España: La breve vida de tantísimos libros

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Cuando se acerca el buen tiempo, cuando los días se alargan y aparecen en las ramas desnudas de los árboles los primeros brotes que anuncian la primavera, florecen en toda la península las ferias del libro, como si se sumaran al esplendor y la esperanza que ilumina la naturaleza.

Se diría que todo comienza con el Dia del Llibre de Sant Jordi, cuya estela se esparce por la geografía para llevar esa buena nueva de los libros a los rincones más apartados y tantas veces olvidados, para acabar con la populosa Feria del Libro de Madrid bajo los primeros calores del verano.

Se levantan tenderetes en las calles o se organizan avenidas de librerías en los parques, y durante unos días el público pasea entre libros, diccionarios y revistas como si se le hubiera despertado un apetito insaciable por conocer las últimas novedades sin las cuales la fantasía no lograría encontrar un lugar en sus horas de ocio. Y, aunque es difícil elegir entre la baraúnda de publicaciones y del infinito número de libros que se ofrecen al visitante, en buena medida así es.

El mundo del libro es inesperado y misterioso, y cuando nos volcamos sobre una mesa de novedades o en las exhibiciones de un tenderete, no imaginamos la cantidad de vueltas que han dado al libro el editor y el librero para que aparezca esa o aquella publicación ante nuestros asombrados ojos.

El editor

Está obligado a recibir en devolución los libros que no se han vendido en unos meses y para seguir presente no tiene más remedio que seguir publicando, de modo que otra novedad vaya a sustituir la que el librero le ha devuelto. El librero, por su parte, no alcanza a poner en la mesa de novedades todos los libros que los editores le envían, y para dar oportunidades a todos, no le queda más remedio que acortar la vida del libro en la mesa de novedades, a no ser que sea un éxito de ventas en cuyo caso allí permanece el tiempo que haga falta.

La vida del libro, pues, es en general muy breve y, por si fuera poco, no todos los editores acceden a esta mesa de novedades, sobre todo los de las pequeñas editoriales, que además luchan por conseguir una distribución que les permita hacerse presentes.

Así es como se publican tantísimos libros en España, la mayoría de los cuales nunca sabrán si hubieran sido best-sellers porque ni han gozado del tiempo suficiente de exhibición ni la mayoría de las páginas literarias que se publican dan cuenta de ellos. Ya es un milagro si ocupan un lugar en la estantería de una librería que se precia de trabajar los fondos editoriales.

La mayoría de esos 60.000 libros que se publican cada año no se venden ni se leen, y cuando pasa un tiempo prudencial, se guillotinan o pasan a la venta a saldo, porque de lo contrario no habría almacenes suficientes para albergarlos.

El sentido que pueda tener ese imparable e inútil exceso de publicaciones se me escapa, y creo que sólo se entiende si tenemos en cuenta esta rueda a la que está obligado un editor si quiere seguir siendo visible en escaparates y mesas de novedades.

Pero…

Hay otro elemento perturbador en esas ferias del libro que tiene que ver con los valores vigentes: el que damos al «éxito» que de tal modo hace mella en nosotros que compramos los libros de los famosos, haya o no haya motivo para esta fama, sin buscar más criterio que éste para la elección.

Pero también los famosos son víctimas de ese éxito, y nos encontramos en las ferias con muchos personajes extremadamente famosos que no les basta con el éxito que tienen en su profesión y se lanzan a la aventura de convertirse en escritores o escritoras sólo para arañar otro trozo de éxito.

No es el dinero lo que les lleva a escribir el libro que sacan, porque acostumbran a tener mucho más del que puede soñar un escritor literario, sino más éxito, aunque tantas veces carezca de sentido porque ni siquiera son ellos los que lo escriben.

Hay una protesta solapada contra esos autores o escribidores como si fueran intrusos que quieren ocupar un lugar que no les corresponde. Pero ¿acaso no son libros, nos gusten o no? ¿Acaso no hay gente a la que sí les gustan y los disfrutan? La fiesta del libro no especifica de qué libros se trata. Y un libro tiene tal magia que sea cual sea su contenido es capaz de convertir en lector de maravillas al más escéptico y snob de los compradores de feria.

………………………
*Escritora y directora de la Biblioteca Nacional (España). En: www.periodistadigital.com

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