Gramsci y la acumulación de fuerzas en Uruguay

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Para limar los filos y las puntas de un pensador, de una concepción, hay mucha experiencia acumulada, lo más común es reducirlo a un icono, y encerrarlo en su propio corral de ideas precocidas. Antonio Gramsci es una de las víctimas predilectas de ese método

La izquierda uruguaya tiene una influencia gramsciana mucho más allá de lo que nosotros mismos estamos dispuestos a reconocer. Hablamos en prosa, como el personaje de Moliere y no lo sabemos, o no lo hacemos explícito. No es ningún pecado, es la influencia universal de un pensador original y único, seguramente uno de los mayores pensadores del siglo pasado.

La acumulación de fuerzas es un concepto que es aceptado por la gran mayoría de la izquierda uruguaya como la definición de una estrategia y una táctica que le permitió a la izquierda alcanzar el gobierno nacional, luego de una larga travesía por el desierto. Incluyendo la dictadura y la larga batalla democrática.
Gramsci muchas veces está encerrado en el corral de la “guerra de posiciones”, del “intelectual orgánico”, del papel de la supraestructura en la construcción del socialismo. Voy a atreverme.

Para mi, el mayor aporte de Gramsci a las ideas socialistas, al pensamiento de izquierda es su definición de que la base de una revolución, su fuerza motora no es la economía, o el cambio económico, sino el hombre, el ser humano. Esta afirmación contiene todas las contradicciones que le dan fuerza y enorme valor al pensamiento de Gramsci, esas dos grandes vertientes que asoman a cada instante, su marxismo y su veta libertaria.

Cuando Gramsci afirma que los intelectuales de cada clase social, son los que permiten a esa clase pasar de una clase por definición económica a una clase histórica, está considerando el proceso histórico en su conjunto, antes y después de las transformaciones socialistas. Y habla de intelectuales orgánicos del socialismo, pero también de la burguesía. Es más, el liberalismo, según Gramsci es la ideología que le permitió a la burguesía pasar de su función social a su función histórica.

¿Qué tiene que ver lo anterior, con nosotros, con nuestra historia actual y futura? Sólo cuando la izquierda uruguaya fue capaz de comenzar a construir su propio discurso sobre el papel del Estado, del mercado, la sociedad civil en un marco democrático específico a la sociedad uruguaya, pudimos asumir el papel histórico y completar la acumulación de fuerzas en su primera etapa. Conquistar el poder estatal, el gobierno.

Esa etapa está en pleno desarrollo, con más aciertos que errores, con una dirección general que nos ha permitido incidir en la vida concreta de la mayoría de los uruguayos, en su economía y en su vida cultural y social. Para poder seguir acumulando tenemos que preguntarnos ¿cuáles son las claves nuevas, cual es el bloque social, cultural e ideológico de la nueva etapa que nosotros mismos hemos ayudado a crear y que nos ha cambiado también a nosotros?
La filosofía del cambio

Comencé con Gramsci, porque creo que en sus ideas hay indicaciones muy potentes para considerar. En particular en las que refieren a la superestructura, o mucho mejor a las mujeres y los hombres conviviendo en sociedad como el motor esencial que tenemos que interpelar.

“¿Qué es el hombre? Esta es la pregunta primera y principal de la filosofía. ¿Cómo contestarla? La definición puede hallarse en el hombre mismo, o sea, en cada individuo. Pero, ¿es correcta? En cada hombre puede hallarse lo que es cada «hombre individual». Pero no nos interesa lo que es cada hombre individual, lo cual, por lo demás, significa qué es cada hombre individual en cada momento singular. Si pensamos en ello veremos que al plantearnos la pregunta de qué es el hombre queremos decir: ¿qué puede llegar a ser el hombre?

O sea, si el hombre puede dominar su destino, puede «hacerse», puede crearse una vida. Decimos, pues, que el hombre es un proceso, y precisamente el proceso de sus actos. Si pensamos en ello, veremos que la misma pregunta ¿qué es el hombre? no es una pregunta abstracta u «objetiva».

