Estados Unidos: – HILLARY RODHAM CLINTON Y LA »HORA DE LAS BRUJAS»

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En un terreno más amplio, Hillary Clinton se mueve dentro del estilo que consagró “La dama de hierro”, Margaret Thatcher, otra de cuyas exponentes es la canciller alemana, Angela Merkel, de alta eficiencia aunque más contenida en el ejercicio del mando.

Difícilmente Hillary Clinton necesitaría reforzar con otros “modelos” de liderazgo el suyo propio, para proseguir su camino hacia Wáshington. Actualmente senadora por el estado de Nueva York, las encuestas ya la sitúan un 15 % por encima de su seguidor más próximo dentro del Partido Demócrata. Ha estado expuesta a los reflectores de la fama desde sus años en la Casa Blanca, y antes en la gobernación de Arkansas, como primera dama estadual.

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Durante la presidencia de Bill Clinton, entre 1993 y 2001, el protagonismo de Hillary tuvo su clímax en el episodio de infidelidad de su marido –en pleno apogeo de su administración–, con aquella carnosa becaria, Mónica Lewinsky, que borró de los escenarios mediáticos las destacadas y numerosas realizaciones político-económicas del mandatario.

Pero a Hillary Rodham Clinton (incluyendo su apellido de soltera), no le faltan antecedentes políticos propios y méritos personales reconocidos públicamente. Suma a la asesoría “extraoficial” constante en temas legales y políticos a su esposo Bill, sus funciones como presidenta de la Comisión gubernamental que debía reformar radicalmente la atención de salud de 280 millones de norteamericanos, durante el mandato de su esposo.

Si bien la trascendental reforma fracasó finalmente, por un boicot generalizado de las grandes empresas de la medicina comercial y otros intereses creados, fue tan brillante el desempeño de Hillary, que no tardó en circular entre la elite norteamericana aquella vieja conseja de que “ella es mucho más inteligente que su marido”.

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Para entender la personalidad de la señora Clinton, hay que repasar unas penetrantes observaciones del experto chileno en asesoramiento político e imagen, Pablo Halpern, residente en EEUU:

“Hillary proyecta una personalidad fría y calculadora –ha dicho–, emocionalmente distante y un tanto rígida. En cambio, Michelle Bachelet proyecta una imagen acogedora y cálida. Tiene rasgos mucho más empáticos que Hillary y, por cierto, es mucho más femenina”.

Pero fue precisamente esa condición femenina la que más adhesiones le atrajo a la ex primera dama norteamericana, cuando contó en detalle su reacción al enterarse de la infidelidad de su célebre marido. Está en su libro autobiográfico, publicado en 2003: “Las decisiones más difíciles que he tomado en mi vida han sido permanecer casada con Bill… y aceptar la candidatura para la senaduría de Nueva York” –ha escrito, en cada uno de los 4 millones de copias vendidas de su libro, por el cual ha recibido 12 millones de dólares como derechos de autor.

“El estoicismo con que Hillary enfrentó la crisis política y personal durante el escándalo Lewinsky –comenta Pablo Halpern–, le generaron mucha empatía, lo que ha terminado ayudándola enormemente”. Pero lo que no sabe la opinión pública, y que tal vez nunca se llegue a comprobar, es lo que sucedió dentro de las paredes de la Casa Blanca, luego que Bill Clinton le confesara a su esposa, con detalles, su adulterio con Lewinsky, al amanecer del 15 de agosto de 1998, según la autobiografía de Hillary, dos días antes de que el entonces presidente de los EEUU tuviera que comparecer ante la Justicia por ese affaire “doméstico”.

Todos los que seguíamos el caso como periodistas hace nueve años (el que esto escribe, desde Buenos Aires), nos quedamos con un palmo de narices al ver la facilidad con que Hillary perdonó entonces públicamente a Bill. Nada de “estoicismo”. Debía haber gato encerrado.

Y alguno de los colegas argentinos más brillantes, de esos que son escritores y reporteros de lujo al mismo tiempo (no recuerdo exactamente su nombre) lanzó una hipótesis, enseguida publicada, que resultó una anticipación genial.
fotoImaginó un diálogo íntimo entre el presidente de los EEUU y su esposa, entonces sólo con el papel de primera dama, humillada y acorralada por el escándalo, en que Hillary de pronto congelaba su sonrisa y sacaba sus garras, y le decía a Bill:

–Okey, te respaldaré públicamente, sin vacilar, sólo con una condición… (inconcebible en ese momento)… ¡Seré yo la candidata del Partido Demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos!

Era un precio sorprendente, por el nivel y la ambición que denotaba, pero Bill Clinton no tuvo otra opción que aceptar. Hoy hasta circulan versiones de que Hillary quiere dejar de lado a su marido en la campaña, ya triunfal, mandándolo a casa para que no le haga sombra, pese a que él ha movilizado todos los recursos y la maquinaria del partido de costa a costa del país y ha reunido decenas de millones de dólares para apoyar su postulación.

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* Periodista.
Una versión de este artículo se publicó en el diario chileno La Nación (www.lanacion.cl).

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