España: “simple cuestión de coherencia política”
Luis Alberto Henríquez Lorenzo.*
Sostiene una vieja teoría anarquista que "todo político perteneciente a una fuerza dirigente de izquierda, desde el momento en que ocupa un cargo de cierta relevancia, experimenta un permanente desplazamiento hacia la derecha en cuanto a costumbres, gustos, diversiones, preferencias, amistades, vestimenta, formas de lucirse, etcétera. Este cambio de actitud suele incrementarse de forma directamente proporcional a la importancia y categoría del puesto al que ha sido promocionado".
(Cualquier parecido con políticos americanos del mismo o parecido origen es, naturalmente, mera coincidencia. N de la R).
Desde luego, un simple vistazo al día a día de la política partidista española demuestra muy a las claras la radical verdad que encierran las palabras por mí expuestas para configurar sucintamente la anterior teoría anarquista o libertaria. Hechos que se imponen por su abrumadora evidencia, por más que, ciertamente, no abrigo reparo alguno en admitir que mi mirada ni es ni puede ser completamente objetiva, dado que en mi condición ontológica de sujeto mi mirada sobre el mundo, sobre las cosas que pasan en la rúa, en la calle —que sentenciara D. Antonio Machado por boca de su Juan de Mairena—, ha de ser inevitablemente subjetiva.
Por lo demás, sin duda alguna la erótica del poder es muy erótica, muy cautivadora. Porque el poder corrompe; y cuanto más elevado es ese poder, más puede corromper. No tiene por qué ser siempre así, cierto que sí, porque de hecho a lo largo de la historia de la humanidad innúmeros deben ser los casos de que se tiene cabal noticia en los que es perfectamente aprehensible un ejercicio humanizador del poder por parte del hombre, humanizador por servicial, sólo que la tendencia a que sea en efecto así es una tendencia real, como la vida misma.
Como ejemplo palmariamente evidente de manifestación de esa perniciosa tendencia, de esa suerte de principio de Arquímides aplicado a la vida política partidista, podríamos citar a don José Blanco López, actual Ministro de Fomento desde abril del 2009.
Como si de un discípulo aventajado se tratara, no ahora del sabio griego Arquímides sino del ínclito Alfonso Guerra, el político dizque socialista José Blanco López es como Guerra, ya digo, dando caña, guerra –o casi mejor, la tabarra— especialmente a base de seguir advirtiendo a los españoles, y aunque tales advertencias tenga que hacerlas en La Noria , típico programa de la factoría Telecinco, del peligro del asentamiento de la derecha política y económica en las instituciones y administraciones democráticas españolas (sí, aquellas soflamas de hace lustros ya del maquiavélico Alfonso Guerra: “¡Españoleeee, que viene la derecha!”), como si no fuera cierto y archisabido que la derecha política y sobre todo económica comenzaron a instalarla en este país, hace décadas, los propios dirigentes socialistas: modus vivendi aburguesado de la mayoría de ellos (yupismo, cultura del pelotazo y el enriquecimiento fácil), políticas neoliberales, amaestramiento de los sindicatos, beneficios máximos de la Banca, subvenciones sospechosamente partidistas (cine, artistas diversos, opinólogos, cantantes…), negocios especulativos de casi todos ellos, Felipe González incluido…
Así que José Blanco (Pepiño para familiares, íntimos y aun enemigos de su movida política) no pierde ocasión de continuar con esa tradición alfonsoguerrista, además de con la tendencia, como enseguida veremos, de poner en práctica en política partidista la tendencia denunciada por el pensamiento anarquista, o lo que viene a ser lo mismo, el principio de Arquímides aplicado a la política.
Lo vemos. Nacido en Palas de Rei (Lugo), muy a principios de los sesentas, en el seno de una familia muy humilde –en realidad, como millones de españoles que, empero, no han tenido la suerte de autopromocionarse como el susodicho sujeto político—, estudió el bachillerato en un instituto de Lugo para matricularse posteriormente en Derecho en la Universidad de Santiago, estudios que abandonó al acabar el primer curso, con algunas materias pendientes. Este hecho, que sin embargo no le ha impedido llegar lejos en política partidista, muy lejos, comunicadores como Federico Jiménez Losantos se lo suelen echar en cara, en plan irónico, en plan coña.
Quien estas líneas escribe, claramente peor comunicador que Federico Jiménez pero creo que más idealista y utópico que el director de EsRadio –que de la izquierda revolucionaria de sus años mozos ha desembocado en posiciones claramente más liberales—, lo que manifiesto ante un caso como el del señor José Blanco no es precisamente incomodidad porque alguien sin estudios universitarios haya llegado adonde ha llegado, sino más bien una suerte de enfado contenido porque alguien falsamente socialista pretenda seguir dándonos gato por liebre o vendernos la moto.