Ha nacido porque hemos reflexionado acerca de nosotros mismos y acerca de los demás, y queremos saber, respecto de eso que hemos reflexionado y visto, qué somos y qué podemos llegar a ser, si somos, realmente y dentro de qué límites, «forjadores de nosotros mismos», de nuestra vida, de nuestro destino. Y eso queremos saberlo «hoy», en las condiciones dadas hoy, las de la vida «de hoy», y no de una vida cualquiera y un hombre cualquiera.” (C. XXXIII; I.M.S. 27-30.)

La democracia en este contexto es la clave de esta nueva etapa del bloque social de los nuevos cambios, más profundos y radicales y de elaboración del programa.
Democracia económica, social, cultural e institucional. Esa es la disputa clave que debemos ganarle a la derecha, a las clases dominantes históricas en el Uruguay, esa alianza entre la gran burguesía industrial y agropecuaria y de los servicios, donde actúan sectores nacionales y regionales, con un especial crecimiento del capital extranacional.

La nueva etapa debería tener tres planos fundamentales del proceso de democratización: la distribución de la riqueza a través de las formas colectivas de propiedad; del nivel y, sobre todo de la calidad del gasto social; de la educación y a través de esto de la calidad del trabajo y de la participación de la masa salarial en la renta nacional. Y naturalmente la democratización del poder y las formas de participación ciudadana.

Segundo, la mucho más profunda democratización del estado. La madre de muchas batallas que se ha quedado a mitad de camino. Tercero la democratización del acceso a la comunicación y la información.

Podemos proponernos este nuevo momento del Proyecto nacional y transformador, por varios motivos. Primero porque hemos logrado construir una base política-cultural-partidaria (Frente Amplio) en condiciones de profundizar el rumbo de los cambios; segundo, porque hemos derrotado la ideología de la resignación y de la derrota nacional que había ganado a las clases dominantes; tercero porque hemos demostrado que el bloque alternativo puede gobernar con resultados y mejorar los aspectos principales de la vida social y darle un fuerte impulso al Proyecto Nacional.

¿Alcanza? No, el Uruguay ha cambiado de tal manera que eso ya no alcanza, hace falta profundizar nuestro pensamiento para poder seguir avanzando. La primera etapa de la acumulación de fuerzas, se está agotando y no sólo en la práctica, también en las ideas.

Grandes ideas revolucionarias y posibles

“ Las ideas son grandes en cuanto son realizables, o sea, en cuanto aclaran una relación real inmanente a la situación, y la aclaran en cuanto muestran concretamente el proceso de actos a través de los cuales una voluntad colectiva organizada da a luz esa relación (la crea ) o, una vez manifiesta, la destruye y la sustituye. Los grandes proyectistas charlatanes son charlatanes precisamente porque no saben ver los vínculos de la «gran idea» lanzada con la realidad concreta, no saben establecer el proceso real de actuación.

El estadista de categoría intuye simultáneamente la idea y el proceso real de actuación: redacta el proyecto junto con el «reglamento» para la ejecución. El proyectista charlatán procede tentando y volviendo a probar: son las «idas y venidas» de la fábula.

¿Qué quiere decir «conceptualmente» que hay que añadir al proyecto un reglamento? Quiere decir que el proyecto tiene que ser comprendido por todo elemento activo, de tal modo que vea cuál tiene que ser su tarea en la realización y actuación: que el proyecto, al sugerir un acto, permita prever sus consecuencias positivas y negativas, de adhesión y de reacción, y contenga en sí mismo las respuestas a esas adhesiones y reacciones, ofreciendo, en suma, un campo de organización. Este es un aspecto de la unidad de la teoría y la práctica.

Corolario: todo gran político tiene que ser necesariamente también un gran administrador, todo gran estratega un gran táctico, todo gran doctrinario un gran organizador. Este puede ser incluso un criterio de valoración: se juzga al teórico, al productor de planes, por sus cualidades de administrador, y administrar significa prever los actos y las operaciones, incluso los «moleculares» (y los más complejos también, claro está) necesarios para la realización del plan.

