Falleció Tabaré Vázquez, socialista, masón y dos veces presidente uruguayo
El expresidente de Uruguay Tabaré Vázquez, oncólogo, socialista y masón, un político pragmático, falleció este domingo en Montevideo, a los 80 años de edad, como consecuencia del cáncer de pulmón que le fue diagnosticado el año pasado.
«Con profundo dolor comunicamos el fallecimiento de nuestro presidente de honor, Tabaré Vázquez. Su ejemplo de integridad política y compromiso inquebrantable con nuestro país y la gente, nos impulsará a continuar su legado», señaló la alianza centroizquierdista Frente Amplio, del la cual era presidente honorario.
La semana pasada, Vázquez fue estabilizado de emergencia tras padecer una «trombosis profunda del miembro inferior izquierdo» relacionada con el cáncer, según explicó su hijo, el doctor Álvaro Vázquez. El tumor le fue diagnosticado en agosto de 2019 y en septiembre comenzó un programa de radioterapia para combatir la enfermedad.
Oncólogo y ex dirigente del club de fútbol Progreso, fue el primer candidato del Frente Amplio en llegar a la intendencia (gobernación) de Montevideo en 1989, y a la presidencia -tras dos intentos fallidos- en 2005, rompiendo con la hegemonía de los tradicionales Partido Colorado y Partido Nacional. Y fue quien le entregó el mando presidencial al nacionalista Luis Lacalle Pou, el 1 de marzo último, tras 15 años de gobierno frenteamplista.
Fue la cara visible que condujo al Frente Amplio –la centroizquierda política uruguaya– hasta lo más alto: primero a la Intendencia de Montevideo, tras vencer en las elecciones de 1989; y por fin al gobierno nacional en 2005 con mayoría absoluta. Detrás estaba la estructura barrial y nacional del Frente Amplio, nacido en 1971 que Vázquez fue desconociendo y dejando languidecer y morir a los comités de barrios.
Su última jugada política fue la de promover y apoyar a su protegido, el tibio socialista Daniel Martínez, como candidato presidencial en las elecciones de 2019. Perdió ampliamente ante la coalición multicolor de derecha que encabezó Luis Lacalle Pou.
Se recibió de médico en diciembre de 1969, sin haber perdido un solo examen. Tuvo tres hijos con María Auxiliadora Delgado, Álvaro (1966), Javier (1967) e Ignacio (1970), y adoptaron a Fabián Barbosa cuando tenía 13 años. Hasta 1971 trabajó en Sanidad Policial, mientras hacía un posgrado en oncología y radioterapia. Renunció cuando el clima político se le tornó opresivo debido a la detención de su hermano menor.
Jorge “el Perro” Vázquez, un enfermero casi cinco años más joven, fue uno de los jefes del OPR-33, un grupo guerrillero menor, de tendencia anarquista, responsable del robo de la bandera de los Treinta y Tres Orientales en el Museo Histórico en 1969. Jorge permaneció en prisión más de una década a partir de 1972.
Tabaré Vázquez se especializó en el Instituto Gustave Roussy de París entre 1976 y 1977, becado por el gobierno de Francia. Tuvo vasta actividad docente universitaria en la década de 1970, y en 1985 ocupó el cargo de profesor-director del área de Radioterapia del Departamento de Oncología de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República.
En 1981 fue jefe del Departamento de Radioterapia del Instituto de Oncología, cargo que ganó por concurso, y luego presidió el mismo Instituto. A partir de 1986 montó en sociedad una clínica privada (COR: Centro de Oncología y Radioterapia), que luego adquirió gran prestigio y mucho poder político, burocrático y empresarial.
En 1979 asumió la Presidencia del Club Atlético Progreso, un modesto equipo de fútbol del barrio La Teja de Montevideo. Ese año Progreso ascendió a la Primera División profesional. En 1985 ganó el torneo Competencia, en 1987 participó por primera vez en la Copa Libertadores de América y en 1989 conquistó el Campeonato Uruguayo de Primera División, en un torneo breve que se jugó a una sola rueda.
Fue gestor fundamental de El Arbolito, en La Teja, un típico club barrial, con equipo de fútbol, cancha de bochas y cantina, al que agregó una policlínica de atención médica gratuita. También presidió la Liga Universitaria de Deportes en 1985 y la Confederación Sudamericana Universitaria.
En 1983, durante la apertura democrática, se sumó al Partido Socialista (PS). Pese a su condición de novato, fue bien recibido por ser ya un médico de prestigio y dirigente del sufrido fútbol nacional.
