Es justicia: el embajador puso las cosas en su lugar

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

PROFUNDIZAR LOS ESFUERZOS
PARA QUE ARGENTINA
RECUPERE LAS MALVINAS

Luis Maira*
(Embajador de Chile en la Argentina).

Los argentinos merecen una explicación sobre las fuertes declaraciones realizadas por el ex integrante de la junta militar chilena, Fernando Matthei, quien sostuvo, en relación al conflicto de las Malvinas: «Hice todo lo posible para que Argentina perdiera la guerra». Y más tarde agregó: «Si la situación se repitiera volvería a hacer lo mismo».

Interesan poco las motivaciones del general Matthei para proferir estos dichos. Pero resulta importante examinar la lógica y el fundamento de sus afirmaciones, que corresponden a otra coyuntura política y al mundo propio de la Guerra Fría. En tal contexto las FF.AA. latinoamericanas adoptaron una visión fundamentalista de su quehacer, la llamada Doctrina de Seguridad Nacional.

Entre sus ideas centrales estaban la de que una tercera guerra mundial había comenzado sin una declaración formal de hostilidades, originada en un enfrentamiento global entre formas excluyentes de civilización “la occidental y cristiana versus el comunismo” que se libraba en cada país. Esto llevó a la aplicación de nociones como «guerra fría», «fronteras interiores» y «enemigo interno».

El reflejo de esta doctrina fue un nuevo tipo de dictadura militar que en Chile encabezó Augusto Pinochet y en la Argentina, Rafael Videla y Leopoldo Galtieri. Los costos de esta visión en la violación de derechos humanos son conocidos. Lo es menos su impacto en el resquebrajamiento de la unidad nacional y en la búsqueda de conflictos internacionales como válvula de escape ante las debilidades internas y la falta de legitimidad.

El episodio que tuvo a Chile y la Argentina al borde de la guerra en 1978 y la decisión de Galtieri de ocupar las Malvinas en un contexto de crisis económica y política fueron un reflejo de ello. Ambos asuntos son parte del pasado y esclarecerlos es, fundamentalmente, tarea de historiadores civiles y militares, sin perjuicio del reconocimiento que merece el heroísmo y sacrificio de las víctimas de esa guerra.

Lo esencial hoy es buscar en la Argentina y en Chile, bajo gobiernos democráticos, proyectos nacionales que respondan a los nuevos tiempos y aseguren una vida mejor para nuestra gente. Esto exige afianzar la amistad entre los países latinoamericanos, algo indispensable en un mundo como el de la posguerra fría y la globalización en que el peso de las regiones organizadas es determinante a los fines económicos y y para lograr un mayor peso político en la comunidad internacional.

Chile y la Argentina lo han entendido bien y desde 1990 hemos manejado una agenda constructiva con logros evidentes. Ella representa el predominio de otra lógica: la de la cooperación y la amistad. Por ello desapareció el enfrentamiento bélico como hipótesis de conflicto; guardiamarinas argentinos navegan en el buque escuela de la Armada chilena y nuestros ministros de Defensa acaban de establecer la primera fuerza conjunta de paz entre dos países latinoamericanos. Por eso también damos vida “en la segunda frontera más extensa de la Tierra” a Comités de Frontera e Integración que impulsan cada año programas de trabajo para multiplicar los intercambios económicos y culturales, fomentando proyectos de infraestructura en corredores bioceánicos que van uniendo el Atlántico y el Pacífico.

Dentro de esta perspectiva histórica, una réplica efectiva a los dichos de Matthei debiera ser un reforzamiento del compromiso chileno con la recuperación de las islas Malvinas. Cada año Chile patrocina en la ONU la resolución que ponga término a este enclave británico en el Atlántico Sur, devolviendo su control al Estado argentino. Quizá la mejor respuesta a los sentimientos heridos por las declaraciones del ex general Matthei sea profundizar los esfuerzos para que la Argentina vuelva a tener bajo su control lo que le arrancaron en 1833, pero que sigue siendo suyo.

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* Publicado en la sección Opinión del diario Clarín de Buenos Aires el domingo cuatro de setiembre (donde puede leerse aquí).

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