Como es natural, también es verdad la recíproca: hay que saber subir desde el acto necesario hasta el principio correspondiente. Críticamente es ese proceso de suma importancia. Se juzga por lo que se hace, no por lo que se dice. Constituciones estatales, leyes, reglamentos: son los reglamentos, o incluso su aplicación (que se hace mediante circulares), los que indican la real estructura política y jurídica de un país y de un Estado.” (Antonio Gramsci C. XXVIII; PP 4-5.)

Necesitamos construir colectivamente ideas realizables, que expresen la realidad inmanente, las tendencias de nuestra sociedad, sobre las que venimos actuando y que sirva para transformarlas en un sentido progresista, de mayor democracia en la distribución de las riquezas nacionales, de mayor igualdad en las oportunidades a partir de profundizar la democracia en la política, en la cultura, en la sociedad civil, en la educación, en las formas de convivencia y para afrontar los problemas globales, el principal nuestra relación con el medio ambiente y su preservación.

¿A quienes deberíamos y podemos convocar para estas nuevas tareas históricas? ¿Por qué son históricas? Comencemos por el final, porque marcarán toda una etapa de la construcción de la nación y de la sociedad uruguaya. Una etapa diferente a las anteriores.

Las fuerzas sociales

El bloque social de los cambios, no puede ser un conjunto indiferenciado, debe combinar dos factores claves: amplitud y profundidad. Y eso depende de su integración y de su programa, aspectos que no son mecánicos ni tienen una relación mecánica, a menos que nos afiliemos a la escuela de pensamiento de la fatalidad de las estructuras económico-sociales y abandonemos la cultura como factor esencial de nuestro proyecto renovador.

En este nuevo momento histórico las fuerzas del cambio son los trabajadores intelectuales y manuales, – asumiendo los cambios que se han producido en el mundo del trabajo -, los sectores medios y en particular la intelectualidad metropolitana que se ha extendido a todo el país, sectores de la media y pequeña burguesía urbana, sectores progresistas en su visión productiva y social del campo uruguayo, sectores capitalistas del campo uruguayo y un sector más amplio que antes de la propia burguesía nacional.

En todos los casos tendremos que profundizar en cada uno de los sectores. Tomemos un ejemplo: los trabajadores no pueden ser considerados en su conjunto como un bloque único, es notorio que en un programa de profundización democrática no es el mismo, el papel que jugarán los sectores más dinámicos vinculados a la producción que los que defienden intereses sectoriales vinculados a la gestión del Estado.

El otro elemento de definición programático-ideológica del bloque social de los cambios, junto con la democracia es el trabajo. El trabajo tiene además de sus connotaciones sociales, económicas y políticas y alta componente cultural e ideal. La izquierda a descuidado a nivel global la idea fuerza del trabajo como referencia y como identidad.

El trabajo como fuente de riqueza, de autoestima, de cultura, de una épica laboral que se asocia e interactúa con las nuevas tecnologías, con la sociedad del conocimiento y la información. Hoy existe una relación trabajo- cultura, como fuerzas combinadas de la transformación mucho más estrecha y profunda que en el siglo pasado. Es uno de los grandes cambios de este nuevo tiempo.

No podemos regalar a una supuesta “globalización tecnocrática” y por lo tanto neutra la fuerza del trabajo y su directa e indivisible relación con la cultura. Uno de los grandes aportes de Marx al pensamiento es que el trabajo va mucho más allá de ser un factor puramente económico de transformación de la realidad para satisfacer las necesidades humanas, el trabajo es en realidad una categoría antropológica.

