Esperanza y derrotismo

3

 

Aprovechando la reciente celebración del día de Sant Jordi, celebramos un sencillo pero bonito acto en mi laboratorio. Varios investigadores presentaron los libros que han publicado recientemente, hubo un pequeño recital poético-musical, se presentaron los resultados de una encuesta sobre el papel de la ciencia y las científicas y científicos en la sociedad, y por último, un vídeo breve de presentación de las actividades de mi centro.

A largo del acto (bastante breve, en realidad, algo más de media hora) varias veces se mencionó el hecho de que nuestros trabajos y nuestras mediciones nos muestran que los océanos, y por extensión el medio ambiente, está experimentando una degradación sin precedentes y encima acelerada en los últimos años. Sin embargo, se insistía en la necesidad de alimentar «la esperanza». No el optimismo sobre la situación, no – sería bastante absurdo, a tenor de los datos – sino la esperanza de que seremos capaces de revertir la situación.La Crisis Ambiental Actual - Diálogos Encuentro con la Justicia - FAM

Una esperanza en realidad bastante infundada teniendo en cuenta cómo nos ha ido durante las últimas décadas y el poco caso que se nos ha hecho al personal científico que investigamos la Crisis Ambiental. Significativamente, el vídeo institucional jugaba también con los conceptos de «ciencia» y «esperanza», en lo que para mí era un acto fallido porque, de algún modo, se sobreentendía que ambos conceptos son, en la práctica, mutuamente excluyentes o contradictorios.

Y es que lo son. Quienes trabajan (trabajamos) en el marco de las ciencias ambientales estamos viendo un desastre sin precedentes en prácticamente todas las variables ambientales que queramos mirar. Como hemos comentado varias veces, hemos sobrepasado ya 6 de los 9 límites planetarios identificados hace ya 16 años, y aún hay otros 2 límites que podrían ser sobrepasados en los próximos años, uno de ellos netamente oceánico (acidificación).

El caso es que sobrepasar uno solo, tan solo uno de los límites planetarios, pone en riesgo la continuidad de la especie humana, y por tanto más tiempo que se prolongue esa situación de extralimitación, más riesgo se corre de entrar en una espiral irreversible de degradación ambiental, un punto de no retorno o tipping point. Eso, sobrepasando solo uno de los 9 límites. Ahora, qué significa sobrepasar, a la vez, 6 – y si seguimos como hasta ahora, dentro de unos años, 8 límites planetarios.

Después del acto estuve dándole muchas vueltas al asunto. ¿Qué sentido tiene que la consigna más o menos aceptada en la academia es que tenemos que transmitir un mensaje de esperanza? Pero aún, cuando gente como yo presenta con crudeza los puros y meros datos, es bastante normal que incluso por compañeros de profesión califiquen este discurso de «catastrofismo» o «pesimismo», cuando lo que se muestra son simplemente datos, desnudos, factuales.

Hechos, al fin y al cabo. Pareciera como si cada vez que uno muestra que la cosa va de pena tuviera la obligación de hacer una jaculatoria a la capacidad de la Ciencia (así, con mayúsculas) y al ingenio del Ser Humano (también con mayúsculas) para descargar toda responsabilidad, para que quede claro que esto se va arreglar, aunque de momento no tengamos la más mínima idea de cómo.

Sin embargo, me parece difícil tomar una actitud más anticientífica. La ciencia tiene que mostrar las cosas de la manera más objetiva y desapasionada posible, sin dejar que las propias creencias sesguen los resultados, de modo que lo que se produzca sea de validez general y a partir de aquí se pueda construir lo que se necesita.

Y los datos son tremendos. En este momento, el desbalance radiativo, es decir, la diferencia entre la radiación que recibe el planeta y la que radia de vuelta al espacio, de acuerdo con las mediciones de los satélites de la NASA se ha multiplicado por 4 con respecto a los valores que tenía en 2002.

