Gisela Ortega / La descortesía

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Una conocida me confesó que se sentía como una almohadilla para alfileres en las cual las personas a su alrededor clavaban pequeñas agujas. Las humillaciones y las impertinencias a los que la sometía su entorno la mortificaban. Hay seres que tienen la costumbre  de avergonzar frecuentemente en público, a sus semejantes, mancillando de esta manera su dignidad humana.

En el momento de considerar a los demás, todos nos sentimos con el deber de ser honestos, pero a la hora de manifestarle algo que tenga que ver con su personalidad, sobre todo si es de nuestro entorno y afecto, debemos tomar en cuenta su estado psicológico por  que  lo que le digamos, puede favorecerle o afectarle decisivamente, si lo que afirmamos enaltece o rebaja su ego, avergonzándola, ofendiéndola o menospreciándola.

La susceptibilidad ante heridas de este tipo es grave entre las personas maduras, ya que su capacidad de defensa es inferior a la de los jóvenes. Los adolescentes soportan mejor los ataques y olvidan con mayor rapidez; los mayores, en cambio, han vivido en épocas en las cuales el trato entre los semejantes era amable,  educado, respetuoso y discreto. Sobreponerse y tolerar los estilos bruscos de ahora  resulta, con frecuencia, difícil.

No hay exageración, no tenemos más que observar lo que acontece en las calles, en el autobús, el metro o incluso en el supermercado. Los medios de comunicación, especialmente la televisión y la radio, nos ofrecen constantemente pruebas de ello: las relaciones entre las personas son cada vez más difíciles, y la consideración cada vez menor.

En los hogares reina también  aptitudes inconcebibles, y si tenemos en cuenta que el trato en el seno de la familia es la muestra de conducta que sirve de ejemplo para las futuras relaciones de convivencia, el desarrollo que se avecina no debe causar ninguna reacción de extrañeza. El tono que rige las normas de concordia, es decir, las formas verbales que determinan el clima de las relaciones humanas han desmejorado.

Empleados tanto del sector oficial como privado, los vendedores, por ejemplo, se permiten utilizar un estilo descortés con sus públicos, cosa que  en el pasado  no ocurría.

Muchas expresiones rudas hacen su aparición en los programas informativos. El trato educado ha dejado de ser un comportamiento general y se ha convertido en una vivencia de excepción. La sensibilidad se confunde con la susceptibilidad y esta se confunde con la afectación, una conducta que se interpreta como una debilidad de carácter.

¿Qué es lo que ha provocado esta situación? El actual culto al egoísmo se ha apoderado de las relaciones humanas. Muchos consideran que la imposición de opinión por parte del más fuerte forma parte de sus derechos democráticos. Esta actitud es fundamentalmente inadecuada.

La vida en nuestra sociedad  es cada vez más agitada, las aglomeraciones  son cada vez mayores, y la competencia más inhumana. Los que desean afirmar su posición y dominar deben soportar contratiempos. En una colectividad en la que impera el adelantar “a codazos” no se debe esperar un trato considerado. La pérdida de lo que llamamos tacto es una consecuencia más de este desarrollo.

Comportarse con delicadeza supone poseer la capacidad de imaginar y sentir la sensibilidad y la vulnerabilidad de otra persona. Dado que existen muy pocos individuos dispuestos a dedicar su tiempo y su esfuerzo a compenetrarse con sus semejantes, las mortificaciones son diarias. En muchos casos estas heridas dejan de ser pinchazos y se transforman  en golpes que actúan sobre las personas sensibles como una enfermedad.

El incremento del desprecio mutuo es el causante de la perdida de la  prudencia. Si no deseamos sufrir en nuestras relaciones, ni vivir en soledad, debemos recuperar el respeto mutuo, la cortesía y la  compostura. Ese propósito no es ni difícil ni imposible de conseguir ya que, así como una conducta descortés provoca un comportamiento violento, una actitud amable invita a reaccionar con consideración.

Gisela Ortega es periodista y profesora universitaria.

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1 comentario
  1. Rolando Mora dice

    Excelente ojala todo mundo viera las cosas así , este mundo sería diferente si no reinara la agresividad, creo que es el principio de todos los males, eso destruye parejas, hogares ,matrimonios,pueblos,paises , y si el gobierno y cada uno de nosotros fomentaramos la no agresividad sería el pricipio de la paz mundial, deberían pensar seriamente en hacer una marcha y dedicarle un día mundial.

    Reciba Saludos !!
    Atte: Rolando Mora Escobedo

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