Partiendo de ese concepto de que la primera pregunta de la filosofía refiere al hombre, hay dos textos de Marx definitorios sobre el trabajo

«Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado por su organización corpórea. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material» Marx, La ideología alemana

«El trabajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste realiza, regula y controla mediante su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza. En este proceso, el hombre se enfrenta como un poder natural con la materia de la naturaleza. Pone en acción las fuerzas naturales que forman su corporeidad, los brazos y las piernas, la cabeza y la mano, para de ese modo asimilarse, bajo una forma útil para su propia vida, las materias que la naturaleza le brinda. Y a la par que de ese modo actúa sobra la naturaleza exterior a él y la transforma, transforma su propia naturaleza, desarrollando las potencias que dormitan en él y sometiendo el juego de su fuerzas a su propia disciplina.» Marx, El capital

El trabajo no define solo a los asalariados, también determina las características de los diversos sectores de la burguesía nacional y de las capas medias. No es lo mismo el rentista, el especulador financiero, que el empresario de la ciudad y del campo directamente relacionado con la producción primaria, industrial, de servicios, tecnológica o intelectual. En nuestro Proyecto Nacional hay espacio y necesidad de los más amplios sectores vinculados al trabajo.

Lo que todos deberíamos haber incorporado a nuestra experiencia, fuerza política y sindicatos, que las plataformas, los programas no coliman. La independencia de clase es en ambos sentidos, la visión nacional de un gobierno de izquierda no puede y no debe quedar prisionera de las plataformas sindicales. Son dos cosas diferentes. En muchos puntos se refleja la tensión entre empleados y desempleados y en los instrumentos para redistribuir la riqueza.

En el repliegue que vive la izquierda a partir de la caída del muro, incluyó el aceptar en su razonamiento que todo se define entre el mercado y la estado. No, hay que obligatoriamente considerar dos factores más, la sociedad civil, que no es mercado ni estado, y la cultura. Y eso debemos reflejarlo en nuestro programa, en nuestra elaboración y en las líneas de nuestra acción política y de gobierno.

Hay un abordaje de otros temas relacionados no sólo con el bloque social y la acumulación de fuerzas: los intelectuales. Es el terreno donde la izquierda ha perdido calidad y cantidad. La mayoría de los intelectuales uruguayos son de izquierda, o votan izquierda, pero su adhesión ha ido perdiendo compromiso, relación entre la política y su labor intelectual y eso afecta hoy las capacidades de la izquierda.
Volver al pasado, añorarlo, convocar a los intelectuales orgánicos, es una coartada.

Necesitamos una nueva etapa en esas relaciones, más compleja, asumiendo las nuevas tendencias de ambas partes pero el aporte imprescindible de los intelectuales en la construcción del discurso y de la praxis de la izquierda.
En el bloque social hay un sector que merece una consideración especial, y un debate específico, los productores del campo, en toda la amplia gama de situaciones y de tamaños. Durante nuestros gobierno se ha producido el más importante avance productivo, tecnológico, y de la renta agraria, el mayor cambio desde la introducción primero de la ganadería y luego del alambrado.

Mayor que en la etapa de la 2da guerra mundial y la guerra de Corea, pues en ese caso abarcó casi exclusivamente al sector ganadero, y hoy están implicados sectores mucho más amplios. (forestación, ganadería, lechería, cereales, olivos, viticultura, horticultura, etc), estos cambios se dieron en forma simultanea a un gran crecimiento de la concentración de la propiedad, del surgimiento de grandes empresas agroindustriales y del fortalecimiento de las existentes (Conaprole, Saman) y de la compra por parte de capitales extranjeros de grandes extensiones de campo o su arrendamiento. Y con la mayor incorporación de tecnología en toda la historia del campo uruguayo.

Los sectores medios, las capas medias en su acepción tradicional, ha vivido los cambios de los gobiernos de izquierda con contradicciones. Se favorece de manera muy clara con el crecimiento económico del país y de su consumo a todos los niveles, ha tenido que aportar impositivamente más que antes, aunque es bueno recordar que ello no implicó en el conjunto una reducción de sus ingresos, ni mucho menos. Pero hay un relato ideológico del peso del estado y de los impuestos que sigue horadando muchas cabezas.

