Evolución o involución, dos procesos de la política

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Alberto Maldonado S.*

Aprendí, hace mucho, que uno puede evolucionar: ir de menos a más. Se dice que una persona (hombre o mujer) evoluciona cuando, de una posición retrógrada (de ultra derecha, conservadora) camina hacia una posición de avanzada (de izquierda, revolucionaria). ¿Un caso de evolución?: El del Dr. Carlos Julio Arosemena Monroy.  Hay también muestras —y muchas— de involuciones.

Quizá, en su juventud, Arosemena no fue exactamente un joven de derecha a pesar de que venía de una familia “aristocrática y patriarcal”; pero, ya como político, como pensador, como lector empedernido, fue un hombre de izquierda; pero no de una izquierda marxista. Cuando vicepresidente de la República, desafió a “su presidente” Velasco Ibarra, yéndose a la todavía viva URSS, a restablecer unas relaciones diplomáticas que nunca se habían consolidado.

Años después, ese antecedente y otros de “muchacho malcriado de la oligarquía”  le costarían su derrocamiento como Presidente de la República, cargo al que había accedido en 1961, a la caída  de Velasco. En 1963, los jefes militares cavernícolas le exigieron romper con Cuba; y Carlos Julio rompió con Cuba; pero, semanas después, un cuadrunvirato fascistoide se apoderó del gobierno.

Se dice que una persona involuciona cuando, de una posición de izquierda (de avanzada, revolucionaria) vuelve (va) hacia una posición reaccionaria (de derecha) y termina de ideólogo (o activista político)  de las posiciones más retrógradas, al servicio del neoliberalismo.

Desde luego, el proceso involutivo es más visible, más repudiable, en la medida en que el involucionado se convierte (o es convertido) en un personaje que pretende “dictar cátedra” respecto de variadas y distintas actividades humanas. En palabras más sencillas, se convierte en un desvergonzado que recomienda como positivo aquello que años antes él mismo denunciaba como negativo.

Para dar un ejemplo más comprensible, diremos que el involucionado es como el ladrón de fama que, de pronto, “arrepentido”  decide luchar por el bien. Por algo se dice que no hay “mejor moralista que una prostituta vieja”

Casos de involuciones políticas y/o ideológicas hay por montones, en nuestros países. Ellos son los que sostienen que, si una persona, a los 20 años, no es un izquierdista, es un idiota;  pero, es más idiota si a los cuarenta, sigue siendo de izquierda. Y los izquierdistas dicen, a su vez, que si una persona, por lo menos en su juventud,  no es de izquierda, es un tarado; y que, si a la vejez, sigue de derecha, es que, a más de bruto, es incorregible,  que no tiene remedio.

En nuestra América Latina, hay casos célebres, que los ilustran. Y puede ser también que la involución convenga al actor por interés económico o por una sublimación del ego. Después de todo, una posición de izquierda no le promete al interesado sino dificultades de todo tipo, especialmente económicas, persecución y riesgos. En cambio, el involucionado, tiene mucho más posibilidades de acumular fortuna y  honores. Salvados los casos en que ha triunfado una revolución, o por lo menos, un cambio  izquierdista definido.

Quien lea las primeras obras literarias del peruano Mario Vargas Llosa determinará, sin lugar a la duda, que el escribiente es un hombre de izquierda; pero, quien lea y escuche al Vargas Llosa de los últimos tiempos, (español de nacionalidad, perdedor de la presidencia del Perú, anatematizador y cuestionador de cualquier acción política que se oriente a un cambio social y económico, etc.) encontrará que se ha producido una innegable involución, se ha ido para atrás.

¿Recuerdan a Juan Sin Cielo? (Alejandro Carrión Aguirre) Mientras fue un escritor-periodista pobre, profesor de secundaria y un perseguido político, hasta lo quisieron matar en aquel episodio que pasó a la historia como el de los Pichirilos.  Años después, Carrión fue llevado a la OEA, como burócrata, y volvió al país pero como articulista del diario El Comercio de Quito y como personaje de la derecha pelucona. Y desde entonces, hasta que falleció, fue alguien que iluminaba a la ultra derecha.

El proceso del evolucionado, en cambio, es cada vez, más difícil, menos visible y de mucho menor impacto. Por lo menos, los medios de comunicación sipianos  le prestan al evolucionado mucho menos atención a sus decires e invocaciones, conforme sus lucubraciones son, cada día, más radicales.

No está, por demás, decir que hay también coherencia en aquel joven, que, desde colegial, se identificó con la izquierda; y que, a través de los años, no solo que se mantiene en esa línea sino que la profundiza, la fortalece, mediante el estudio, la investigación y la observación de la vida.

Igual, hay casos de jóvenes que, desde su nacimiento, fueron orientados por sus padres, por la familia, por el entorno social, en posiciones de derecha; y ellos son los futuros líderes de las cámaras de la producción, de los partidos de claro tinte conservador, los defensores a utranza del sistema imperante, los banqueros, los ejecutivos.

