Granjas de insectos: un giro en la industria alimentaria que aspira a reformar la ganadería y la acuicultura

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Una explotación gallega en colaboración con la Universidade de Vigo ha conseguido avances en una de las maneras de producir proteínas para la alimentación de ganado y mascotas, menos lesivas con el medio ambiente mediante el escarabajo de la harina.

Antes, allí había cientos de pollos que probablemente no verían jamás la luz del día. Hoy, lo que era una granja intensiva de aves de una pequeña parroquia de Ponteareas (Pontevedra) se ha reconvertido en un centro de cría de insectos. Concretamente, del escarabajo de la harina (Tenebrio molitor), una histórica plaga en las panaderías que se ha vuelto una potencial aliada en la elaboración de piensos para ganadería y acuicultura.

La principal comercialización que tiene este sector, por ahora, es la venta del insecto cuando está en fase de larva, mientras que en su fase de escarabajo es empleado para criar más huevos. “En unas condiciones idóneas como las que tenemos aquí, aunque es variable, su ciclo vital es de veinte semanas, aunque con frío entran en estado de letargo y pueden durar hasta un año”, explica Rubén Recamán, CEO de la granja Galinsect.

Este insecto tiene tres fases en su vida: larva, pupa y escarabajo. Sobre una cama de mezcla de cereales en la que predomina el salvado de trigo, los huevos se transforman en larvas antes de comenzar su metamorfosis a escarabajo pasando unas semanas por el estado de pupa, una suerte de capullo.

Las aplicaciones reales

Dentro del espectro de la alimentación animal, estos gusanos ostentan un perfil nutritivo llamativo, “caracterizado por su alta proporción de proteínas y lípidos”, explica el CEO de Galinsect. Esta cualidad los convierte en una fuente altamente apreciada de nutrición para aves de corral, reptiles, peces y otros ejemplares tanto domésticos como de granja.

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Los tres estados en el ciclo vital del insecto

En el contexto de la acuicultura, uno de los pilares que hasta ahora han explotado desde esta granja, los gusanos de la harina desempeñan un papel crucial como alimento para peces cultivados. Su composición rica en proteínas y su equilibrio nutricional contribuyen de manera significativa al fomento del crecimiento saludable de los peces en cautiverio.

Pero no solo allí. La esfera agrícola también se beneficia de esta actividad, ya que los subproductos generados por la cría de estos insectos, tales como sus excrementos y las cascarillas, encuentran utilidad como fertilizantes orgánicos, enriqueciendo el sustrato y mejorando su estructura. De hecho, ya han empezado a comercializar el estiércol producido por las larvas para abonos en el contexto de la agricultura ecológica. Estos gusanos ostentan un perfil nutritivo llamativo, caracterizado por su alta proporción de proteínas y lípidos. Esta cualidad los convierte en una fuente altamente apreciada de nutrición animal

En ciertas regiones, se ha explorado el empleo de los gusanos de la harina como una alternativa en la alimentación humana, en respuesta a problemáticas de seguridad alimentaria y la búsqueda de fuentes proteicas sustentables. En el Estado español, todavía está prohibido este procesamiento: “A veces las normativas crean estas paradojas. Lo podemos enviar a Portugal, que allí lo procesen y comerlo aquí”, apunta Rubén Recamán.

En el ámbito de la biotecnología, estos organismos encuentran aplicación en estudios científicos y procesos biotecnológicos. Son utilizados para análisis toxicológicos y como hospedadores para la producción de enzimas y otros productos de interés. Su capacidad para degradar materia orgánica los convierte en aliados en el proceso de reciclaje de residuos orgánicos, contribuyendo a la reducción de la carga de desechos en vertederos y fomentando la gestión sostenible de los recursos. La comunidad científica valora su utilidad como organismos modelo en investigaciones que abarcan desde la ecología hasta la genética y la fisiología. Su facilidad de crianza en entornos de laboratorio los convierte en sujetos idóneos para este tipo de experimentación.

Una biorrefinería de escarabajos

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Rubén Recamán, CEO de la granja Galinsect Foto de Candela Balboa

Por ahora, uno de los escasos residuos que produce esta nueva actividad ganadera son los restos orgánicos de los escarabajos cuando dejan de poner huevos de manera significativa y mueren (o los sacrifican). “En estos momentos estamos tratando de completar la circularidad y darle un valor a estos escarabajos”, recalca Recamán. El escarabajo tiene un alto contenido en quitina, el polímero más abundante del planeta después de la celulosa y que está presente en la pared celular de hongos, levaduras y en el exoesqueleto de los invertebrados como cangrejos e insectos. Pero no es digestible en ninguna dieta animal y por eso están inmersos en la elaboración de la primera biorrefinería de escarabajos del Estado.