El último sector que quiero mencionar son los sectores pobres y marginados, que muchas veces la izquierda incorpora como objetos de sus desvelos. No son pocos ni homogéneos. La línea divisoria en este caso no pasa sólo por el nivel de ingresos, sino por factores culturales y educativos. No se puede hablar de democracia y de trabajo como factores claves sin incluir los sectores sociales más desfavorecidos, sobre todo residentes en la zona metropolitana que han sufrido los peores embates de las crisis del pasado no solo en el aspecto material. ¿Están en el bloque de los cambios? ¿Cómo?
En el pasado no muy lejano los llamábamos bastante despectivamente y en forma excluyendo el “lumpen proletariado”, hoy ¿dónde los colocamos? Hay que saber que una parte importante de esos sectores son jóvenes, madres jóvenes solteras, niños y adolescentes.

Montevideo, las ciudades, los programas territoriales no puede incluir solo este tema y sus consecuencias en muchos de sus problemas, como la vivienda, los servicios, la educación, la limpieza de la ciudad, pero no hay posibilidad de incluirlos en un programa a fondo solo a partir de las políticas sociales, y nuestras metas no pueden ser sólo reducir su porcentaje en la sociedad. El problema es cada día, ¿cómo podemos y debemos hacerlo? ¿Qué papel tiene el trabajo, la educación, la cultura, el deporte, la salud, y en definitiva la democratización de las oportunidades? Y de la ciudad como espacio de convivencia democrática y encuentro.

El bloque conservador

Nunca concebimos la acumulación de fuerzas como una suma tranquila y bucólica, sino en medio de la lucha política e ideológica con las fuerzas tradicionales del poder en el Uruguay.

Esas fuerzas que disponen de dos partidos políticos históricos que como sistema bipartidista son los más antiguos del mundo, sufrieron a principios de este siglo la combinación de una gran derrota estatal, en su capacidad de conducir el país, de expresar el mínimo de un proyecto nacional capitalista y liberal y una peor derrota ideológica: se les agotó el discurso y el programa. Se comenzaron a definir a partir de dos elementos: la explicación-justificación de la crisis y su choque con la izquierda en casi todos los terrenos.

Hay que reconocer un aspecto positivo, la supremacía absoluta de los sectores democráticos dentro de esos partidos y el desplazamiento de las fracciones antiliberales y con vínculos con los resabios de la dictadura.

10 años después la situación no ha cambiado mucho. Su último recurso fue una reforma constitucional que los obliga a una competencia en varios turnos, donde los matices y las diferencias dentro del Partido Nacional y Colorado y entre ellos deben superar en pocos meses una carrera de obstáculos inventada contra la izquierda y ahora transformada en su pesadilla.

Siguen sin encontrar un programa propio, un proyecto para la nación que vaya algo más allá que la suma de algunos temas críticos con la izquierda: la seguridad pública, la educación, la salud y poco más. Ni se atreven a rozar los temas económicos. ¡Que paradoja!

Esta situación de pobreza en la elaboración cultural de la derecha, contribuye a la pobreza del debate, a las pocas chispas que surcan el ambiente político. Faltan intelectuales e ideas de manera abrumadora. Lo que hace más aterradora una vuelta al pasado.

Los propios límites de su bloque conservador se ha desdibujado e intentan recomponerlo con argucias legales, candidaturas únicas a nivel de Montevideo, etc.
Lo delicado de la situación, es que mientras la izquierda y su gobierno le ganan la batalla política en muchos flancos claves, en una incansable guerra de movimiento, en la batalla por las posiciones ideológicas y culturales tenemos serios problemas.
Debemos prestarle importancia a esta batalla porque los cambios más profundos y más democráticos que reclamamos requieren de una constante batalla ideal, política y cultural.

El marco internacional

Si seguimos limitándonos a describir la crisis mundial y en particular la de Europa y el estancamiento europeo, o creer que por el solo peso de esa crisis el capitalismo está despachado, esperaremos durante siglos bajo el árbol a que caiga alguna manzana determina y fatal.

