Estados Unidos, entre tarde y nunca el ultimátum a BP para reducir el desastre

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Rivera Westerberg.

La Casa Blanca considera insuficiente el plan de la petrolera para hacer frente a la marea negra, por lo que otorga a ésta dos días más para reformular sus planes con el objeto de detener el derrame de crudo en el Golfo de México. El ultimátum, empero, no corrió por cuenta del Ejecutivo estadounidense, por cuanto se conoció a través un comunicado del encargado de coordinar el trabajo para contener la hecatombe.

Queda para el análisis —una vez que se cuente con toda la información que se precise— dilucidar si la compañía británico-estadounidense (por sus capitales) BP procedía con arreglo a medidas razonables de seguridad en el perforado y extracción de petróleo a la profundidad en que lo hacía; algunas fuentes sugirieron, horas después de producido el desastre, que no.

Otras, en cambio, vienen destacando el hecho de que la necesidad de contar con combustible ("energía para mover el país") resulta tan urgente que era obvio que no se podían tomar todos los recaudos necesarios. El riesgo de accidentes, aun graves, es inherente a la actividad petrolera, señalan.

Lo que nadie podía o quiso prever, en todo caso, fue la probabilidad de riesgo en  operaciones mar afuera, como las que llevaba a cabo el personal de la plataforma Deepwater Horizon que se incendió y hundió el 20 de abril pasado frente a la costa de EEUU; está ya claro que la empresa operadora no contaba con planes ni métodos en caso de que se produjera, como efectivamente ocurrió, un accidente como el que desató el más infernal vertido de crudo de que se tenga memoria en el mundo.

Nuevos cálculos suponen que la cantidad de petróleo que se derrama alcanza una cantidad sobre los 6.4 millones de litros diarios, y no de alrededor de 1.5 millones, que fue la cifra estimada en los primeros días. La acción de BP, de poner una cúpula a modo de embudo para aspirar el vertido hasta tanques de superficie, no parece poder rescatar, en el supuesto más optimista, más del 20/25% del total.

Cabe considerar que esa masa contaminante no conforma una sola mancha o "marea negra", sino que se fracciona y distintos porcentajes han comenzado a derivar llevados por las corrientes tanto submarinas como superficiales, y si bien éstas últimas pueden monitorearse y admiten alguna manipulación, las otras, las profundas, escapan al menos por ahora a cualquier posibilidad de control.

Los daños a las formas de vida —peces, moluscos, flora marina y terrestre, aves, animales y actividad humana económica— en el litoral de los estados afectados son enormes y perdurarán por años; esa costa —señalan expertos— nunca volverá a ser la misma; es como un Chernobyl, o peor que un Chernobyl, pero sin radiación.

A medida que las informaciones e imágenes de las consecuencias del hundimiento de la Deepwater Horizon se hicieron conocidas, en forma paralela a la incapacidad de BP y del Estado para controlar la contaminación, no pocos medios de prensa iniciaron una campaña de especulación acerca de los efectos que la tragedia tendría en las relaciones británico-americanas.

De pronto el desastre ambiental —y económico de a población humana de las áreas afectadas— dejó de ser noticia, y el foco apuntó a la "special relationship" entre Wáshington y Londres.  "El enfado con BP no tiene nada que ver con cuestiones nacionales"  se asegura que el presidente Obama aseguró por teléfono, al Primer Ministro de Gran Bretaña. Un modo poco elegante, pero sin duda efectivo, de desplazar el interés público a un área más "manejable" por los expertos en la orientación de masas.

Por ahora el comunicado del vicealmirante de Guardacostas estadounidense y coordinador de los trabajos, James Watson, en el sentido de que BP aclare "en las próximas 48 horas los medios para incrementar la contención del vertido que puedan ser aplicadas ágilmente", parece constituir el único documento oficial respecto de la preocupaciónn del gobierno de EEUU respecto de la urgencia de ponerse serios y detener la hecatombe; documento que se emite a 52 días de producido el derrumbe de Deepwater Horizon.

Recién a mediados de la próxima semana el presidente Obama sentará en su despacho a los responsables de BP para discutir sobre la devastación producida y la que se produce segundo a segundo desde el mentado 20 de abril. Sin duda más de un minuto de la charla se destinará a asimilar un desembolso de 69 millones de dólares que deberá efectuar BP a modo de indemnización —suma a estas alturas apenas simbólica ante el mal causado, y ridícula se se tiene en cuenta que al parecer la empresa no está en condiciones de asegurar que podrá detener el riego de crudo antes de la segunda mitad de julio.

En previsión de lo que pudieran atraer a las costas de Tamaulipas y Veracruz, en México, las corrientes del Golfo hacia setiembre-octubre, se levantan voces de alerta en ese país. El marco lo puso en sumlugar Fidel Castro: "Nuestra época se caracteriza por un hecho que no tiene precedentes: la amenaza a la supervivencia de la especie humana impuesta por el imperialismo al mundo". Con justicia, empero, señaló en sus Reflexiones:

"¿Significa esto que Obama es responsable o promotor de esa amenaza? ¡No! Demuestra simplemente que ignora la realidad y no quiere ni podría superarla. Más bien sueña cosas irreales en un mundo irreal".

Ésta vez la realidad, como el título de una vieja película de ciencia-ficción, nos alcanzó.
 

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