Un caso patético de este tipo de personaje lo fue Jorge Luis Borges, el célebre escritor argentino. Desde que empezó a escribir hasta que falleció, fue un escritor de derecha aunque, por la dimensión a la que llegó, su literatura puede considerarse de avanzada, es cuestionadora de posiciones ultristas.

Digamos que en los dos casos hay por lo menos una coherencia de formación de unos y otros. Y que en estos sectores pueden darse ejemplos claros y determinantes de honestidad personal, de una suerte de ética personal y familiar, que le permite estar del lado de una u otra posición, siempre que la consideren honesta, moralmente confiable, apropiada.

En la Iglesia Católica hay ejemplos de los dos casos. Un cardenal, como lo fue Bernardino Echeverría, fue ejemplo de formación junto al tradicionalismo y de una alineación con posiciones (inclusive políticas) con la derecha. Recordemos que este prelado, siendo arzobispo de Guayaquil, bendijo a la que se denominó Junta Militar de Gobierno (1963 – 1966) Lo mismo podríamos decir del actual arzobispo de esa ciudad, el español franquista Antonio Arregui.

En cambio, los ejemplos de Leonidas Proaño, el obispo de los indios (Riobamba) y del Arzobispo de Cuenca, monseñor Alberto Luna Tobar  son diferentes, a pesar de que ninguno de los dos dejaron o renunciaron a sus respectivos apostolados.

En medio de estas corrientes, navegan con singular éxito (dentro del sistema imperante) un quinto grupo: aquel que “no es de derecha ni de izquierda” y que se autodefine como neutro. Estas gentes, como lo definió el célebre Bertolt Brechtl, son de derecha; y de una derecha recalcitrante pero que encuentran muy cómoda una posición neutra, ya que ello les permite “servir” a un gobierno de izquierda o a un gobierno de derecha. Dicen que son “eclécticos políticos” (que recogen “lo bueno” de las distintas tendencias o corrientes) pero que su objetivo final es el de “servir al pueblo” aunque en los hechos reales, sirven a los sectores elitarios de la sociedad.

Un caso escandaloso de este tipo de líder político es el coronel Lucio Gutiérrez Borbúa. El recuerdo es reciente: para el 2000, cuando los indios de la CONAIE luchaban contra Mahuad y habían bloqueado, con su masiva presencia, el Palacio Legislativo, de pronto apareció el entonces coronel de inteligencia Lucio Gutiérrez y un comando de oficiales y tropa a su cargo, se unió a la lucha indígena y logró sacar de Carondelet al entonces demócrata cristiano Mahuad. Este episodio le costó al coronel unos cuantos meses de prisión, en un cuartel cercano a Quito; y cuando recobró su libertad, organizó su propio partido político (la Sociedad Patriótica) y armó su candidatura presidencial, con un discurso de izquierda.

Gutiérrez ganó holgadamente la presidencia de la república en las elecciones de noviembre-diciembre del 2002; y cuando todos esperaban a un  nuevo jefe de estado progresista, lo primero que hizo fue visitar a su par norteamericano (George Bush hijo) y declararse su mejor aliado. De Lucio Gutiérrez progresista pasó a ser, en menos de 6 meses, el Lucio Gutiérrez de derecha recalcitrante, muy amigo (entre otros) del entonces Presidente de Colombia,  Álvaro Uribe Vélez.

No hace falta decir que, a poco, dio de puntapiés en salva sea la parte a la vieja Conaie, al MPD y a otros grupos de izquierda que colaboraban con su gobierno o que se le habían acercado. Y él mismo, en más de una ocasión, se declaró “de derecha y de izquierda” según sea el problema o la situación que le tocara enfrentar.

Lucio Gutiérrez Borbúa (no hace falta recordar) fue echado del poder en abril/2005 en una vergonzosa huía, mediante helicóptero y avión. Pero, luego regresó al país, en posiciones francamente de derecha; mejor, se diría de ultra derecha. Y ahí anda, a la caza de oportunidades. Se asegura que estuvo tras el fallido golpe del 30 de septiembre/2010 (por lo menos uno de sus lugartenientes, el mayor de ejército retirado Araujo, está preso y enjuiciado) y no hace poco, apareció junto a la mafia cubano-americana de Miami, formulando declaraciones y deseándole todos los males a su “enemigo político”, el Presidente Rafael Correa.

Según analistas, Gutiérrez está haciendo todos los méritos para ser el candidato de oposición derechista, en las elecciones de fines del 2012; Según reputados analistas de izquierda, el problema de Lucio es que no convence a la ultra derecha, en especial porque sería un candidato fácil de vencer  Y el sector no está dispuesto a correr ningún riesgo contra Rafael Correa

¿Quién entonces? Ya lo veremos. Evolucionados o  involucionados; pero seguiremos asistiendo a esta especie de feria de retazos y de oportunidades. Ecuador, igual que el resto de América Latina, seguirá siendo escenario de líderes y dirigentes auténticos y confiables o de líderes de ocasión.

* Periodista.

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