Para ello, los cinco socios que la componen trabajan, por un lado, tratando de conseguir socios financieros y, por otro, mano a mano con el grupo de investigación BiotecnIA, que va camino de convertirse en un de los grupos más dinámicos de la Universidade de Vigo. El grupo tiene su centro de gravedad en el Departamento de Ingeniería Química en el Campus de Ourense y una de las voces más especializadas en este tipo de procesos es José Manuel Salgado: “Estamos tratando de bioprocesar al insecto en su fase de escarabajo para poder separar la proteína de la quitina. De esta forma, la proteína se vuelve de alto valor nutritivo. Con una gran capacidad antioxidante, mejor solubilidad y digestibilidad en comparación con otras proteínas vegetales”, ahonda el investigador de Beatriz Galindo.

Una pequeña concentración de quitina si que ofrece efectos beneficiosos a nivel nutricional -como en los humanos la fibra-: “Si conseguimos extraer esa quitina de forma eficiente, tiene muchas aplicaciones a nivel industrial. Como biopesticida, para la elaboración de bioplásticos”, añade el científico del BiotecnIA. De hecho, países como Japón ya tienen una infraestructura industrial en este sentido y, hace apenas un año, una investigación corroboró su utilidad para crear baterías de alta velocidad.

El gran problema que se han encontrado hasta el momento es que esta extracción a nivel es tremendamente contaminante porque por ahora son necesarios disolventes químicos, a saber, hidróxido de sodio (sosa) en grandes cantidades. De hecho, las grandes empresas han trasladado este tipo de procesos a países donde las regulaciones medioambientales o son débiles o directamente inexistentes como en la India: “Es interesante, pero también un reto, tratar de extraer este compuesto utilizando métodos de bajo impacto ambiental”, concluye José Manuel Salgado.

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Sin huella medioambiental: ¿Pueden comer plástico?

Desde el punto de vista medioambiental el impacto es muy bajo y los investigadores de la Universidade de Vigo enmarcan estos proyectos dentro de la economía circular. La cría de insectos como el gusano de la harina viene propuesta como una alternativa sostenible en la producción de proteínas y otros productos. Aunque su impacto ambiental puede ser menor en comparación con la cría convencional de ganado, aún existen aspectos que deben ser considerados. “Todavía tenemos que contrastar que el estiércol que producen al comer estos materiales no contenga microplásticos”, explican desde Galinsect.

En comparación con la cría de ganado convencional, la cría de insectos como el Tenebrio molitor muchos menos recursos para su producción.

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Uno de los experimentos en los que las larvas se alimentan de una espuma polimérica. Foto de Candela Balboa

Sin embargo, la cría todavía necesita insumos para la generación de calor y el mantenimiento adecuado de las condiciones ambientales como la humedad. Por otro lado, la producción de insectos no está exenta de emisiones, especialmente si se consideran las fuentes de energía necesarias para mantener las instalaciones. En cualquier caso, la huella medioambiental se vuelve ínfima en comparación con cualquier ganadería intensiva de vacuno, avícola o porcina.

Otra derivada interesante es que los insectos como este pueden ser alimentados con residuos orgánicos y subproductos agrícolas, lo que potencialmente reduce la competencia por los cultivos destinados directamente a la alimentación humana. Aunque a la hora de la verdad, y a falta de más corpus teórico, la alimentación más eficiente en este momento es la mezcla de cereales como la que emplean en esta granja gallega.

Además, hace apenas cuatro años una investigación de la Universidad de Stanford demostró que los gusanos de la harina pueden consumir de forma segura plásticos que contienen aditivos tóxicos. Las diminutas larvas poseen un sistema digestivo capaz de metabolizar plástico no biodegradable. Este proceso resulta en la conversión equitativa de dicho plástico en dióxido de carbono y excrementos: “Estamos haciendo experimentos, pero como tampoco es nuestra área ni el valor añadido que buscamos, no podemos dedicarle tanto tiempo. Todavía tenemos que contrastar que el estiércol que producen al comer estos materiales no contenga microplásticos”, concluyen desde Galinsect.

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