EVO MORALES, SÍMBOLO DE LA HOJA DE COCA
Los aymaras y quechuas, naciones originarias de los Andes que han sobrevivido a la persecución y los azotes del hombre blanco y su sistema económico/político de segregación y exclusión, gracias a una tenaz resistencia cultural –y a la hoja de coca–, han elegido recientemente a uno de los suyos como Presidente de una de las tantas naciones inventadas por los hijos de los colonizadores europeos.
El hecho podría parecer aislado en un país condenado por la pobreza histórica de sus grandes mayorías, fundamentalmente indígenas, si nos atenemos a los discuros populistas de los últimos años. Pero resulta que el discurso del dirigente cocalero Evo Morales, hoy flamante presidente boliviano, va más allá de ese nefasto populismo y se hunde en las raíces históricas de su Madre Tierra, la Pachamama: no solamente se levanta contra la arremetida neoliberal, sino que reivindica la cultura indígena como componente principal de un país espoliado, primero por los europeos, hoy por las transnacionales estadounidenses que, como en toda «Nuestra América», buscan quedarse con sus riquezas naturales.
El símbolo de esa lucha política, con un decidido componente étnico cultural, es la hoja de coca, catalogada como una droga y condenada a ser prohibida y eliminada obligatoriamente bajo convenciones de la ONU sobre drogas. Con estas convenciones, las Naciones Unidas han ofendido y traicionado a las naciones aymara y quechua quienes la consideran su hoja sagrada.
Bajo el manto de las mismas, alentadas por el gobierno de EEUU que, después de empobrecer nuestros pueblos con sus políticas neoliberales, los ha utilizado para usufructuar sus recursos milenarios, se escuda el narcotráfico que traslapa la hoja sagrada para convertirla en jugoso negocio que intoxica, paradójicamente, a su propio pueblo.
Para los indígenas la coca no es una droga. Como otras plantas, es una medicina, por ello una planta sagrada. Por eso hoy, bajo el mandato de Evo, se esfuerzan por acabar con esa mentira. Al parecer ha llegado el momento de enfrentar la amenaza de aniquilación de la coca y de su modo de convivencia comunitaria.
Pero esta vez con un proyecto político sólido que intenta devolverle a los pueblos indígenas la dignidad que les ha sido birlada desde que el conquistador pisara sus tierras.
Al ser Evo uno de los principales dirigentes de los productores cocaleros, su mandato adquiere el significado telúrico y cosmogónico de pueblos que han luchado, y luchan, por su reconocimiento en la diversidad planetaria.
He allí la sustancia de un hecho político que, no hay duda, nos procura muchas eneseñanzas y, probablemente, nos deparará muchas sorpresas.
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*Escritor costarricense. Ex director de la revista Fronteras, del Instituto Tecnológico de Costa Rica, a la que convirtió en una importante publicación cultural de América Latina.