Estudiantes, Chile: – DE LA REBELIÓN AL ENFRENTAMIENTO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La política bien puede convertirse, a propósito del alcalde de marras –el de Providencia, una comuna en decadencia de la capital de Chile– en cosa de bestias; lo sabe cualquiera que haya leído al señor Orwell prestando atención a los dirigentes-cerdos de la granja. Pareciera que el prolongado esfuerzo de la concertación de partidos por la democracia sea uno por cambiar la situación del predio orwelliano, pero sin ofender a los cochinos –iguales al resto, pero un poco más iguales–.

(El cínico del bar de la esquina afirma que no es menester recordar el libro inglés; que para describir la bestialidad –entendida como falta de raciocinio– basta con escuchar a buena parte de los políticos; «al fin y al cabo los animales son nuestros hermanitos menores», dice sanfranciscanamente).

Cerdos en Rebelión en la granja; astutos gatos en El bosque que habla; pingüinos, éstos de verdad, en la isla de Anatole France; hormigas, osos, en fin, en la Ciudad de Simak. Y hasta plantas en El día de los trífidos –para no cansar con asnos de oro, fábulas muchas, gente-lobo (Es más oscuro de lo que pensáis). Stapledon imaginó un hermoso perro llamado Sirio –entre otras muchas cosas–. Todo ello, a lo que cabe sumar corderos a punto de ser reemplazados por primogénitos, completa una forma de entender miedos, política, cultura.

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No en Chile. País culto –herencia de una época en que la educación pública de algún modo funcionaba–, eligió maneras más civilizadas. No se entiende con las bestias –a excepción de los que sí con aquellas de la dictadura– y en definitiva prefiere el soma. Es razonable. Si no podemos alcanzar un mundo feliz, no suena descabellado soñar que o ya estamos en él o vamos –mal pero en buen camino– hacia allí.

Sólo que los «animalitos de dios» penan a este lado del monitor tanto como gruñen su dicurso al otro lado de la pantalla de TV. Y he aquí algo curioso: son los más jóvenes, los polluelos de Mamá Oca, quienes mejor escuchan ese sufrir.

La juventud, se diría, conforma un mundo aparte. Pide lo imposible porque exige lo obvio. Y por más que los gansos viejos, consejeros y visires de Mamá Oca, estrechen la vista tanto como cubren sus oídos, lo obvio convertido en imposble les salpica picos, plumas, alas y garras. Porque lo obvio en términos sociales es siempre urgente.

Con mucha objetividad la periodista Katerinne Pavez escribió en La Nación de Santiago (www.lanacion.cl) el 19 de octubre: «La marcha que los secundarios realizaron por el centro de Santiago sirve para graficar la situación actual del movimiento: desordenada y sin rumbo determinado.

«Algo más de mil quinientos estudiantes llegaron a la convocatoria. Querían llegar al Mineduc, luego a la Seremi. No consiguieron ninguno de los dos objetivos.

«Además, el Gobierno, la Iglesia Católica, el Parlamento y los alcaldes le quitaron todo piso a las movilizaciones. Nadie parece entender por qué están de nuevo en la calle si consiguieron soluciones concretas en la agenda corta y se encuentra en funcionamiento un Consejo Asesor para discutir los temas de fondo».

El asunto es que, ay, demasiadas veces, la información (lo que está detrás de la noticia) es la no-noticia. Lo esencial, descubrió el Principito, es invisible a lo ojos. Por alguna razón tal vez el ministro del Interior no ha leído ese breve y maravilloso texto de Saint-Exupery y por eso pudo afirmar tan suelto de cuerpo que las protestas estudiantiles carecen de sentido «y conspiran contra ellos mismos”.

El presidente de la Conferencia Episcopal, obispo Alejandro Goic, defendió el accionar de los grupos policiales y dijo sin arrugase: “Muchas veces se ven sobrepasadas y hay que ponerse también en el lugar de ellos”. ¿En el lugar de quién?

Acaso un sicoanalista pudiera interpretar las acciones de la fuerza armada como la expresión inconciente de los que saben –y tal vez reprimen en su interior individual– el hecho de que sus hijos son esos niños que desalojan, mojan, gasean, persiguen, apresan; los uniformados con armas son los únicos que saben –o deberían saber– que su oficio probablemente les hará enterrar a sus hijos en vez de ser sepultados por éstos. Cosas de la guerra: ocurrió en Chile no ha mucho. Se comprende la angustia de la Iglesia de Roma sin necesidad de poensar en sus colegios subvencionados.

Guerra. Los cómodos y olvidadizos parlamentarios de la Concertación están contestes: las medidas de presión de los estudiantes no tienen sentido, no conducen a nada «a estas alturas del año». ¡Vaya! ¿En otra fecha sí? Pero los estudiantes vienen rebelándose contra el sistema educativo desde hace más de un año y en todas las estaciones.

Escribimos guerra. Triste asunto –»tema» diría un político y no pocos periodistas siempre dispuestos a escribir una composición inicua–, tristísima esta guerra. ¿Por qué escribimos guerra? Porque entre sus varias acepciones, guerra es:

1. Lucha armada entre bandos de una misma nación.
2. Lucha o combate, aunque sea en sentido moral.
3. Enemistad, hostilidad declarada.

Alrededor de 300 estudiantes apresados –y no por actos delictivos– ¿qué quiere decir?

Un escritor argentino escribió una novela en que jóvenes mataban viejos. Vuelta de tuerca «a lachilena»: los maduros condenan a los jóvenes; no los matan –salvo cuando los mataron–, les asesinan el futuro.

(¿Estará Diario de la guerra del cerdo de Bioy Casares en las bibliotecas de los liceos? Y ya que estamos con libros, ¿estarán Patas de perro, El ñato Eloy, Hijo de ladrón, Punta de Rieles, Mañana los guerreros, Los trasplantados, qué sé yo, los Recados de Gabriela? ¿Habrá otros, como La historia general de América Latina, de Luis Vitale, Chile, una democracia tutelada, de Felipe Portales, La delgda línea blanca de Rodrigo de Castro? ¿Qué hay en las bibliotecas de los liceos y colegios –que tienen bibliotecas de verdad?)

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Guerra. Los chicos y las chicas pasaron a una fase superior de su «rebelión de los pingüinos» y debe en puridad hablarse ahora de enfrentamiento. ¡Cuidado sociedad!: el futuro «real» depende de qué bando elijan los adultos. Rara vez el resultado de una guerra lo decide una batalla. Chile tuvo su «desastre de Rancagua». China fue abierta al opio, Iraq fue arrasado. Hay una lección en todo esto.

Mamá Oca –en la naturaleza– jamás ahogaría sus pichones. Tampoco les corta las alas.

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