Hacia el año 2014 se produce un cambio brusco, y así hemos pasado de 0,37 W/m² en 2002 a los 1,37 W/m² actuales. Por qué ha pasado esto tan rápido tiene que ver probablemente con varios procesos como la pérdida de hielo en el Ártico (el agua absorbe más energía, el hielo la refleja) y la drástica disminución de la emisión de aerosoles fruto de la quema de combustibles fósiles, sobre todo SO2, en China, en su lucha con el grave problema de contaminación que tenían.

Es por este desbalance que el calentamiento global claramente se ha disparado en los últimos años, y que acabamos el 2024 con una temperatura global en +1,6 ºC con respecto a los niveles preindustriales. A este paso, en unos pocos años más llegaremos a +2 ºC, lo cual sería catastrófico para España, porque haría que temperaturas de 50 ºC o más sucedieran con cierta frecuencia en verano, con grave riesgo para la vida de las personas, destrucción de ecosistemas, más incendios, etc.

Y eso por no hablar de todas los cambios que se están ya generando en la circulación atmosférica y oceánica, de consecuencias imprevisibles. El tiempo de reaccionar a la Emergencia Climática se nos ha acortado considerablemente, mientras vamos hablando de esperanza.

A nivel de recursos, las noticias no son precisamente esperanzadoras. La crisis originada por la falta de combustibles se sigue extendiendo por Latinoamérica y África, como ya comentamos en un post anterior; ahora los problemas llegan con fuerza a México. Falta cobre, fundamental para toda la electrificación, y comienza a haber problemas de suministro en toda suerte de materias primas, desde cereales y cacao a metales diversos. Y en medio de este problema grave y estructural, la implantación de aranceles por parte de EU ha dejado el comercio mundial destartalado, empujando a la baja el precio del petróleo (porque hay menos consumo), lo cual pone en entredicho la inversión futura, particularmente en el fracking estadounidense y garantiza la escasez de petróleo en el futuro próximo.

Por si eso fuera poco, y mientras continúan la guerra en Ucrania y el exterminio en Gaza, y otras 17 guerras por todos olvidadas, crece la conflictividad bélica entre India y Paquistán. La lucha por los combustibles, los metales, los alimentos, el agua… solo van a crecer en los próximos años. Pero nosotros tenemos que tener esperanza.As war clouds loom over India and Pakistan, let us remember the common man | India-Pakistan Tensions | Al Jazeera

A mi me hace gracia cuando me acusan de derrotista y de pesimista. En realidad, yo soy una persona muy optimista. Porque aquí estoy, luchando a pesar de la evidencia que se acumula, porque aún creo que se puede conseguir mejorar la situación, porque aún creo que podemos lograrlo. Los que bajan los brazos, buscándose la coartada moral de «la esperanza», ésos son los verdaderos derrotistas, porque no hacen nada para intentar cambiar la situación, porque aceptan como inevitable lo que tenemos y lo que se viene.

Compañeros, compañeras, del mundo científico: hay que abandonar de una vez por todas la absurda insistencia en la esperanza, adormidera de conciencias. No es eso lo que necesitamos. La respuesta que tenemos que dar no es «la esperanza», sino el activismo. Tenemos que salir ahí fuera y explicar lo que pasa, denunciar lo que pasa, ser beligerantes con lo que pasa, oponerse a lo que pasa. Es nuestra obligación moral ineludible, porque somos los que sabemos lo que pasa. Como dijo Albert Einstein, quien tiene el privilegio de conocer, tiene el deber de actuar.

Tenemos que salir ahí fuera, a defender a nuestros congéneres y a todo lo que está vivo. Porque no hay otra lucha que merezca más la pena, ninguna otra causa que sea más justa. Y ésta nos interpela. Esperanza no: activismo y justicia.

También podría gustarte

Los comentarios están cerrados, pero trackbacks Y pingbacks están abiertos.