Estados Unidos: el ascenso del aparato de demolición de la derecha

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Robert Reich.*

Recientemente discutí con un republicano conservador que insistía en que la mejor manera de revitalizar la economía norteamericana era disminuir el tamaño del gobierno. Cuando le pedí que explicara su lógica, dijo simplemente: “El gobierno es la fuente de todos nuestros problemas”. Cuando le señalé que el gasto del gobierno había sacado a la economía de los otros ocho bajones económicos anteriores, incluyendo la Gran Depresión, no estuvo de acuerdo. “La Depresión terminó debido a la 2da. Guerra Mundial”, pronunció, como si el gobierno no hubiera tenido nada que ver en el asunto.

Unos días más tarde me vi enfrentado a otro republicano conservador que culpaba a la nación de la alta tasa de desempleo debido a la disponibilidad de beneficios de desempleo. “Si se le paga a alguien por no trabajar, no trabajará”, dijo. Cuando señalé que los beneficios de desempleo no podían ser la causa de la falta de trabajo porque en la actualidad hay cinco que buscan empleo por cada puesto de trabajo disponible, me dijo burlonamente: “El gobierno siempre empeora las cosas”. Parece que los que odian al gobierno están por todas partes.

Los republicanos en el Congreso, encabezados ahora por el Líder de la Mayoría de la Cámara de Representantes Eric Cantor, odian tanto al gobierno que a fin de hundirlo están dispuestos a sacrificar toda la confianza en Estados Unidos y todo su crédito.

Disminuir el déficit no es su objetivo. Rechazaron la oferta de Obama de recortar $3 mil millones de dólares en gastos en el cursó una década –incluyendo grandes reducciones en programas de ayuda social— porque el plan también incluía un aumento de $1 billón en impuestos. Su objetivo principal, según las palabras de su gurú Grover Nesquit, es reducir al gobierno “hasta un tamaño que permita ahogarlo en la bañera.”

¿De dónde vino esta cuadrilla de demolición? ¿Y por qué tantos norteamericanos parecen soportarla? Para responder, el Tea Party elude la pregunta, porque el Tea Party en sí es un producto de esta furia.

Culpen a los temores económicos e inseguridad que siente una amplia porción del público que desea encontrar un villano responsable de lo que les están sucediendo. Wall Street es demasiado abstracto y es casi imposible que los norteamericanos entiendan los rejuegos financieros que provocaron la Gran Recesión. Pero el rescate que el gobierno hizo de Wall Street fue un acto específico que casi cualquiera podía entender instintivamente –y la mayoría de los norteamericanos lo consideró una perversión.

No es una coincidencia que el surgimiento del Tea Party coincidiera con el rescate a Wall Street. Una conocida que se ha sumado al Tea Party me explicó que ella odia al gobierno “porque siempre está capturado por los poderosos, los cuales se apoderan de nuestros impuestos y se comen nuestro almuerzo”.

Al mismo tiempo, casi todo lo que el gobierno hace para ayudar a la gente común está ahora tan imbricado con la vida diaria que ya no se reconoce como parte del gobierno. Piensen en los indignados electores que se presentaron a los consejos congresionales de vecinos a protestar contra el plan de servicios de salud de Obama gritando: “¡No me quiten mi Medicare!”

Un reciente documento de Suzanne Mettler, politóloga de Cornell, estudió el número de receptores de beneficios gubernamentales que no cree haber recibido beneficios. Descubrió que más de 44 por ciento de receptores del Servicio Social dicen que “no han usado ningún programa social del gobierno”. Más de la mitad de las familias que recibe préstamos estudiantiles garantizados por el gobierno dijeron lo mismo, así como 60 por ciento de los que reciben la reducción del interés en hipotecas de viviendas, 43 por ciento de los beneficiarios del seguro de desempleo, y casi 30 por ciento de receptores de Seguridad Social debido a invalidez.

Agréguese a esto el odio al gobierno y las bromas insidiosas por parte de Noticias Fox y de Rush Limbaugh y sus imitadores en la radio del odio; incluyan más de 30 años del repetido sonsonete de Ronald Reagan que el gobierno es el problema; aucumulen los cientos de millones de dólares provenientes de personas como los magnates del petróleo Charles y David Koch destinados a convencer al público que el gobierno es malvado, y ahí tienen todos los ingredientes para la emergencia de una derecha armada de una bola de demolición decidida a destruir al gobierno tal como lo conocemos.

El último ingrediente crítico ha sido el abyecto fracaso del Partido Demócrata –empezando por el presidente— en sus intentos por explicar por qué es necesario el gobierno.

Se pusiera pensar que los últimos años de desastres mineros, explosiones en plataformas petroleras, colapsos nucleares, fechorías en Wall Street, el aumento salvaje del costo del seguro de salud, los escandalosos salarios de los directores generales y los despidos masivos hubieran permitido una oportunidad singular para explicar por qué el bienestar colectivo de la nación requiere de un gobierno eficaz y fuerte que represente los intereses del individuo promedio.

Sin embargo, no se ha hecho. Quizás sea porque, incluso bajo los demócratas, los intereses de de la gente promedio no se han atendido lo suficiente.

* Profesor Chancellor de Política Pública en la Universidad de California en Berkeley. Fue secretario del Trabajo del presidente Bill Clinton.
En http://progreso-semanal.com, que cita como fuente el "blog" del autor (http://robertreich.org/).

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