Estados Unidos: la educación de la guerra

Álvaro Leiva*

El senado de los Estados Unidos acaba de destinar 168.000 millones de dólares adicionales para la Guerra en Iraq y Afganistán. Un presupuesto aprobado en el senado por 92 contra 6 votos, mientras que en la cámara de representantes la votación fue de 268 contra 155.

 

El posible escenario de un presidente afroestadounidense y demócrata, contiene quizá el grado de estímulo moral que la sociedad dividida post 9/11 ha ido perdiendo –y continúa sin encontrar derrotero alguno.

La cifra en cuestión, contiene la estrategia de guerra para garantizar el denominado "Proyecto Euroasia" que los halcones del pentágono vienen tramando desde los tiempos del gobierno de Ronald Reagan –y que los niños en las escuelas primarias reciben como propaganda vía maestros, esto es: vía sistema educacional.
 

I.
Este proyecto de ley, que reedita algunas recetas de la segunda Guerra Mundial, tiene como voladores de luces, la expansión de becas de estudio y otros beneficios para los veteranos de guerra que marcan el tono de una guerra corporativa (Blackwater) sin fin, sin dirección.

El grado de egoísmo de la elite poderosa (digamos un 10% de la población total de EE.UU) es alto: no destina ni un centavo para la reconstrucción de Iraq, tampoco para indemnizar a los parientes de las víctimas fatales –que superan el millón–. La humanidad, decía Foucault, se mide precisamente por los límites en que se pierde esa humanidad; entonces deviene la tortura, la cárcel, el campo de exterminio, la bomba nuclear, el deshielo total del Polo Norte al finalizar el verano, todo en nombre de la humanidad.

Ni un centavo se invierte en la vida, ni un centavo vale la pena ser discutido.

Anoche hablaba con un amigo de Argentina, y me decía algo que me parece muy elocuente. Un estudiante universitario en la academia estadounidense es un esclavo muy sofisticado que, cuando termina su cuatro años de enseñanza universitaria (un equivalente a la secundaria o bachillerato en otros países), ha contraído una deuda tan feroz que su actitud va a ser la de un autómata, un ente sumiso ante las cosas, mercancía. La deuda se extiende a cientos de miles para aquellos que deseen continuar sus estudios de posgrado.

La idea de una sociedad militarizada que mantenga un ejército de reserva es acompañada de una promesa de educación gratuita y un futuro espectacular (www.goarmy.com). Esta promoción comercial que se realiza desde siempre en las escuelas secundarias públicas, pasillos y patios de universidades está dando cada ve menos resultados. Un dato que ejemplifica esta combinación de futuro brillante y guerra preventiva, se articula en torno al discurso-propaganda del 9/11: artificio mediático, corporativo que originó la invasión, el latrocinio en marcha de Afganistán e Iraq.

En consecuencia no es gratuito que 800 cadetes de todo el país se enlistaran este año en campamentos de verano organizados por la infame academia de guerra de Westpoint: chicos y chicas de entre 16 a 18 años de edad son los futuros oficiales del gran ejército teoconservador.

Esta definición de teoconservador la utiliza Jeremy Skahill en su libro Blackwater: the rise of the world’s most powerful mercenary army (Nations Books, 2007) con el objeto de identificar a los grupos fundamentalistas que siguen asociados tanto a la iglesia como al Estado invisible; la invisibilidad de los "logos" que alfombran la alba casita de Wáshington desde hace varias décadas.

El mismo Obama ha especulado con cifras en el retiro de tropas del medio oriente: habla de miles, 135.000 para ser exacto; ésta es la propaganda que acostumbra emplear el mundo corporativo, es su jerga propagandística.

Esta justa americana, que se conoce como pax americana, es un conflicto de alto calibre financiero, comandado por los ejércitos privados que cuentan con absoluta impunidad para actuar en cualquier punto de la Tierra. Aunque gran parte de las encuestas señalen que la ciudadanía estadounidense no aprueba el conflicto armado, el ciudadano promedio sigue confiando en un cambio de régimen (Obama) capaz de impedir cualquier otro intento guerrerista.

Pero las probabilidades son también objeto de esta "guerra preventiva" que llevan a cabo corporaciones que se dedican tanto al negocio de las ATM o cajeros automáticos como a las maquinitas de votación electrónica. Un reciente documental titulado Uncounted (Sin contar) denuncia el mecanismo de manipulación de votos a través de virus insertados en los terminales de votación, etc.