El capitalismo de la posguerra puede ser analizado a partir de dos grandes ondas. La primera desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis de 1970. Se le llamó los Treinta Años Dorados, o es más conocida como la época de fordismo. La segunda onda llega hasta nuestros días, dominada por el neoliberalismo. Gramsci le dedicó particular atención al fordismo.

Los principales autores que se han ocupado de esta visión de las dos ondas (Joseph Schumpeter, Ragnar Frish y Jan Tinbergen, Ernest Mandel (4), Richard Goodwin y Christopher Freeman, entre otros la describen de acuerdo a cuatro dimensiones principales: 1. el régimen de acumulación, 2. el paradigma tecnológico, 3. la regulación social y 4. la división internacional del trabajo.

1) El régimen de acumulación describe cómo la producción y la realización se combinan. Desde el punto de vista de la producción, el crecimiento y por tanto la acumulación, son tan intensos como lo permite el crecimiento de la productividad. Desde el punto de vista de la realización, o el consumo de masas es posible dado el nivel de los salarios o la distribución desigual de la riqueza bloquea el crecimiento de la demanda. En consecuencia, la noción de régimen de acumulación también se refiere a las reglas del juego, en relación con la estructura de la propia clase dominante, es decir, las relaciones entre los capitales y empresas industriales y financieros, o entre accionistas y gerentes.

2) El paradigma tecnológico o técnico-económico describe las relaciones entre el modo de producción y la tecnología existente: en cada período hay disponible para su difusión en la economía una constelación de innovaciones, siguiendo el ejemplo de una nueva y determinante rama productiva, como el automóvil en el pasado o la información y comunicaciones después. Sin embargo, la disponibilidad de esas innovaciones tecnológicas no es suficiente, y el desajuste entre este paradigma y el marco de regulación social puede bloquear el proceso de acumulación.

3) La regulación social implica la determinación de los salarios, la organización del trabajo, el derecho laboral y la normativa de la acción social del Estado en relación a la seguridad social, los servicios públicos y otras partes del salario indirecto. Se trata de un componente importante de la construcción del orden social y la creación de legitimidad, pero la regulación social tiende a no acompasarse, durante los períodos de contracción, con los requisitos de acumulación del capital, que requiere de grandes transformaciones en la distribución social del valor.

De hecho, durante los periodos de desaceleración de la onda larga, las crisis de ajuste se generan por la falta de correspondencia entre las potencialidades del nuevo paradigma tecnoeconómico y el marco de regulación social, es decir, las condiciones de trabajo y salario, la educación profesional y otras normas sociales, los contratos, las tradiciones y la cultura social.

Los altos niveles de desempleo estructural recurrentes son siempre una manifestación de las crisis de ajuste en cada onda larga. Hay fuertes evidencias de desempleo muy graves en las décadas de 1830 y 1840 en Gran Bretaña, y hubo también paro generalizado en la mayoría de los países industrializados en la década de 1880, especialmente en aquellos donde el uso de maquinaria era más avanzado.

Hay, por supuesto, abundante evidencia estadística del enorme desempleo estructural en las décadas de 1920 y 1930 y de nuevo en las de 1980 y 1990 hasta la actualidad, con el desempleo alcanzando niveles inimaginables. Incluso durante el boom de la década de 1920 en los Estados Unidos, hubo sectores que sufrieron graves problemas de adaptación, como el carbón, los ferrocarriles y la construcción naval.

En Alemania y Gran Bretaña le ocurrió a la industria pesada en general, pero sobre todo a la siderurgia y los astilleros, que atravesaron largos y problemáticos periodos de ajuste estructural. En la década de 1980, el automóvil, el petróleo, las materias sintéticas y, de nuevo, la siderurgia estuvieron entre las muchas industrias que experimentaron graves problemas de adaptación.

Obviamente, los grandes cambios como la mecanización, la electrificación, la motorización, y la informatización han acarreado una serie de conflictos con cada crisis sucesiva de ajuste estructural. La profundidad de las contradicciones sociales, que pueden verse agravadas durante una crisis estructural, se manifiesta no con menor claridad por los conflictos laborales que engendran.

