Grimaldi Social Club

1.352

O.C.

Entre el 16 y el 24 de enero se realizó –sin relación con el festival de espectáculos Santiago a Mil– un encuentro teatral en la ex Villa Grimaldi; los que estuvieron en las prisiones y campos de concentración de la dictadura –Ritoque, Puchuncaví, Tres Álamos…– recordaron las funciones que organizaban en ellos. Entonces eran jóvenes, hoy los sobrevivientes conservan la memoria. Una historia paralela a la historia, pero ¡qué historia!

Cuando me llamó a París mi amigo Pedro Alejandro Matta para preguntarme si me entusiasmaba ir a Chile en enero para hacer una animación teatral en el “Parque de la Paz”, la ex Villa Grimaldi, en mi cabeza comenzaron a desfilar los recuerdos de las actividades teatrales que organizábamos en los Campos de Concentración durante la dictadura. Actividades que habíamos bautizado “Los viernes culturales”. Ese día los comedores de la prisión se transformaban en teatro.
 
En cartelera, cada semana había un nuevo espectáculo pues el público era siempre el mismo.
 
En el Campo de Concentración vivimos momentos inolvidables de una extraña felicidad compartida. Porque reímos tanto como lloramos, imagínense entonces cuanto reímos. Porque sufrimos tanto como amamos,  imagínense otra vez cuanto amamos.
 
Los que sobrevivimos a esos oscuros momentos de nuestra historia, descubrimos en prisión que los que ganan no son los mas fuertes sino los que se saben adaptar.
 
En los campos había una gran actividad que iba desde el compartir conocimientos a jornadas deportivas. De concursos de literatura a una creación artística de artesanía en diferentes materiales que iban de la lana a los metales pasando por el cuero y la madera. Talentos que teníamos todos y que fuimos descubriendo en el cotidiano de esos días de encierro insoportable.
 
Nuestra vida en prisión era de una intensidad sorprendente. No teníamos tiempo para nada. Las agendas de los presos estaban llenas de actividades. Conferencias sobre la alimentación dada por médicos prisioneros. El descubrimiento de galaxias en la iniciación a la astronomía, especialidad de un compañero apasionado  de la estrellas que venia de Punta Arenas.

Si sumamos a eso los cursos de historia del arte entregados por el catedrático Leonardo León, ex profesor de esa materia en la Universidad de Chile, entre otras muchas y diversas actividades, dar una cita para inventar otro proyecto, era entrar directo a un delirio surrealista.
 
–Esta semana no puedo.
 –¿Y la próxima?
 –¿La próxima? Si. El martes entre el campeonato de ajedrez y el curso de ingles me quedan unos quince minutos… Siempre que no salga en libertad en los próximos días.
 —Los próximos días tienen semanas muy largas así que no veremos el martes.
 –Si usted lo piensa así compañero, mi respuesta es: de acuerdo.
 
Así era nuestra existencia. Habíamos ganado. Nos adaptamos con creatividad a esta dura prueba a la que nos había sometido la vida. Los militares eran expertos en reprimir, en asesinar. Eran ellos los que convivían con la muerte. Nuestra resistencia era y será siempre vida. Hay que combatir la muerte con la vida. Esa consigan es una divisa universal.
 
Mi dominio fue el teatro en todas sus formas. Utilizando la cancha de futbol para representaciones masivas y nuestro teatro “municipal” construido cada viernes con las mesas que servían de escenario y los bancos de madera, que se transformaban en cómodos sillones de terciopelo rojo, para los espectadores. Así fue. Porque la imaginación son los ojos del alma.
 
Fue en esos momentos que pensé que la proposición de ir era una oportunidad histórica en lo que a teatro se refiere: presentar las piezas que dimos en los campos de concentración con los mismos comediantes de esos días de infortunio.

En aquella época los que formamos parte de ese grupo teatral teníamos entre 20 y 35 años. Hoy los mismos tenemos entre 55 y 70.
 
Una prueba más de esa victoria, la nuestra, de los que se adaptaron en esas injustas circunstancias para seguir cantándole a la vida y a la tierra. Porque cantando se funda la patria y porque si no cantamos la tierra se muere.
 
Presos cantamos y ese canto nos forjó en el alma para siempre la idea que otro mundo es posible.
 
En enero démonos la cita de honor de volver a vernos.
 
Que lleguen los que trabajaron en los telares. Los metaleros. Los del cuero también juntos con los que trabajaban la madera. Los poetas, los cantores. Ahí todos juntos contaremos lo vivido para que no quede duda que a pesar de nuestras batallas sin destinos y de nuestras victorias fracasadas, que más allá de esto y de lo otro, la vida es una maravilla.

Fuimos en Grimaldi convencidos que la vida solo por ser vida ya es un milagro.

Addenda

Participaron Oscar Castro y el Teatro Aleph, Isabel Parra e Itni Illimani. Y ex presos políticos.

Las obras fueron grabadas para donarlas al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y a la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi.

Una vez más la pluma –en este caso el escenario– derrotó a la espada y la violencia.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.