Gorbachov/ El modelo económico actual agrava el déficit de agua dulce

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El déficit de agua dulce a escala mundial se está haciendo cada vez más grave. Al contrario de otros recursos naturales, el agua es insustituible y sus existencias accesibles son limitadas, mientras su consumo aumenta constantemente.

Simplemente, es imposible que el consumo mundial de agua dulce prosiga aumentando al igual que durante el siglo pasado. Entretanto, en los países más pobres, millones de personas mueren por ingerir aguas no tratadas. Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las aguas contaminadas son la causa de 80 por ciento de las enfermedades infecciosas y epidémicas.

La premisa de una política para enfrentar la crisis global del agua implica el reconocimiento de sus causas.

Entre las razones principales se destacan el crecimiento de la población mundial y de las producciones agrícola, industrial y energética, que son las principales consumidoras de agua.

Asimismo se cuentan las consecuencias ambientales de las actividades económicas y la destrucción de los ecosistemas naturales, el despilfarro de agua y de otros recursos naturales en una economía concentrada en la obtención de ingentes ganancias, la pobreza masiva y la incapacidad de los gobiernos en algunos países retrasados para organizar un manejo eficiente de los recursos hídricos.

Finalmente, hay que mencionar la carrera armamentista y el insensato derroche de cifras enormes de riqueza y recursos en guerras y conflictos.

Es por lo tanto evidente la inviabilidad de una estrategia para enfrentar el problema aisladamente de otros desafíos globales y del contexto internacional.

Desde hace 20 años Green Cross International (GCI) opera con un enfoque de conjunto entre los problemas de la seguridad, la pobreza y el ambiente.

Tiempo atrás GCI lanzó la iniciativa Agua para la Vida. Nos propusimos realizar una convención internacional sobre el derecho al agua, y en julio de 2010 una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento, además de admitir que el agua potable limpia y el saneamiento son esenciales para la preservación de todos los derechos humanos.

Lo que se necesita ahora es la instrumentación práctica de este principio, puesto que hasta hoy solo unos pocos países han introducido el derecho al agua en su legislación nacional.

GCI propicia la adopción de medidas orientadas a preservar y manejar racionalmente el agua. Además, está trabajando para acelerar la entrada en vigor de la Convención sobre el Derecho de los Usos de los Cursos de Agua Internacionales para Fines Distintos de la Navegación y al mismo tiempo está promoviendo proyectos específicos para asegurar el derecho al agua.

Estoy convencido de que la crisis del agua está estrechamente relacionada con las fallas de la economía y la política contemporáneas.

Estamos aún sufriendo las consecuencias de una grave crisis económica global. Y no debe llevarnos a engaño la aparición de algunos indicios de recuperación en la economía mundial.

La crisis ha mostrado que el dominante modelo actual de crecimiento económico es insostenible. Este modelo engendra crisis, injusticia social y el peligro de una catástrofe ambiental.

El mundo necesita una nueva arquitectura política, una nueva arquitectura de seguridad, gobernanza global y desarrollo sostenible. Este designio debería basarse en el rechazo de actitudes agresivas y de intentos de dominar las relaciones internacionales, así como en la desmilitarización de la política internacional.

Hay una clara necesidad de evolucionar rápidamente hacia un modelo diferente, que debe consistir en una combinación de mercados e iniciativa privada con los principios de responsabilidad social y ambiental de las actividades productivas y de una efectiva regulación gubernamental.

Sostenemos que la realización de grandes proyectos nacionales e internacionales con enfoques cualitativamente innovadores sobre el uso del agua podrían constituirse en motores del desarrollo de la economía global.

Por lo tanto, necesitamos reconsiderar los objetivos del desarrollo económico. El consumo no debe seguir siendo el único o principal conductor del crecimiento. La economía debe ser reorientada hacia metas que incluyan la sostenibilidad ambiental, la salud de la gente en su sentido más amplio, la educación, la cultura, la cohesión social, y una neta reducción de las enormes desigualdades entre ricos y pobres.

Solo sobre esa plataforma seremos capaces de responder a los principales desafíos de este siglo: la seguridad, la pobreza, el atraso y la crisis ambiental global.

*Ex secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (1989-1991) y ex presidente de la Unión Soviética (1990 -1991).
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