Europa y la libra de carne para el capital financiero

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Monti llevará a cabo la misma política de Berlusconi pero con una cara austera de banquero que, hasta ahora, ha logrado convencer tanto a los ex comunistas del Partido Demócrata y a los ex radicales de izquierda de Sinistra, Ecología y Libertad (Vendola), al igual como a los patrones italianos reunidos en la Confindustria, al Vaticano y a la parte de la mafia que forma parte del capital financiero del país y está entrelazada con el gobierno y el Estado. Monti está ampliando y blanqueando el bloque social que apoyaba al Cavaliere.

Los italianos o los griegos no pudieron expresarse sobre cómo salir de la crisis que les había sido impuesta ni en elecciones ni en un referéndum. Quien decidió fue el aparato de la UE, al servicio del capital financiero, que impuso nuevamente la dictadura del capital pisoteando la idea misma de la democracia y las constituciones soberanas.

La indignación es pues legítima y comprensible y, sin ella, no hay acción posible. Pero no basta. Para cambiar las cosas se necesitan ideas y propuestas claras, creíbles y movilizadoras. Y, sobre todo, es necesario que esas ideas den confianza a los trabajadores en la producción –que es la base del capitalismo– de que se puede y se debe imponer un programa alternativo, democrático y social, en el camino a una salida anticapitalista de la crisis y para el reordenamiento de la economía.

Ahora bien, los "indignados", generosos y combativos, pertenecen a las clases medias, pero los trabajadores industriales –en parte por temor al desempleo, en parte porque un sector de ellos sigue direcciones racistas, xenófobas (como Le Pen en Francia o la Liga Norte en Italia) y aún no se oponen al capitalismo–.

Hay, por consiguiente, una batalla ideológica por librar, basada en la anulación de la deuda capitalista y su desconocimiento, aunque eso lleve a salir de la UE, a la expropiación de los bancos y de las grandes empresas y al monopolio estatal del comercio exterior y de los cambios, para evitar la fuga de capitales; a un plan general de empleos que incorpore a la plantilla a todos los precarios y reduzca la desocupación; la organización de los desocupados para planificar los trabajos necesarios y posibles e imponerlos. Las minorías socialistas podrán crecer si, sin sectarismos, unen a los trabajadores de cualquier origen tras convencerles de que la alternativa es el salto adelante: lo demás es un retroceso histórico.

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