ESTADO / CORPORACIONES: ENCRUCIJADA DE INTERNET

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

 
Estas palabras de un joven reportero on line expresan la creencia de que en un futuro inmediato el modelo de difusión convencional centralizado (en las corporaciones del Estado) será reemplazado rápidamente por uno mucho más democrático.

Las nuevas tecnologías de comunicación crean, siguiendo a William Gibson, el escritor de ciencia-ficción canadiense, un ciberespacio («cyberspace») ,es decir: un ámbito conceptual en donde las palabras, las relaciones humanas, los datos, la riqueza y el poder son actualizados por las personas a través del uso de los medios de información computarizados.

La internet y su rincón mas popular «the World Wide Web», posibilita a millones de usuarios publicar sus propios documentos, transformando la forma todavía habitual en que la información es traducida, procesada, transmitida y consumida.

Esta visión tecnotópica, que afirma los beneficios democráticos del potencial económico, cultural y político de estas nuevas tecnologías, descansa en el hecho de que la internet, por razones de estrategia militar, fue estrcturada deliberadamente como un sistema compuesto de diferentes nodos, independientes unos de otros y, al mismo tiempo, unidos simultáneamente en una red sujeta a una permanente expansión que la hace resistente a la censura y control centralizado, permitiéndole a los usuarios una interactividad y control previamente desconocidos.

Utopía y sistema

La revolución informática comienza a liberar la creatividad, debilitar las jerarquías, revitalizar la democracia y crear un nuevo tipo de comunidades. Las viejas limitaciones de tiempo y espacio parecieran desaparecer mágicamente a medida que internet nos presenta una combinación sin precedentes de inmediatez, interactividad y profundidad.

La ultima visión tecnotópica es la de una esfera pública electrónica en las que todos tienen acceso a aparatos de comunicación que les permiten recibir y trasmitir, de casi cualquier parte, mensajes individuales, de grupos u organizaciones, que marcan un significativo cambio discursivo de poder respecto de los que previamente habían sido sólo consumidores pasivos de información .

 
Es este nuevo modelo una alternativa viable al actual sistema, capaz de proveer un foro adecuado a la comunicación democrática en este nuevo siglo. Pero si es cierto que las tecnologias digitales contienen un enorme potencial para la comunicación horizontal, un cierto grado de escepticismo no es mala idea.

Su majestad el mercado

El problema con la visión tecnotópica del ciberespacio es que es increíblemente ciega al poder y a la realidad histórica y económica de la sociedad de mercado. Las tecnologías tienen distintas lógicas y capacidades, pero no hay nada inevitable en el hecho de que logren efectivamente desarrollarse –o en el modo como lo hagan–.

La internet, desde 1994, es comercializada a un «promedio exponencial» y el Acta (ley) estadounidense de telecomunicaciones de 1996 asegura que es el mercado y no una política publica la que dirigirá la evolución de internet y la «autopista de la informacion».

Si las decisiones anti-monopólicas fueran suficientemente fuertes para limitar las ambiciones económicas de las grandes corporaciones, la internet permanecería en los márgenes de los medios de comunicación culturales. Las inmensas inversiones que require actualizarla y hacerla popular y económicamente accesible no estarían disponibles. Pero si prueba que produce suficientes ganancias para hacerla atractiva, pronto aparecerán nuevos nodos en la red, propiedad de y operados por intereses privados, motivados primariamente por la obtención de esas ganancias.

Cualquiera de los dos escenarios disminuye el potencial «ciberespeacial» para contrabalancear el sistema de comunicaciones dominado por el poder comercial de las corporaciones.
 
Una gran cantidad de activistas ha venido trabajando incansablemente para mantener la accesibilidad y uso de internet como servicio público. Pero la dinámica del mercado, del que surgirá cualquier nuevo desarrollo de internet, opera en contra de la interactividad y accesibilidad pública.

Hasta hace poco tiempo la obtención de ganancias por medio de la red era mínima porque su contenido, que ha sido gratuito, no era apropiado para la publicidad comercial. Pero –como ya lo podemos ver– las fuerzas comerciales han probado que pueden adaptarse muy bien a las nuevas condiciones y vencer los obstáculos que le impiden obtener ganancias.

La publicidad «on-line» ha invadido la web de manera sorprendente desde 1996: sólo en los dos primeros seis meses de ese año aumentó en un 83 %. El ciberespacio, cada vez más, luce para el «ciberconsumo».

Ver las cosas con claridad

Bajo la lógica comercial es discitible si el contenido de la red servirá para un proposito distinto que el de obtener una «audiencia» masiva para promover el consumo. El mercado se precia de ofrecer diversidad, multiplicidad y posibilidad de elección, siempre y cuando éstas estén constreñidas a lo que el «proveedor de contenido» encuentre conveniente y remunerativo producir.

Lo que es curioso es el hecho de que los defensores de la libertad de expresión –en especial en EEUU: «the electronic libertarian»– se concentran en la posible pesadilla de la eventual censura y vigilancia gubernamental a través de la red, sin darse cuenta que la amenaza mas probable a la comunicación democrática sea la marginación de la información que no promueva las ventas o que en forma demasiado directa desafíe el interes de los anunciantes.

Hace más de 10 años uno de los mas entusiastas impulsores de la comunicación cibernética, Howard Rheingold, predijo que su transición de foro público –relativamente sin restriccion, sostenido por el gobierno y los impuestos nacionales– a la propiedad y control privado convierten las fantasías de una democracia electrónica y la cultura global «on-line» en un imposible.

La industria que trasmite sonidos y vídeos de alta fidelidad rápidamente se ha transformado en un híbrido de, como dicen en inglés «cable company conduits, telephone company money, and entertaiment company content».

 
Si es cierto que quien controla los medios de comunicación controla la verdad, entonces las consecuencias futuras del ciberespacio son tan reales como las promesas utópicas. Cada vez más se nos devela el hecho de que formas más democráticas de comunicación no van a surgir de las tecnologías y las fuerzas del mercado si operan ciegamente.

Una «cuestión» social

El «cyberspace» no puede, por sí mismo, producir la nueva participación politica y cultural a menos que exista una sólida politica pública que la sostenga, una política a por la que valga la pena luchar para actualizar el potencial democrático de la internet. Necesitamos reemplazar la cultura de la publicidad comercial por una cultura social que desafíe la lógica mercantil convertida en poder centralizado, el «promocionalismo» comercial, la informacion selectiva y el entrenimiento obsesivo.

La lucha por la democratización de internet solo puede ser movilizada por los que reconocen que un sistema de difusión cibernética comercial elimina la posibilidad de distribución de poder social., no por ideales abstractos. Lo que aquí está en juego no es sólo la calidad y la igualdad en la vida social, sino la definición misma de nuestras identidades. La paradoja de este proyecto es que es imposible …y sin embargo debe ser llevado a cabo.

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* Desde Ottawa, Canadá, 25 de octubre de 2005.

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