España: fideputas, que los hay, los hay

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Surysur.*

… y que nos perdonen las putas. El castellano —que algunos en América suelen llamar español— es rica lengua; pero así como suele ocurrir con las personas luego de un trauma severo, que regresan al balbuceo infantil, cuando se quiere ser preciso elegimos entre pocas palabras la definición o descripción de aquello a lo que nos referimos. Nos referimos a Jaime Ferrero Ávila, un españolito hijo de cuatro mil leches. O quizá no, quizá sencillamente un muchachote que encontró en la caza otra forma de hacer política: el tal Ferrero buscó bajo el alero del Partido Popular (arriba con el dirigente Mariano Rajnoy) una carrera en ese astroso mundo.

Y, claro, para un derechista ¿cuál es la diferencia entre un gato y un pobre? Nadie se lo preguntó nunca a don Pedro Aznar, ése capo di tutti capi, o mejor en el inglés que adoran: boss of all bosses, que viene seguido a estas tierras a chorrear su maloliente melena ideológica.

Buen alumno le resultó este ex candidato al ayuntamiento de Talavera de la Reina a don Aznar; se mantenía en forma; solo que, puesto que se ha prohibido en la España moderna la caza de rojos, rojillos y anarquistas —bue…más o menos: siempre es posible rastrear un sudaca—, salía de noche en busca de gatos. ¿Qué clase de mierda revoloteaba por su hueca cabeza —y la de sus amigos?

El asunto es grave. Cierto, el Partido Popular de esa localidad de Castilla-La Mancha lo expulsó —también a un Juan Carlos Vásquez, comopañero de correrías— .Bien hecho. Pero no basta la expulsión. Deberían esos pro hombres u hombres de pro pensar qué hay detrás, delante y al costado de sus ideas que permite se sientan interpretados en sus filas bestias semejantes.

En América conocemos a la derecha (también a la derecha española, no sea crea que no), la padecemos, seguimos el rastro de sus muchos crímenes y asesinatos. Lo del tal Ferrero, lejos de ser la conducta de un sicópata más, obedece a una concepción del mundo, expresa un sistema de (des)valores, es la consecuencia de una filosofía de la depredación.

En Venezuela otro imbécil (de una imbecilidad menor, pero igualmente dañina) usó algunas de estas fotografías para desacreditar a un político contrario a sus preferencias; de inmediato fue llamado al orden por sus camaradas (el tipo era o decía ser chavista): así no es la vaina, chico, le dijeron. Lo que prueba el cuento es que en todas partes se cuecen habas, en grandes marmitas o en ollas pequeñas; en gran marmita las cocinaba un capitoste que, aparte de matar animales en carísimos safaris, especulaba con el precio de los automóviles que importaba para su venta.

Algo terrible pasa —está pasando— en las sociedades que conforman la población humana: matar gatos, leones, búfalos o —como alguna vez en la selva amazónica y hoy en tierras lejanas que se quiere "liberar"— a la pobre gente pobre dice de algo muy enfermo en el cerebro y acerca de una perversión del la aventura simple de coexistir las diferentes formas de vida.

Los hechos de que dan cuenta las imágenes protagonizados por el tal Ferrero se produjeron en 2008; puestos en paralelo con otras aberraciones —cierto gozo de curas, por ejemplo— son tal vez mínimos. Todas ellas conducen al abismo de la leyenda los lemures a bordo de un "drone" que se dirige a una vivienda cualquiera en Afganistán; pero no somos los pasajeros del singular artefcato, somos los que esperan las bombas.

De cualquier modo, como escribió un corresponsal: "A mi lo que más miedo me da es la cara de felicidad de este hijo de puta todo manchado de sangre…".

Amén.

* Informe: Jean Araud.
 

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