Pero en fin, continuemos con el vistazo a la trayectoria del sujeto en cuestión.
En sus inicios, Pepiño Blanco se vinculó al PSP de Tierno Galván (como eran otros tiempos, formación política con más carga socialista y militante que el PSOE descafeinado actual) y a continuación al PSOE en 1978, organización en la que, a la larga, ha venido a cosechar sus más granados y apetecibles frutos: un sueldazo que debe duplicar, triplicar o hasta cuatriplicar el de los profesionales de la enseñanza y la sanidad, por ejemplo. Y todo ello en nombre del socialismo que hace más de cien años fundó Pablo Iglesias: mucho han cambiado los tiempos y las cosas, ya sé, no es bueno colgarse del pasado.
Pero lo que no debería cambiar, si de verdad se es de izquierdas, es el sentido de la justicia social, el sentido del socialismo como reparto equitativo de la tarta, el sentido de estar en política para servir y no para enriquecer el patrimonio particular. Como que los mejores socialistas que registra la moderna historia de España, desde la época de los movimientos, luchas y revueltas sociales hasta nuestros días, se caracterizaron por la honradez y el comportamiento permanentemente ético y solidario; los de hoy, salvo honrosas excepciones, han bajado excesivamente el listón de las exigencias de honestidad, sentido de la justicia, solidaridad y austeridad, de manera que ser socialista se ha convertido en una ganga: pueden pasar por socialistas en España hasta individuos con un patrimonio cifrado en muchos cientos de miles de euros.
Manda güevos la cosa: así cualquiera. Si se puede ser socialista y rico a la vez, qué ganga.
Porque justamente todo esto que hacen impunemente los socialistas de hoy, es decir, enriquecerse con la golosa mezcla de negocios y política y ulteriores prebendas de todo ese mejunje derivadas, es lo que los abuelos, bisabuelos y tatarabuelos de los sociatas de hoy criticaban en los burgueses de entonces, que eran señalados como el objetivo a batir, a derrocar, con vistas a la instalación de una sociedad sin clases, sin explotados ni explotadores, sin excesivos privilegios de los ricos…
Esto, que puede sonar a excesivamente nostálgico, en realidad debería ser la insobornable esencia del socialismo. Pero no lo es, porque ya se encargan los dirigentes actuales de hacer justo lo contrario, de dar la vuelta a la tortilla, de descolorar la rosa, que ya no es roja ni rosa intenso, sino rosa de tono apagado, casi light: por sus sépalos y pétalos se le va la fuerza que le queda. Vivir para ver…
Políticos como el que nos ocupa muestran a las mal maravillas –“a las mil maravillas” sobre todo para ellos, claro, no para millones de sufridos españoles— cómo se cumple la teoría anarquista, esto es, Arquímides redivivo. José Blanco López, acaso como preclaro socialista que es del siglo XXI, dispone de un fantástico chalé a orillas del mar —posesión que estaría muy bien poseerla, lo digo en serio, a quién le amarga un dulce de esos, a mí no desde luego— si su propietario no fuera socialista, o mejor, no quisiera pasar por socialista (que a mi juicio no lo es) y si su partido político no siguiese precipitando España al abismo de una crisis inicialmente de origen internacional cuyo fondo o final …), dos coches de alta cilindrada y un utilitario (idem), tres personas de servidumbre (idem), una cuenta corriente casi seguro que muy bien saneada, en plena forma y más ahora que sigue sin amainar o siquiera amenguar la crisis en España.
Y como broche o guinda del pastel, un colegio de lo más elitista que quepa imaginar para la escolarización de los hijos, oferta educativa altamente privada que, obviamente, como corresponde a todo buen socialista de pro y que se precie, no es cuestión de dejar pasar por culpa de viejas añoranzas descamisadas y proletarias.
Porque en efecto, el matrimonio compuesto por José Blanco y Ana Mourenza, padre y madre respectivamente de dos hijos, mandan a sus retoños no a la escuela pública –cuya defensa luego tienen la poca vergüenza de esgrimir, en plenas campañas electorales, para advertirnos de lo mala y perversa que es la derecha— sino al muy elitista, o sea, clasista, British Council, sito en Somosaguas. En dicho colegio, al que ni que decir habría que acuden no los hijos de las familias trabajadoras y mucho menos aún los hijos de las familias que están en paro actualmente, y sí lo más florido (“el más florido pencil”) de la flor y nata de la burguesía patria, la educación de un alumno de los primeros cursos de "eso" cuesta cada trimestre la nada descamisada cifra de 3.873€, 6.545€ la pareja (fijémonos en el considerable descuento, que algo es algo).
