España:El 15-M como pregunta

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Todavía no se dirime en esas lides. No es la respuesta a la esclerosis del capitalismo neoliberal y de la democracia representativa: es el diagnóstico de su enfermedad. ¿Para qué enfermarse con ellos? No es un partido ni debe ahora mismo serlo. Un partido es un medio para un fin. El 15-M es un fin en sí mismo: una gran conversación que a fuerza de saber lo que no quiere, va a terminar sabiendo lo que quiere.

Sin líderes, sin programa, sin estructura, el riesgo de desaparición en el reflujo está ahí. Pero la crisis del sistema y la imposibilidad de encontrar soluciones desde dentro va a seguir alimentando la búsqueda.

Estructura no significa verticalismo. Es tiempo de una implicación social más horizontal. Hay que reinventar la gobernanza y hacerla democracia. Decisiones políticas nacidas de la discusión, ejecutadas por la organización y supervisadas por una discusión regresada abajo.

Frente a la libertad reclamada por el 68, ahora se reclama la igualdad. La naturaleza rota, el futuro incierto, la violencia cotidiana no soportan las diferencias. De ahí la fuerza de la camaradería en el 15-M. Por eso también la relevancia de las redes sociales, por su horizontalidad, por su relación entre iguales que se reconocen y tratan como tales.

En el 15-M confluyen veteranos castigados por el sistema y también clases medias enfadadas que, por vez primera, se han sentido tratadas como proletarios. En el maltrato se reconocen y se reinventan. Ahí se entiende parte de su amabilidad. La lucha contra el autoritarismo generó un tipo de partido. La Guerra Fría, otro. Del 15-M saldrán maneras diferentes de organizarse políticamente. Lo relevante será ver en qué medida se genera un viaje de ida y vuelta constante al movimiento que marque con su sello las formas de hacer política.

Frente a un capitalismo rígido y cada vez menos tolerante –nada líquido, con perdón de Bauman–, el 15-M articula inteligente su oposición.

El sistema sabe defenderse cuando se le niega o se le combate, pero no sabe qué hacer cuando se ve desbordado. Es la estrategia del movimiento desde hace apenas cinco meses. Pone patas arriba las teorías de esos intelectuales ignorados por los pueblos insurgentes que afirman: “Si la realidad no se parece a la teoría, peor para la realidad”. Una realidad tozuda e irreverente, que, con perdón de los intelectuales consagrados y con el favor de los poetas, al igual que el rayo, no cesa.

*Profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid. Ilustración de Dani Sanchís

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