¿Escuelas inclusivas en sociedades excluyentes?

2.018

Ana María Elía.*

“La compasión es una emoción inestable. Necesita traducirse en acciones o se marchita. La pregunta es qué hacer con las emociones que han despertado, con el saber que se ha comunicado. Si sentimos que no hay nada que nosotros podamos hacer –pero ¿quién es ese ‘nosotros’?– y nada que ellos puedan hacer tampoco –y ¿quiénes son ‘ellos’?– entonces comenzamos a sentirnos aburridos, cínicos y apáticos", escribió Susan Sontag. Ante el dolor de los demás (Alfaguara 2003).

 

Y  “Si Juanito Laguna sube y se queda es, tal vez, porque puede, puede que pueda”, dijo Hamlet Lima Quintana.     

Decir que la escuela está abierta a la diversidad resulta una obviedad, por naturaleza  ella  es lugar de encuentro de extraños, en tanto diversos. Entonces, ¿por qué la  necesidad de enfatizar, desde las políticas educativas  en que el paradigma de la  institución  escolar en los escenarios de estos tiempos deben ser el de la inclusión?,  ¿es que la escuela, por lo menos la pública, no “incluye”?

Responder a estos interrogantes supone detenerse para aclarar algunos asuntos  conceptuales que concurren a desanudar tramas que a veces, entorpecen la mirada y, en  consecuencia, la comprensión. En ese sentido conviene dejar sentada la diferencia que  existe entre una escuela abierta a la diversidad, a la que ya se aludió, y una escuela  en y para la  diversidad.

Ésta última será una institución que acepte y respete lo diverso (no caer en la  tentación de cambiar aceptación por tolerancia), y lo que va mucho más allá, haga de la  diversidad una fortaleza,  que no sólo garantice el acceso de todos, sino la  permanencia exitosa y la promoción.  Esto que visto  así, o mejor dicho leído así,  parece cuestión de decisión y tarea sencilla, no debe  de serlo, de lo contrario, y  esto siguiendo una línea de pensamiento que no atiende a lógicas nada complicadas, no  se plantearía como demanda sino que devendría por naturaleza.

Tal vez no lo sea  porque  nuestras aulas están pobladas hoy por una infancia plural,  ya no protegida en muchos casos por padres e instituciones, sino conformada por chicos  que habitan a su manera el mundo que los rodea, “gestionando sus propios riesgos”, que  constituyen  su ciudadanía , sintiéndose como sujetos de la solidaridad de los que  provienen  de otros sectores, cuya ciudadanía se gesta en cánones de derechos  resguardados, y con los que comparten el espacio de la clase, sobre todo en lugares en  los que las escuelas privadas todavía no son alternativa para que las élites se  encierren y se ”protejan”.

De ahí  la necesidad de plantear la inclusión, porque ella implica una cuestión de  justicia curricular, que no sólo asegure  la construcción de un núcleo de aprendizajes  prioritarios comunes a todos los alumnos del país, sino que exprese como contenidos las  problemáticas que los atraviesan, en especial a los más vulnerables,  en franca  oposición a un curirculum hegemónico que atiende al interés de unos pocos, y, que ,  además ponga en acto la confianza, la responsabilidad y el afecto.

La confianza como gesto de apuesta  a la educabilidad de todos, la responsabilidad como  respuesta a la interpelación del otro, a partir de la conciencia plena de que enseñar  es un asunto moral, el  afecto como la posibilidad de que todo encuentro nos “afecte”.  Asegurarse de que eso ocurra convertiría  a la escuela en el espacio de lo justo, en la  que los saberes circulantes no sólo obedecieran  a la legitimación social, fueran  expuestos y criticables, por lo tanto públicos, sino que fueran emancipadores de todo  obstáculo que atente contra la igualdad. Se está sosteniendo aquí la utopía de una  escuela en la que se sociabilice el deseo de aprender, y se ejerza el poder  de  enseñar,  organizada en torno de la justicia curricular “justicia  que  lleva el nombre  de reconocer que hay otro del cual me tengo que hacer cargo.”

Ahora bien, sabido es que la escuela es una parcela de la sociedad organizada que nació  para satisfacer una necesidad de la misma, por lo tanto por mandato fundante y por  destino nunca puede ser considerada o pensada sin considerar o pensar su entorno, me  refiero a un tiempo histórico y a un espacio determinado  Extraña paradoja, la demanda  de una escuela en y para la diversidad, que incluya sin excepciones, enclavada en el  seno de la sociedad actual,  incapaz de consensos, en la que, lejos del respeto y la  aceptación de lo diverso todo es cuestión de cara o ceca, en la que se esgrimen   argumentos falaces o se tejen alianzas torpes para combatir  ideas demonizadas por el  sólo hecho de  pertenecer al “otro”,  en la que la pugna de poderes y los intereses de  los grupos generan exclusión y dan por tierra con todo atisbo de solidaridad verdadera,  no la  pensada como eufemismo de prácticas asistenciales llevadas a cabo por quienes se  arrogan el tener como un derecho inalienable, que de ésas algunas muestras hay.

Entonces: ¿Cómo hacen para apropiarse del conocimiento emancipador promotor de la  igualdad los chicos del campo que interrumpen la  asistencia a clase porque sus padres  cobran por productividad y entonces sus  manos se necesitan, más de una vez para ayudar  a que  ella no disminuya? ¿Cómo, si cuando llueve no tienen en qué ir ni por dónde  pasar? ¿Cómo, los que saben de padres resignados que canjean silencio por dos pesos?

A veces abrigo la esperanza de que mirando o pensando a esos niños y niñas,  sintamos  vergüenza, (de la propia) aunque sea inconfesa, pero no por eso menos urticante, porque  de esa manera estaríamos en camino a hacernos cargo de que lo que ocurre en los  espacios públicos es responsabilidad del Estado y la sociedad civil, nosotros,  después  de todo la confluencia de ambos es una de sus notas características, y  lo que es más  importante, estaríamos en vías de humanización social.

Y me fortalece otra, esperanza,  digo, y es que el movimiento sea en contrario, que haya una escuela en la que se  abandonen nostálgicos e inútiles anclajes en el pasado y en la que la interculturalidad  y la multiplicidad de ideas en convivencia inteligente y respetuosa puedan provocar  cambios en sus alrededores.

* Docente, ex directora de escuela.
En Los Buenos Vecinos.

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