Falleció Santiago Feliú, el zurdo y eléctrico compás de la Nueva Trova cubana
El cantautor cubano Santiago Feliú, considerado una de las “grandes voces” del movimiento de la Nueva Trova Cubana, murió este miércoles en La Habana a los 51 años víctima de un infarto. Conocido como Santiaguito o el zurdo maravilloso por su destreza al tocar la guitarra, Feliú fue autor de temas como Para Bárbara y Sin Julieta, y grabó 11 discos, el último de ellos titulado Ay la vida, editado en 2010.
“Soy el mismo, solo que ahora con 50 sólo me queda encontrar morirme con ganas, pero dentro de otros 50 años”, confesó hace menos de un año el cantautor cubano en una entrevista.
Su amigo Silvio Rodríguez le recordó hoy desde su blog “Segunda Cita” que no pudo cumplir su palabra. Santiago Feliú falleció en la madrugada.
Era hermano de Vicente Feliú, uno de los fundadores de la Nueva Trova. Gracias a él, desde niño, pudo conocer a Silvio Rodríguez, Noel Nicola o Pablo Milanés, precursores de este movimiento, aunque supo recorrer su propio camino.
Santiago Feliú formó parte de la Novísima Trova junto a cantantes como Gerardo Alfonso, Frank Delgado o Carlos Varela, entre otros, que en la década de los ’80 integraron la segunda generación del movimiento de la Nueva Trova.
Por su condición de zurdo tuvo que adaptar la guitarra y consiguió melodías diferentes a las usadas en la trova, con más detalle. Sus acordes dejaron de ser un mero acompañamiento de las letras. Su referencia fue el guitarrista español Tomatito, y sus colegas lo bautizaron como El eléctrico.
Sus letras están inundadas de amor y melancolía, sin dejar de lado el compromiso social que caracterizó a la Nueva Trova. Feliú simpatizó con el movimiento zapatista y junto al subcomandante Marcos escribió la letra Declaración de principios.
En 1989 se marchó de Cuba. Su primer destino fue Colombia y dos meses después viajó a Argentina. “Estuve un tiempito haciendo recitales y viviendo, gasté plata, la volví a ganar y la volví a gastar”, confesaba el cantautor.
Quiso volver a Cuba pero no tenía dinero. Entonces, llamó a su amigo Silvio Rodríguez, que tenía un concierto en Chile. “Si vienes, te vas para Cuba en el vuelo conmigo”, le respondió Silvio Rodríguez, y ambos regresaron juntos a la isla. Era 1994 y el país estaba en plena crisis económica del llamado “Periodo Especial”.
Su tartamudez no le impidió tener una gran capacidad de transmitir sobre los escenarios. Su obra estuvo marcada por una actitud irreverente desde que se presentó por primera vez en 1979 en Casa de las Américas.
Grabó con el argentino Fito Páez y el español Joaquín Sabina, a los que consideró amigos cercanos. Ambos lo acompañaron en sus conciertos. También colaboró con el español Luis Eduardo Aute y el argentino León Gieco.
Santiago Feliú, cuyo cadáver será cremado por voluntad de sus familiares, según la televisión, tenía previsto presentarse el próximo sábado en la Fábrica de Arte, un proyecto cultural inaugurado el martes en La Habana por el músico cubano X Alfonso.
Santy, por Silvio Rodríguez
Suena el teléfono a las cuatro de la mañana y pienso que ojalá sea un equivocado. Desde una conciencia adormecida el instinto de conservación lanza ese pensamiento. Si esa llamada no es error ¿qué buena noticia te pueden dar a las cuatro de la mañana? El instinto no traiciona, no miente, viene de un lugar ignoto pero corta como navaja, porque cuando escucho Aurora y después “cuándo fue”, ya la cabeza está en Vicente, que está en Guatemala, en algún accidente de avión o carretera, en un atentado loco.
Pero no es avión ni carretera ni atentado ni Vicente. Es Santiago, el más joven, a quien hace una hora se lo llevó un infarto.Ayer mismo borré la carpeta donde le puse una selección de fotos de su boda. ¿Por qué llevaba días pensando en él?
Muchas malas palabras se me ocurren. Muchas. “Son tantas, que se atropellan”.
“Santi”, por Fito Paez
Santiago Feliú fue uno de mis más divertidos compañeros en la noche habanera durante casi 30 años. Fueron noches de música, alegría, excesos y amistad. Recuerdo su carromato blanco que parecía una caja de pandora donde convivían sillas rotas, tarros de pintura, guitarras, cables eléctricos, equipos de música, alfombras, etc, y el auto de Chitty Chitty Bang Bang de Dick van Dycke, por donde nos sacaba a Juanpin, a Alejandro Avalis y a mí por los piringundines y antros habaneros en busca de nuevas aventuras.