4) Por último, la división internacional del trabajo corresponde a la organización de la economía mundial y define la inserción de cada país en el mercado mundial, así como sus relaciones con otras economías. Implica diferentes problemas, como quién extrae materias primas, quién produce bienes industriales y los servicios más sofisticados, quién domina los canales de comunicación y las tecnologías de la información.

Pero también implica dinero y los mercados de divisas, a saber, cual es la moneda de reserva mundial y el control de los flujos de inversión Capitalismo tardío y neoliberalismo y financieros internacionales. Todo ello define una jerarquía de poderes de acuerdo con las relaciones económicas, militares y políticas.

Los cambios en el régimen de regulación, ya sea a nivel nacional o internacional, pueden plantear conflictos políticos e ideológicos fundamentales, internos e internacionales. Así ocurrió con los conflictos sobre las Leyes del Maíz en las décadas de 1830 y 1840 en Gran Bretaña y más tarde sobre la Reforma Arancelaria en Gran Bretaña a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Los problemas de protección arancelaria también tuvieron efectos profundos en los Estados Unidos, Alemania y Japón, en pleno proceso de industrialización y adaptación tecnológica.

En general suelen surgir fuertes tensiones en las relaciones internacionales cuando se considera que intereses nacionales esenciales están en juego o existen fricciones comerciales, como ilustra la carrera armamentística naval anglo-alemana antes de 1914, así como en la aparición hoy en día de la política neo-mercantilista del gobierno alemán en el marco de la Unión Europea.

La economía mundial
La segunda raíz del modelo neoliberal es el crecimiento del crédito y la deuda de muchas economías, incluida la de los EE.UU. Entre 1980 y 2002, el PIB de los EE.UU. representaba alrededor del 21% del PIB mundial. Se redujo al 19% en 2007, en beneficio de las economías emergentes. El modelo de los EE.UU. se ha basado en un sobre-consumo interno, generador de un creciente déficit externo. La tasa de ahorro de los hogares tendía a cero. La comparación entre el déficit y el sobre-consumo es muy expresiva. Por lo tanto, la necesidad de capital para financiar el déficit de los EE.UU. se convirtió en un factor importante de dificultades internacionales, por lo menos lo que Larry Summers llamó el «equilibrio de terror financiero”.