Lógicamente, la educación es bilingüe español-inglés, con poca o nula atención al gallego. Tampoco se imparte la asignatura de Educación para la Ciudadanía , buque insignia del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Pero, eso sí, los dos hijos del ministro –pocas veces alguien con tan escasos estudios llegó tan lejos en su promoción personal: mundo absurdo, contradictorio, injusto y cruel, en el que muy a menudo los que parecen triunfar no son los cristos ni los quijotes de turno sino los maquiavélicos, los tramposos, los listillos, los desaprensivos…—, comparten aulas, recreos, excursiones y mesa y mantel con los niños de Eugenia Martínez de Irujo, Mariano Rajoy, Genoveva Casanova, Eduardo Zaplana, Michel Salgado, Álvarez Cascos y un largo etcétera de la más rancia y engreída derechona nacional.
Sí, de esa misma derechona que cada vez que puede y le dejan el falsario, por falso socialista, José Blanco se encarga de defenestrar. De esa misma derechona, sí, sobre cuyos peligros advierte a los cada día más “sufridos” españoles por causa de la crisis que ni cesa ni se aclara, cada vez que puede y le dejan un micrófono o una tribuna, bien remuneradas ambas, eso sí, como socialista de pro y de buena cepa que es. Así que no se pierdan tampoco las buenas costumbres.
De modo que si están así las cosas, ¿qué pensarán del nivel de vida y costumbres burguesas de este ministro los cientos de miles de ciudadanos que no cobran desde primeros de enero y no tienen derecho a los 420 € de subsidio de prórroga del paro?
¿Y los que malviven en la economía sumergida, sacando como mucho unos eurillos para seguir tirando y no morir en el intento?
¿Y los que conocen perfectamente que el PER andaluz viene siendo, durante décadas ya, una forma de amarrar votos socialistas y de corromper más las administraciones locales? ¿Y los pensionistas y las personas que, por causa de padecer minusvalías físicas o psíquicas, han visto cómo la Administración les viene queriendo reducir la paga?
¿Y los militantes, ateos, agnósticos o creyentes, que aún practican la solidaridad desde la gratuidad y el sacrificio de su tiempo, talentos y dineros?
Perteneciendo José Blanco a un partido en cuyas siglas figuran la “O” de obrero y la "S" de socialista, ¿qué clase de lupa tendrían que utilizar, para llegar a captar el obrerismo y el socialismo sociatas, los millones de parados que, día a día que pasa, se acercan más en este país a la espeluznante cifra de 5.000.000?
¿Y qué pensarán de este socialismo del siglo XXI los ciudadanos españoles que están convencidos de que en este país sobran miles y miles de coches oficiales (se calcula que hay alrededor de 30.000 coches oficiales en España actualmente)?
¿Y qué los que ponen en duda el buen hacer de tantos miles y miles de asesores y colocados a dedo en la Administración Pública?
¿Y qué los que contemplan atónitos como engorda esa vaca que muy poca leche da llamada SGAE, y cómo engordan los sindicatos pesebristas…?
Demasiadas preguntas para tamaña crisis. Porca miseria de este mundo que cada día que pasa parece más corrompido: la clase política, día a día que pasa menos solidaria, militante, servicial y honesta. La Iglesia católica, cada día que pasa más saturada de burócratas, espiritualistas desencarnados, nepotismos y enchufismos, carencias de fe y de testimonios realmente militantes. Los sindicatos –salvadas loables excepciones—, amaestrados por el neoliberalismo y por los burócratas.
Como que creo ser consciente de que a mucha gente, ante tal panorama, le asalta la tentación de repetir con el gran Pablo Neruda: “Ahora me dejen tranquilo,/ ahora se acostumbren sin mí./ Yo sólo quiero cinco cosas,/ cinco raíces preferidas” (…)
Por eso mismo, bienvenidos sean los que están o continúan en política no para enriquecerse a base de engañar a los ciudadanos sino para servir a la cosa pública. Bienvenidos los que sirven en la Iglesia universal entusiasmados por la fe en Jesucristo. Bienvenidos los que construyen sindicalismo porque están convencidos de que es preferible por honesto, tener más presente el ejemplo de solidaridad con mayúscula y sentido ético de alguien como Salvador Seguí, el No del sucre, que el ejemplo de tantos que viven a base de bien a costa del sindicalismo. Y así un largo etcétera.
* Filólogo. Profesor e investigador.
En: Canarias Insurgente.