“No solamente no había sido militante de izquierda sino que, por el contrario, hizo crecer su carrera profesional y académica durante la dictadura en una Universidad intervenida, para lo cual mantuvo vínculos con el poder cívico-militar”, incluso en la organización del “Mundialito” de fútbol 1980-1981, escribió el periodista Sergio Israel en Tabaré Vázquez – Compañero del poder, libro biográfico publicado en 2018.
En las elecciones nacionales de noviembre de 1984, las primeras tras casi doce años de dictadura, Vázquez ocupó un modesto lugar 16º en las listas del PS, casi de relleno, y en 1987 se integró al Comité Central.
La centroizquierda concurrió a las elecciones nacionales del 26 de noviembre de 1989 tras la fórmula Líber Seregni-Danilo Astori. Y Tabaré Vázquez, quien ya ocupaba el tercer lugar en la lista a la Cámara de Senadores del Partido Socialista, detrás de veteranos políticos como Reinaldo Gargano y José Korzeniak, fue designado primer candidato del Frente Amplio a la Intendencia de Montevideo.
“Vázquez no es un masón ni un socialista destacado”, resumió Sergio Israel en su libro de 2018. “Sin embargo es notorio que posee un don poco común que lo une siempre al poder”.
Durante la campaña electoral, sus rivales colorados y blancos subestimaron su capacidad de concitar hondas adhesiones emocionales. La simpleza de su discurso, de tono populista, provocó cierto escándalo en la intelectualidad de izquierda, que sin embargo lo aceptó por razones prácticas: tenía instinto táctico, gran llegada a la gente más sencilla y era un ganador pertinaz.
Oscar Bottinelli se refirió a su estilo en El Observador en 2004: “Funciona sin problemas cuando hay una aceptación tácita a su autoridad y su estilo. Y cuando hay esa aceptación tácita, ese ermitaño se transforma en un hombre que oye los consejos (sin dar señales de haberlos oído) y los aplica (para sorpresa de los consejeros, que creyeron haber hablado en vano)”.
Bottinelli describió “la compleja personalidad” de Vázquez: “Es un hombre que no gusta de las reuniones colectivas, ni cultiva demasiado el diálogo, ni tiene afecto por los debates o los intercambios de ideas. Que en lo sustancial decide por sí y muchas veces sin consulta. En el plano político es un ermitaño. Que siente además el tamaño de su poder, tiene vocación por el mismo y un fuerte sentido de autoridad”.
“ Hasta ahora ha sabido imponer su autoridad siempre, desde que ha disputado el mando en la Intendencia hacia dentro, el mando de la Intendencia en relación al liderazgo del Frente Amplio (en manos de Líber Seregni), el liderazgo de la izquierda en oposición a Seregni, el liderazgo de la izquierda en relación a grupos, sectores, líderes fraccionales y a prácticas y reglas harto colectivas”, añadía.
“Y cuando no ha logrado la aplicación pacífica de la autoridad, recurrió a cortar el nudo gordiano: lisa y llanamente se fue, con renuncia o con licencia sine die, pero dejó a los demás con sus cuitas y reyertas”, concluyó.
Tabaré Vázquez disputó el liderazgo de la izquierda al general Líber Seregni, y al favorito de éste, el economista Danilo Astori, mientras se procesaba un replanteo ideológico profundo tras el derrumbe del “socialismo real” en el Este de Europa.Los aspectos más socializantes y nacionalistas del programa del Frente Amplio, como la nacionalización de la banca o la reforma agraria, fueron abandonados.
En agosto de 1994 impuso la creación del Encuentro Progresista, un círculo político más grande que el Frente Amplio, que incluyó a nuevos emigrados de los partidos tradicionales, como el exintendente blanco de Cerro Largo, Rodolfo Nin Novoa, y al PDC. Ese acuerdo fue resistido por algunos sectores como los tupamaros e, inicialmente, por el Partido Comunista.
Vázquez jamás temió incurrir en contradicciones, oscilar entre posiciones moderadas y radicales, según su conveniencia. Explotó el pavor que su ausencia provocaba en la dirigencia de izquierda, que lo tenía como principal herramienta de triunfo. Cada vez que su liderazgo fue puesto en cuestión, lo recuperó con el mero ademán de retirarse. Con Tabaré Vázquez, las discusiones ideológicas y filosóficas en el Frente Amplio entraron en decadencia y en el olvido.
