Fechas y días de olvido en Chile, el cobre o sea

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Lagos Nilsson.

Copa América, mucho ruido y poco sentido: miles de chilenos beben cerveza en Mendoza, millares de mendocinos se preguntan qué hacer con ellos —porque en definitiva no son malas  personas—. Podría hablarse de un aniversario, algo que se olvidó. La nacionalización del cobre es un hecho muerto, como Allende. Muertes que no son, ni fueron, iguales. Y tienen distintas consecuencias —ninguna mejor que la otra.

El país se conmueve —está conmovido— por asuntos de verdad importantes, urgentes, que dicen relación con su misma estructura nacional; de esos asuntos dos, al menos, no resisten postergaciones: uno es lo que resta del sistema de educación pública, el otro el sistema de salud y hospitalario.

Es tan cierto como triste que en los establecimientos públicos de salud (no conocemos estadística de centros privados) mueren personas que no debieran morir, hay mujeres que pareen en los servicios sanitarios, padecientes que deben esperar semanas por una auscultación médica. También es cierto que estudiantes egresados de enseñanza media no comprenden lo que leen —cuando conocen la técnica de lectura—; y muchos alumnos de universidades en su primer año tampoco.

La diferencia entre el analfabeto y el ignorante ha desaparecido: son iguales. Todos parecen políticos en el ejercicio de un cargo.

Es hora de recordar… Recuerdo: hace años —cuando el "reinicio" de la democracia (o lo que pasa por democracia) un candidato a algo, un actor, Julio Jung, respondió a un periodista a propósito de la "situación cultural" que ésta no era un problema de recursos: basta, dijo entonces Jung, comprar un tanque menos, o dos, y trtaspasar esos fondos al área cultural.

Nadie lo tomó muy en serio entonces al canmdidato a regidor —hoiy concejal—, al fin y al cabo era un tipo de ese mundo —el de la cultura—, y las realidades culturales jamás han sido importantes en Chile —más allá de aniversarios y homenajes a muertos varios.

 Un mínimo ejercicio de memoria a cuento. Recién, muy recientemente, se habló de "las platas" del cobre, recursos que por muchos años destinaban una parte para uso de las fuerzas armadas: tanques, claro, bombas, también, y aviones y buques. Se llamó eso la "ley reservada del cobre". Lo único reservado —o ajeno— era el destino del país. Reclutas que pudieron morir un invierno cualquiera porque sus oficiales tenían frío.

Un mes de julio se nacionalizó el cobre. 25 años después volvió a entregarse; lo entregaron aquellos cínicos que alguna vez quisieron reconocerse entre los que dieron su vida por un país mejor. Pero quedan los estudiantes. Siempre fue así: en la juventud reside el futuro de la especie. Los chilenos que mandan no se dan por enterados de un simple hecho biológico. Como dijo Allende, ser joven y no ser revolucionario es hasta una contradicción en esos términos.

Números, cálculos, estadística… todo muy serio. Lo que se discute es más serio todavía. En julio de 201 se adelantaron las vacaciones y se han cortado los víveres a los chicos en toma de sus colegios. El gobierno tiene razón: ¿qué quieren esos niños-terroristas, comer?

Un tanque o dos soluciona el asunto de los recursos, si sólo el presidente y su ministro de Educación supieran leer, no los cuadernos de Akasha, sino simplemente un libro cualquiera. Y creyeran los chilenos en los jóvenes. Imaginen a los maestros desfilando con sus alumnos. No son tiempos de política, son días de Política. Pero este pequeño país, sus dirigentes, no lo saben. No quieren saberlo.

Los datos sobre el cobre, lo que entrega Codelco al país y lo que tributan las privadas montadas sobre esa riqueza nacional son cifras, sólo cifras. A partir de junio de 2011 se discute otra cosa. Apenas el futuro. Apenas el futuro. Pensar en un festejo por la nacionalización del cobre es, hoy, una traición a esa ley de la república.

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