Estados Unidos, Europa y China: la difícil gobernabilidad global

1.577

Roberto Savio*
En pocos días, acontecimientos muy distintos nos llevan a evaluar cómo la búsqueda de una gobernabilidad global se hace cada día más difícil. Empecemos por Estados Unidos. La lección que surge de la victoria de Barack Obama en el Congreso es que la política, cuando es de alto vuelo, se puede permitir ignorar a la opinión pública.

Obama empujó a varios senadores demócratas a votar por la reforma, pese a que corren el riesgo de no ser reelegidos. En buena medida, Estados Unidos ha perdido una característica esencial de la democracia: la capacidad de encontrar consenso en nombre de intereses superiores a los del propio partido.
 
El líder republicano, Match Mc Connel, ha dado una orden muy sencilla: no se vota por Obama, presente lo que presente. La campaña de denigración de Obama tiene resultados concretos. El día previo a la votación sobre la ley de reforma sanitaria, una encuesta citada en el diario español El País revelaba que  24% de los estadounidenses creen que Obama es el anticristo, 38% que está emulando a Hitler, 45% está convencido que no es realmente norteamericano, 57% asegura que es musulmán, y  67% cree que es socialista.
 
La ola de histeria llegó a tal punto, que el líder de la mayoría demócrata, Steny Hoyer, se tuvo que reunir con un centenar de representantes demócratas y el FBI resolver cómo se podían proteger a los que habían votado a favor de la reforma.
 
Para los que creen que Estados Unidos y la Unión Europea (UE) comparten la misma visión del mundo, es útil escuchar la declaración de McConnel, sobre los demócratas: "En la medida en que ellos buscan trasformarnos en un país de Europa Occidental, no van a contar con nuestra ayuda".

¿Cómo se van a encontrar acuerdos en ese país dividido como nunca, por poner dos ejemplos, en la cuestión Palestina o en el cambio climático? Estos son dos temas importantes para la UE, donde la crisis de gobernabilidad no reside sólo de factores internos en los 27 países miembros. La evidencia de que los intereses nacionales están primando sobre el diseño europeo es obvia.
 
El cuadro financiero internacional no va a ayudar a la gobernabilidad global. Tras haber lanzado al aire 40 trillones de dólares, el futuro no es promisorio. El vicepresidente del Consejo Europeo,  Joaquín Almunia, acaba de anunciar que cree que se tardará por lo menos en 10 años en absorber el exceso de endeudamiento público europeo. John Lipsky,  subdirector del Fondo Monetario Internacional, cree que la deuda pública va a volver a los niveles del 1950, o sea, de la posguerra. Dominique Strauss-Khan, director del FMI, por su cuenta, nos informa que si no se hacen rápidamente las tan anunciadas reformas del sistema financiero, llegaremos pronto a "revueltas sociales".
 
Sólo en Washington en los últimos diez años los lobbies financieros han gastado más de 200.000 millones de dólares, para parar todo cambio sobre la paz  palestina, del desarrollo en África, de la producción de alimentos y de todos los temas que son la base de las declaraciones de rutina del G8 y  ahora del G 20.

La moraleja de estas últimas dos semanas es clara. O la política vuelve a los grandes diseños para una gobernabilidad mundial, en una actuación nacional, aunque esto no sea ni popular ni fácil, y enfrenta los grandes temas del cambio climático, de la reforma financiera, o vamos a entrar, como dice nada menos que el Director del FMI, columna del sistema y símbolo del mal desde las grandes manifestaciones de Seattle hace diez años, en una época de revueltas sociales.
 
¿Ser optimistas o pesimistas? Decía Indira Gandhi que el optimista es un pesimista sin todos los datos.
 
*Fundador y Presidente Emérito de IPS.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.