Grave: los (des)niveles de la discusión política en Chile y la candidatura Pamela Jiles

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Lagos Nilsson

Una prueba del modo –casi priísta, casi panista si pensamos en México– en que se llevan los asuntos públicos en Chile es la extrañamente nula reacción de los aparatos orgánicos de la Concertación y "extraparlamentaria" respecto de la candidatura de la periodista Pamela Jiles Moreno a la Presidencia de la República. En tanto pareciera insólita al sector político tradicional la declaración de Jiles de aspirar al que solía llamarse "el sillón de O’Higgins", era de esperar un lapso de silencio: la sorpresa debía ser digerida. Pero los días pasan…

 

Transformándose en lugar común el argumento –por ahora todavía sotto voce– de que la "errada política" conducida por Allende dio al traste con la Unidad Popular y detonó el golpe de Estado no hace más que mostrar la profundidad de la herida sufrida por el país luego de la puñalada traicionera de 1973.

Herida que en el terreno intelectual y moral se tradujo, primero, en la presidencia del "vocero" de Frei Montalva en el período inmediatamente anterior al bombardeo de La Moneda y con posterioridad en el acabamiento de la discusión política y el ascenso de una suerte de pléyade de mediocres a las instancias de decisión en las estructuras partidarias y aquellas del gobierno nacional.

El silencio, al menos frente a la opinión ciudadana, de los partidos políticos y personajes que se estiman con peso gravitacional propio comienza a ser sospechoso. Que calle la derecha –la que fue (¿es?) golpista y la que posa de democrática– se entiende. A lo menos por estas razones:

– No es probable, pensarán, que la Jiles reste muchos votos al conglomerado; callar, así, entra en el juego de agregar temperatora al aceite donde se fríe la Concertación y los extraparlamentarios.

– Sus dirigentes (y su candidato) saben cuánto Jiles conoce a Piñera, como lo ha hecho público y se puede leer en este portal Entrevista no con el vampiro, por lo que desde cierto punto de vista hacen bien en llamarse a silencio.

Que se priven de emitir opinión, de caracterizar o de ponderar este nuevo factor en el campo político los concertacionistas hace pensar que fluyen aguas poco claras, quizá muestra aguas estancadas. Porque, si a ver vamos, la Concertación llega al gobierno –a administrar los bienes y acciones de la derecha, como a poco andar se hizo evidente– básicamente por dos motivos: a) la fatiga de la ciudadanía tras 17 años de cruel dictadura y la promesa de la "alegría que ya viene" de sus publicistas; y b) porque para la gran mayoría eran los herederos de Allende, cuyo legado iban a poner al día.

La alegría no llegó y pronto el ciudadano de izquierda constató que no renovaban el legado de la UP, a menos que renovarlo fuera montar una Oficina y limpiar las basuritas en el camino del neoliberalismo-conservador que dejó, bien atado, la dictadura. En rigor la única renovación concertacionista ha sido blanquear al pinochetismo.

En cuanto a la izquierda sin representación parlamentaria, lo penoso de su silencio es todavía más grave. Eligiendo "no hacer olas" para cumplir su propósito de calentar un par de asientos en el parlamento, olvidó toda la historia de los movimientos subversivos frente a un orden injusto (que eso es la izquierda en cualquier período histórico), toma el te con la derecha, se abraza con uno de los intelectos de la emasculación del Partido Socialista, deja la memoria en un baúl olvidado y compra corbatas para verse "bien".

¿Debatir con la "loca" Jiles? Jamás: hace demasiado que no debate con nadie; como el cine de Hollywood y los canales de televisión es autorreferente, reseca, triste, inútil, farsesca.

Sin embargo, si uno se da el trabajo de navegar la red, encuentra en los medios periodísticos alternativos y en no pocos "blogs" y foros una creciente discusión de "los de a pie" sobre la candidatura de Jiles. A su favor y en su contra.

Sin estructuras que propongan o guíen el debate, la ciudadanía por sí misma impulsa el intercambio de ideas. Notable es la participación de jóvenes –en especial de mujeres jóvenes–, y aunque muchas veces esa discusión se diluye en asuntos baladíes, frívolos o superficiales, su mera existencia hace evidente que los partidos políticos comienzan a estar de más –no porque no hagan falta, sino porque no les interesa lo que preocupa a los ciudadanos y ciudadanas.

Puede que hace medio siglo ignorar a un eventual adversario esperando su desgaste o hundimiento haya sido una táctica correcta, pero en a actualidad con las tecnologías –especialmente la internet– que permiten la comunicación como un flujo contínuo, inmediato, constante y ajeno a controles de tipo patriarcal, el siencio es lo que más se parece a la política del avestruz.

A menos, claro, que sea el miedo –¿a qué?– lo que les obliga a no dar existencia al movimiento social que parece estar sintonizando –y con sonido estéreo– con la rubia periodista.

Addenda no breve.

Existe un foro virtual en el sitio yahoogroups en el que participan militantes del PS que reivindican a Salvador Allende; una de las discusiones que allí se mantienen tuvo por objeto la candidatura de Pamela Jiles, los merecimientos de la candidata y sus atributos. Demás está decir que estos ciudadanos —algunos encolumnados tras la que parece agónica precandidatura de Jorge Arrate– no simpatizan con Jiles.

