertad a los criminales. Les aplicaron las siguientes "penas":

Brigadier Enrrique Leddy Araneda 5 años: libertad vigilada.
Coronel Pedro Javier Guzmán Olivares 3 años: pena remitida.
Capitán Luis Arturo Sanhueza Ross. 3 años, pena remitida.
Coronel Jaime Eduardo Norambuena Aguilar. 2 años: pena remitida.
Mayor Manuel Allende Tello 541 días: pena remitida.
Capitán Silvio Corsini Escárate 2 años: pena remitida.
General Gustavo Abarzúa Rivadeneira; sin condena.

Sólo nos queda expresar nuestra indignación, rabia e impotencia con esta decisión que premia a los criminales. Es un fallo definitivo, "divino e inexpugnable" ya que no existe recurso alguno que examine su legalidad.

Seguramente el día de hoy estos ministros recibirán los agradecimientos tácitos o expresos de los asesinos y sus superiores y las felicitaciones de sus abogados por tan preciada "condena". Además, el fallo será agradecido por la derecha y la Concertación por aportar a la "democracia" garantizando la "paz social".

Pero sepan ustedes que la paz social se construye en justicia y el triunfo que hoy celebran es efímero, porque lo han obtenido mediante una determinación injusta que no resiste análisis alguno. Han transgrediendo normas mínimas de justicia, aunque lleve la firma del máximo tribunal.

En efecto, los señores Ministros de la Sala Penal, han dictado un fallo carente absolutamente de imparcialidad, privilegiando a los criminales y denegando justicia a los familiares.

Los señores Nibaldo Segura y Rubén Ballesteros, jueces de la dictadura que siguen ocupando estos cargos gracias a un anquilosado mecanismo de designación que privilegia las componendas políticas entre la Concertación y a la derecha, por un mínimo de ética debieran abstenerse de intervenir en estas causas. Sin embargo, cada día siguen dejando libres a más asesinos.

Estas decisiones arbitrarias enlodan cada vez mas al Poder Judicial, que goza de escasa credibilidad ante la ciudadanía, pues entre los casos de corrupción y decisiones como estas, que protegen a los más poderosos, están condenando a los afectados a buscar caminos propios de resolución de conflictos.

En esta búsqueda, Jecar y los miles de ejecutados y desaparecidos "gozan de buena salud". Su semblanza se fortalece en la injusticia. Ellos están presentes en las calles, en la fábrica, en las aulas, en las comunidades mapuche, en las luchas de trabajadores y pobladores.

Nuestros muertos son ejemplo de vida, son héroes, son la esperanza de una vida distinta; mientras los poderosos se disputan los cargos, las cámaras, los votos y disfrutan de excelentes sueldos, nosotros, miles de hombres y mujeres en distintos lugares de la patria, día a día, silenciosamente, construimos futuro.

Y así como ayer tuvimos la capacidad y el coraje para terminar con la dictadura, mañana seremos capaces de transitar nuevamente unidos para conquistar definitivamente la justicia que se nos ha arrebatado.

A nuestros compañeros, amigos y a todas las personas que nos han acompañado en este largo camino, les confirmamos que nosotras no olvidamos a Jecar ni perdonamos a los criminales. Denunciaremos ante a Corte Interamericana esta decisión injusta.

Invitamos a todos a no decaer, a convertir esta rabia en denuncia, a seguir adelante, porque tenemos la certeza de que esta situación debe y va a cambiar.

(Firma): Familia Nehgme Cristi.
 

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