El pragmático
Era tan pragmático como agnóstico, pese al acendrado catolicismo de su esposa María Auxiliadora, y de su hijo Álvaro, médico oncólogo como él, quien antes fue seminaristas y desde 1985 permaneció siete años en la Comunidad Jerusalén, que naufragó entre los abusos y la violencia de sacerdote Adolfo Antelo.
En diciembre de 2000 aún decía que la opción era entre capitalismo y socialismo, pero al año siguiente –“renovación ideológica” mediante– hablaba de más mercado y menos Estado. Su discurso, vago y escurridizo, estaba plagado de lugares comunes, pero encantaba a un público nuevo, como un predicador de fuste.
En 2005 Vázquez firmó con Estados Unidos un Tratado Bilateral de Inversión, que se negociaba desde 2003. De inmediato comenzó a discutirse la posibilidad de sellar un Tratado de Libre Comercio (TLC), idea que entusiasmó al presidente y al ministro de Economía.
Vázquez “es un estadista capaz y moderado”, informó un diplomático estadounidense a su gobierno en 2006. “Ha favorecido un enfoque pragmático de las relaciones exteriores, mucho más similar al de (Ricardo) Lagos que al de Kirchner o Chávez”. Pero el TLC quedó por el camino debido a la división en el seno Frente Amplio y la amenaza de veto de los gobiernos de Argentina y Brasil, encabezados por Néstor Kirchner e Luiz Inácio Lula da Silva, socios en el Mercosur.
En octubre de 2011, Vázquez contó ante un grupo de estudiantes secundarios: “Un día Hugo Chávez me dijo: ‘Tabaré: ¿Va a firmar un TLC con el imperio, y no sé cuánto y no sé qué?’. Entonces le respondí: ‘Sí, si es favorable para Uruguay, sí (…). Pero si vos no le vendes más petróleo, entonces yo le declaro la guerra a los Estados Unidos’”.
También les narró la posibilidad de una acción militar de Argentina contra Uruguay por la construcción de la fábrica de celulosa de Botnia en Fray Bentos hizo que solicitara el respaldo de la Casa Blanca, alentando la injerencia foránea en el Río de la Plata, como forma de amedrentar al gobierno de Buenos Aires.
El presidente George W. Bush visitó Uruguay en marzo de 2007. “Si me necesitas, llámame. Puedes contar conmigo”, dijo el estadounidense, mientars públicamente declaraba “Si Uruguay necesita alguna cosa solo tiene que levantar el teléfono y pedirlo, porque cuenta con Estados Unidos”.
Tabaré trató de favorecer a su ministro de Economía Danilo Astori, como sucesor, pero le pasó la aplanadora del popular tupamaro José “Pepe” Mujica. Astori fue desplazado por el viejo tupamaro José Mujica, muy popular, quien lo vapuleó en las elecciones primarias del 28 de junio de 2009.
En su segundo gobierno, Vázquez no disponía ya a su arbitrio del Frente Amplio, como ocurrió entre 1996 y 2009. En agosto de 2015 decretó la esencialidad de la enseñanza pública, para enfrentar una ola de paros en reclamo de mejoras presupuestales.
Los docentes desafiaron a un gobierno dividido, que finalmente levantó la orden para no sufrir una derrota humillante. Meses después el presidente destituyó del Ministerio de Educación y Cultura a las personas más resueltas a impulsar transformaciones sustanciales en la enseñanza pública.
Pocos días más tarde, el 20 de agosto de 2019, Tabaré Vázquez anunció en conferencia de prensa que padecía un cáncer de pulmón, y que pretendía terminar su mandato el 1º de marzo de 2020, mientras se trataba. Entonces dejó de ser una pieza política principal, en medio de una competencia electoral que recalentaba, y pasó a la categoría de héroe o mártir para una parte de la ciudadanía; en tanto otra parte, que lo quería menos, guardó un cortés silencio.
Su segunda Presidencia fue cerrada por una victoria opositora en octubre-noviembre de 2019. Luis Lacalle Pou, el joven rival a quien había descalificado por joven e inmaduro -y vencido- en 2014, y acabó con el ciclo frenteamplista de 15 años.
Ahora, la ausencia de Vázquez –así como el retiro forzoso de Pepe Mujica y Danilo Astori– debería favorecer la renovación y el inicio de un ciclo nuevo, con nuevas caras en el Frente Amplio, renovación que estos viejos dinosaurios trataron de impedir todos estos años, alejando al pueblo de los líderes y del gobierno y, finalmente, al Frente Amplio del gobierno.
*Periodista uruguayo, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la). Con aportes de la prensa uruguaya