En este marco, las finanzas han jugado un papel crucial para la reproducción del modelo neoliberal de las últimas tres décadas. En efecto, el papel de las finanzas consistía en permitir la transferencia de valor y capital y dar coherencia al modelo. Pero sus contradicciones crecieron, aunque no fue el déficit público de los EE.UU., sino la crisis de las hipotecas subprime la que hizo estallar la crisis financiera: lo que provocó la explosión del “capital ficticio”,como lo llamó Marx, teniendo en cuenta que los títulos financieros son en realidad derechos a futuro sobre la distribución de plusvalía. La crisis es por tanto inevitable cuando se devalúan esos derechos, ya que su dimensión no guarda proporción con la plusvalía que se genera efectivamente en la economía. Como consecuencia, no se trata de una simple crisis financiera, sino una crisis sistémica del orden neoliberal.
Además, como el modelo neoliberal se desarrolló generando una montaña de deudas, esta devaluación crea una nueva tensión. Como se salva a los bancos con inyecciones masivas de liquidez la nacionalización de la deuda privada, los planes de austeridad exigen que la gente pague por las pérdidas potenciales del sector financiero. La austeridad es violencia aplicada para imponer los derechos de apropiación sobre la plusvalía futura a la que el Capital se niega a renunciar.
Sin embargo, esto implica un bloqueo del sistema teniendo en cuenta su coherencia inestable. Tres contradicciones demuestran esa inestabilidad.
La primera es distributiva: la tasa marginal, es decir, la parte de los beneficios en valor añadido, ha vuelto a alcanzar en los EE. UU. su punto máximo anterior a la crisis y en Europa su recuperación está en marcha. Esto ha sido posible gracias a las ganancias de productividad y, esencialmente, por la congelación de los salarios. Sin embargo, la represión del consumo implica una recuperación sin empleo. Razón por la que se dibuja una nueva recesión en el horizonte, amenazando la tasa de ganancia una vez más.
La segunda es la globalización: un reciente informe de NN.UU. afirma que «la recuperación mundial ha sido frenada por las economías desarrollada”. En efecto, son las economías emergentes las que impulsan la dinámica del capitalismo. Durante las últimas dos décadas (1991-2011) la producción industrial aumentó un 24% en los países avanzados. En el mismo período, el crecimiento de los países emergentes fue de 240% y su participación en las exportaciones mundiales es ahora del 51%. No hay precedente en la historia del capitalismo y esto implica nuevas contradicciones y cambios importantes.
Finalmente, la política presupuestaria: la corrección de los déficits requiere una reducción del gasto público que genera nuevas presiones recesivas y contracciones adicionales de la demanda. Esta contradicción se acentúa por la crisis de la deuda soberana. El rechazo, por el gobierno alemán, de la propuesta de mutualizar las deudas públicas a través de la emisión de eurobonos y una intervención monetaria decisiva del Banco Central Europeo como prestamista de último recurso, demuestra que la Unión Europea no está preparada para resolver sus problemas institucionales y atreverse a proteger la financiación de la deuda pública de los mercados especulativos. Por lo tanto, el euro sigue bajo amenaza y las bancarrotas son todavía posibles.
Estas contradicciones resaltan que la “regulación caótica” es parte de la dificultad para redirigir la regulación social de forma que contribuya a la recuperación en el sentido de una nueva onda de crecimiento y acumulación. Nuestra conclusión, por lo que se refiere a la teoría de las ondas largas del desarrollo capitalista, es que vivimos en medio de las escaramuzas de un importante cambio social que imponen las luchas neoliberales. La convergencia de la crisis de la deuda, las importantes restricciones presupuestarias y la contracción de la demanda, con la amenaza de una nueva recesión en Europa, los cambios en el derecho laboral que rige el mercado de trabajo, la reducción de los salarios y las pensiones, constituye un marco explosivo. Se trata de una crisis sistémica, no sólo por su dinámica interna, sino también por lo que está en juego con las estrategias dominantes.
Durante los treinta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la regulación del capitalismo se sustentó en el crecimiento masivo del consumo a través del aumento de los salarios.

Posteriormente, en las tres décadas de capitalismo desregulado de molde neoliberal, la demanda fue impulsada por el endeudamiento. Hoy en día, ni mediante los salarios ni de la deuda: la demanda se reduce. ( todo este análisis económico de la actualidad es un aporte de Michel Husson y Francisco Louça que es lo mejor que encontré sobre esta fase crítica del capitalismo)

Cuando reivindicamos el pensamiento gramsciano sobre la preminencia de los factores supraestructurales, culturales e ideológicos que se expresan en la política para el análisis de los cambios revolucionarios, me pareció importante intentar la búsqueda de las componentes materiales, económicas en las tendencias del mundo actual. Aunque parezca árido a nuestra propia costumbre de la crónica twitter.
En este marco corresponde analizar la nueva situación mundial a partir de la irrupción del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) a las que habría que agregar Sudáfrica y Turquía. Requiere otro trabajo.
Política y pasión.
Cuando se intenta razonar sobre algunos aspectos de la teoría del proceso político transformador uruguayo se corre el riesgo de quitarle un poco demasiado del alma a nuestra lucha y a nuestra existencia. Dejamos este tema para continuarlo en otro trabajo. Por aquella frase de Macedonio Fernández de que “la pasión es la dicha”, y la lucha sin dicha es el árido camino del poder.
(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y Bitácora. Uruguay. Publicado en BITÁCORA – Lunes 16 de julio 2012 – año XI Nro. 475

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