Las últimas elecciones presidenciales (2004) y de parlamentarias (2006) muestran márgenes de error de índole irrisorio, existiendo casos como el de un pequeño poblado de Ohio en donde se contabilizaron más votos que el número real de habitantes. La idea del voto electrónico responde a la lógica de la tecnocultura como aliado de suma sofisticación, como la esclavitud del joven profesional que debe una suma impagable por su educación superior.

La tecnología se suma a la guerra como un tentáculo que puede hacerla invisible a esta guerra sin fin; tanto la nanotecnología como la biotecnia se enfilan en la carrera de la muerte, en el oficio de la cultura de la aniquilación y del poder.

La resistencia en EEUU al sistema clave de dominación basado en el mito supremo de civilización tiene un antecendente inmediato: la inevitable resistencia de los grupos que sufren la persecusión, la cárcel, el acoso diario de los servicios de migración, policías y la tecnovigilancia. Sin embargo el espíritu que hizo posible Seattle 1999 se ha ido convirtiendo en una referencia libresca.

Sobre la base del sabotaje al sistema y la autonomía de los grupos, las movilizaciones del futuro deben contemplar algo más que la invisibilidad y el accionar puramente teórico que nos impone inevitablemente la tecnocultura, la tecnoguerra, la informática.

El estilo de vida, el "look rebelde y cibernético" que acapara las páginas de los noticieros y la media corporativa del sistema, importa muy poco en el momento de ampliar los escenarios de lucha y ser al mismo tiempo más creativos al enfrentar a lo que algunos llaman globalización.

Sin duda la ampliación de redes comunicacionales que puedan ejercer presión desde sus idiomas originales, comunidades autónomas en asambleas abiertas y sin fronteras, no hace otra cosa que enriquecernos de autocrítica para poder avanzar hacia algún lugar. No se trata de cambiar el mundo ni de acceder a plataformas que nos puedan conducir ilusoriamente a "otro mundo posible". Las aspiraciones de la izquierda mundial contemplan avanzar, pero con el muerto al hombro, aunque este sistema tenga un gusto amargo y huela a excremento. La tierra, las plantas y los animales serán los únicos aliados en esta resistencia, nos recuerda Dereck Jensen (escritor anarquista contemporáneo).

Estados Unidos, país conocido ya como el gran egoísta, debe parte de su historia oficial a un tesorero español del siglo XVI, Alvar Núñez Cabeza de Vaca. El primer europeo en escribir sobre los terrirorios de lo que ahora conocemos como Florida.

Este es el sur del sur, no es la cuna reaccionaria de Miami, sino la cuna de los indígenas seminolas, calusa, desplazados, aniquilados y convertidos en atracción para el turismo etnocéntrico.

A Florida le toca ser el frontispicio de una depresión económica a toda marcha; los recortes a la educación superior durante el año fiscal en curso superan los 100 millones de dólares. Miles de profesores y otros empleados estatatales de la educación se han quedado sin trabajo –me incluyo en esa lista.

Pero la educación de la guerra ha creado una corriente de desertores del ejército (Jeffrey House, Corey Glass, Joshua Key entre muchos otros) que ha pedido asilo político en Canadá después de desertar. Una corriente de contradicciones en la que el tecnosilencio borra cualquier intento de voz, esa verdad que queda atrapada a la pirámide del omnipresente poder de las imágenes.

La sociedad de masas se extermina por mandato del neoliberalismo, por las leyes del valor de uso y cambio, por las economía de libre mercado y los tratados de comercio bilaterales. Hay quienes deciden apartarse de la educación de la guerra y se trasnforman en desertores, desconocen las órdenes de los generales que alimentan la guerra en el mundo del Islam. Eso alienta un poco, siempre hay ovejas negras en el rebaño de incautos.

Una última reflexión sobre la educación de la guerra tiene que ver con la moralidad que debe perpetuar este país. Para ello se le da cuerda a la segunda enmienda constitucional, que garantiza que todo ciudadano en EE.UU tiene el derecho de portar un arma de fuego. El hecho es que el 27 de junio de 2008, en la capital Wáshington D.C., la corte suprema falló en contra de una prohibición de 32 años sobre la tenencia de armas de fuego para uso personal. Dos importantes amarras que W. Bush deja como herencia y que la futura administración (Obama o Mac Cain) se apresta a implementar paso a paso, como se diría en inglés bastardo.