No obstante la candidata, enterada de esa discusión, lejos de callar dijo lo que sentía. Esto es lo que escribió:

Compañeras y compañeros: en relación al apasionado intercambio virtual en “debatesocialista” sobre esta candidata, y en particular respecto de la carta firmada por la señora Marta Baldín, que se refiere a mi apariencia física, mis verdaderas motivaciones “ocultas” y otra serie de elucubraciones noveladas:

1.- felicito la existencia de este espacio en el que los militantes asumen un debate político de fondo que sus superestructuras se niegan a hacer como gatos de espalda. Llama la atención que, mientras las elites de la izquierda extraparlamentaria, entre cuatro paredes, intentan la pueril táctica de “Pamela Jiles no existe” –como niños taimados porque les quitaron la pelota–, el pueblo allendista y sus cuadros más concientes se ocupan de lo que interesa: exigir el derecho que tenemos a elegir de forma democrática el mejor candidato (a) del sector.

2.- si la señora Baldin realmente piensa lo que dice: que “un político socialista debe ser antes que nada ético, capaz e ideológicamente comprometido”, no tendrá ningún temor de que sea la militancia, las organizaciones populares, los pobres del campo y la ciudad, los que definan cual es el “mejor hombre” (palabras de Arrate, Hirsh y Tellier) para encarnar esos atributos en la próxima contienda electoral.

Ella debiera ser en consecuencia una activista de que no se cometa el grave error político y la trampa ética de que esa decisión la tome una camarilla de funcionarios, a espaldas del pueblo, en una convención trucha que ni siquiera se dignará escuchar a su militancia más activa. Lo que propongo es muy simple: confrontémonos en igualdad de condiciones frente a nuestro primer electorado, los que han arriesgado el pellejo para terminar siendo chantajeados y usados durante cinco elecciones presidenciales.

3.-la dicotomía fascistoide “rubio-moreno” que se me atribuya no está presente en mi léxico, y sí parece ser una obsesión en la señora que se firma como Baldín que –dicho sea de paso– tiene una forma de expresión escrita muy parecida a la de la pareja del compañero Arrate, la escritora Diamela Eltit, cuya obra conozco en detalle.

4.- la sobreintelectualización no ha sido nunca antónimo de esa "frivolidad" que tan pecaminosa le parece a algunos posteadores. De ese mismo "mal" fue acusado el compañero Allende durante décadas, no por la derecha explícita sino por los supuestos "duros" de la propia izquierda, la mayoría de los cuales terminaron corriendo despavoridos hacia una embajada cuando el "frívolo" moría en La Moneda. Concordaremos en que el peso político de cada cual debe ser materia de la misma leal confrontación que propongo. La cara de orto que parece ser un requisito en los precandidatos del sector no habla necesariamente de su sintonía con los intereses populares ni los hace campeones en ningún ranking revolucionario.

Yo estoy ansiosa de comparar cada capítulo de mi vida, mi testimonio y mi compromiso con el de los demás interesados, mientras ellos parecen preocupados sólo de desprestigiarme gratuitamente, en una actitud que estimo muy poco fraterna, antidemocrática y falta de la más elemental caballerosidad.

5.- pido encarecidamente a todos los compañeros que no acojan por ningún motivo la orden de la citada señora de no referirse a esta candidata como “la tremenda mina” o términos similares. Lejos de suscribir el argumento trasnochado de que aquellas sentidas frases reflejarían “machismo exacerbado”, los muchos años de barrio y calle que tengo en el cuerpo me permiten apreciar las expresiones populares de galantería masculina cuando son sinceras y respetuosas.

Es más, en mi bien conservada madurez agradezco los piropos y los recibo como un aspecto de la libertad de expresión que tanta falta nos hace.

6.- sobre el general Bachelet, al que la señora Baldín se refiere sin mencionar su nombre, debo informarla de que esta candidata fue la primera periodista en denunciar públicamente y en letras de molde la situación que le costó la vida al general de la Fach, arriesgando yo misma en ese acto mi propia integridad. Puede consultar el material de archivo correspondiente en Revista Análisis del año 1984, en el que trabajé durante meses con el material privado de la señora Angela Jeria y los generales de Ejército Sepúlveda y Pickering, mientras el compañero Arrate encabezaba la “renovación” en Chantilly.

7.- respecto de la afirmación constitutiva de delito de que esta candidata “sangra por la herida” porque “Michelle no la nombrara en un alto cargo”, es oportuno recordar el hecho –también documentado en la prensa– de que la actual presidenta me ofreció participar en su campaña presidencial de manera protagónica, a cambio de lo cual evidentemente recibiría un premio por servicios prestados, generosa oferta que rechacé tajantemente, generando una ostensible molestia en el equipo asesor de la doctora y en ella misma.

Mi negativa, por cierto, fue motivada justamente porque consideraba entonces igual que ahora que Bachelet encabezaría un gobierno de centro-derecha que intentaría inhibir el desarrollo del movimiento popular en Chile, como efectivamente sucedió.

8.- por último compañeros, los invito a aplicar toda la fuerza de que disponemos para democratizar nuestras anquilosadas cúpulas partidarias, impedir la negociación en curso que tiene como moneda de intercambio una votación que no le pertenece a cuatro apitutados sino al pueblo allendista, y sumarse de manera activa a la campaña "Jiles presidenta!".

Reflexión final:
Quizá la política vuelva a ser un pensar en común y diverso acerca del país y sus instituciones; tras tanta decepción ¿por qué no asegurar que a lo mejor esta vez sí aparece la alegría? La alegría de ser, de recuperar el poder ciudadano.
 

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