II.
John Zerzan –ensayista anarquista de la corriente llamada primitivista– y autor de numerosos artículos y libros, entre otros, Primitive Future, incluye una breve reflexión en su bitácora y a contratiempo en el gran tinglado de la llamada "civilización". Nota que me parece tan oportuna en estos tiempos de guerra y desolación que no vacilo en traducirla. Hela aquí:

Pandemia

Aparece en los grandes titulares, es perturbador y confuso, se hace cada vez más recurrente; sin embargo ni la derecha ni la izquierda hablan mucho sobre el asunto.

En el verano de 1966 Charles Whitman, tras dejar una nota de suicidio, sube una torre de la Universidad de Texas y dispara dando muerte a 14 personas. En los años siguientes surge el término "going postal", para referirse al paulatino crecimiento de incidentes con resultado muerte en lugares de trabajo.

En los últimos 10 años –desde el caso de Kip Kinkel en la localidad de Thurston en 1998– la acción de suicidas que producen homicidios múltiples se ha convertido en algo cotidiano: Columbine, en 1999, y una reciente y acelerada racha, como, por ejemplo, Cho en Virginia Tech la primavera pasada, Omaha el muchacho de 19 años que protagonizó un tiroteo en un mall el pasado mes de diciembre, otro estudiante con altas distinciones enla Universidad de Northern Illinois. Y cuatro tiroteos registrados en febrero en escuelas y en sólo una semana.

Las "explicaciones" son tan débiles como poco difundidas. "Se trata de que hay muchas armas." Me crié en los años 50, en un hogar con muchas armas de fuego. Nadie iba a la escuela a matar a otros niños. Las armas han estado presente por doquier en esta cultura, no obstante los tiroteos de este tipo son nuevos, de una relidad muy cruda.

"Se debe al cierre de muchas de las instituciones de salud mental". Como si en el pasado tales invividuos hubieran sido institucionalizados. La mayoría de estas personas no muestran casi ningún síntoma psicótico. Sí todos los que usaran antidepresivos fueran sospechosos, millones deberían estar encerrados.

Más que nada existe una patología que se contempla dentro del discurso dominante. Existen muchas implicaciones. Muchas, muchas palabras sobre el terrorismo. Todo el terrorismo, la amenaza de ataques terroristas. Aquellos suicidas del Islam y, no nos olvidemos, de los "eco-terroristas".

Por supuesto, convertirse en víctima de un tiroteo en una escuela, un centro comercial o en el trabajo es mucho menos probable que estallar en pedazos producto de una bomba en la guerra contra las hostilidades que presenta el terrorismo. El verdadero terror, en aumento, está presente en la vida diaria de la sociedad de masas.

Al mismo tiempo, muchos son consumidos por el último ciclo electoral, repleto de sinsentido y manipulación. Es imposible imaginarse que unos de estos politicastros tenga las agallas de hablar sobre esta epidemia. El poder de la negación todavía nos domina, aunque comienza a ser acorralado en un espeluznante callejón. El centro de putrefacción de la vida industrial se está pudriendo en sí mismo por completo. La descomposición es cada vez más avanzada y a la vista de todos.

Lo que sucede en la sociedad es la contraportada de la rápida destrucción de la biósfera. Se ha visto un aumento drástico en el número de padres que matan a sus propios hijos. El pasado 18 de febrero el centro de salubridad (Center for Disease Control) informó que el índice de suicidios entre estadounidenses con una edad promedio de 50 años, ha escalado al 20 por ciento en los últimos cinco años.

En meses recientes un condado de Gales sufrió una explosión de suicidios entre adolescentes. La lista es larga. El estrés, la depresión, el insomnio, la ansiedad van en aumento. La gente que ha perdido la esperanza renuncia a su vida llevándose con ellos otras vidas.

La "crisis del significado", no es solamente una frase cliché del post-modernismo. Nos encontramos adaptando y justificando, como con el significado, la textura, la comunidad, la libertad que se resbala de nuestras vidas. Isaac Asimov en Yo, Robot hace una descripción de la tecnocultura en donde a la vida simple y directa le ha pasado de todo menos desaparecer.

¿Hemos escuchado esto antes? Bienvenidos a la zona de la muerte, y sin futuro, con ilusiones como que la vida en esta tecnocultura industrializada puede convertirse algún día en ecológica o verde, sustentable o salubre. Es tiempo de despertar y oler el humo que sale del cañón de la pistola.


* Escritor latinoamericano nacido en Chile.

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