Grupo Bilderberg intenta poner orden en el caos europeo

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Juan Guahán*

En un exclusivo hotel enclavado en las montañas de un pueblito de Saint  Moritz (Suiza) culminó el domingo pasado la reunión del “Grupo”, “Club” o “Foro” Bilderberg. Allí se reunieron unas 140 personas, influyentes en diferentes esferas de decisión.

Debido a ese carácter y que esas reuniones están vedadas a la prensa se fortalece, en torno a ellas, una teoría conspirativa. Esas características y la representatividad de sus asistentes le confieren a dicho foro una incidencia aún mayor que la tradiciona reunión anual de Davos. 

Obviamente no puede ser cierto que ese encuentro sea solamente para compartir comidas e intercambiar opiniones informales, como lo manifiestan algunos de sus asistentes. Desde la vereda opuesta refieren que allí está –en las sombras- el poder mundial. Hay otros que consideran que es una creación de la Organización del Atlántico Norte (OTAN). No parece que el caos reinante en la humanidad pueda ser decidido y ordenado, exclusivamente, desde esas míticas reuniones. Tampoco es descartable que allí se “cocinen” las orientaciones que después guíen los pasos de los principales decisores del planeta tierra y se “hable” de quienes tendrán la responsabilidad de gobernar en los diferentes países. 

Esas reuniones, destinadas originariamente a garantizar el acuerdo entre Europa y los Estados Unidos, se iniciaron en 1954 y su nombre responde al del hotel –de Arnhem, Países Bajos- en el que se encontraron por primera vez. Otra versión asegura que dicha elección no fue casual y que fue promovida por –uno de los organizadores del primer encuentro- el Princípe Bernardo de Holanda (nacido en Alemania y oficial de las SS nazi), que formaba parte de un grupo de inteligencia conocido como “Farber Bilder”. El nombre habría sido colocado en honor al mismo y su iniciativa de organizar el “Círculo de Amigos” del jerarca nazi Heinrich Himmler. 

En su origen invitaban a dos personas por país, uno conservador, progresista el otro.

Allí se reúnen los que realmente deciden el rumbo de muchos aspectos de la humanidad y no solo los que, en su nombre, creen que gobiernan. Además de los asistentes habituales este año concurrieron la “flor y nata” de las grandes compañías de teconología informática. Entre estos últimos cabe destacar la presencia de los “número uno” de Facebook, Google, Microsoft, Amazon.

Entre los asistentes tradicionales no podían faltar Henry Kissinger, David Rockefeller  –quien cumpliera 96 años durante la reunión- y el Presidente de turno en la Unión Europea. Se destaca la presencia de la realeza europea, cuyo poder –imbricado con sectores económicos- no es meramente formal como muchos imaginan; estaba la Reina Sofía de España, el Princípe de Noruega, la Reina Beatriz de Holanda.

Como siempre, fue notoria la participación del sector financiero, además de Rockefeller, cabeza del Chase Manhattan Bank, estaban –entre otros- las primeras figuras del Deutsche Bank de Alemania, del Bank Financial Group de Canadá, la Caixa de España, el Citigroup de Estados Unidos; los acompañaban los funcionarios de los principales oganismos financieros internacionales, el Director de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y los ministros de hacienda o economía de los países centrales.

En esta reunión anual, además de los citados, se destacó la intervención de algunos representantes de intereses sectoriales que son claves en estos momentos, tal es el caso de los grupos vinculados a petróleo, remedios, publicidad, reducción de población. Al igual que en otras reuniones, se supone que hay personas, de gravitación mundial, que tratan, piden –y logran- que su presencia no trascienda.  

La crisis europea, con Grecia insostenible e Irlanda al borde del abismo, fue el tema central y sobre el cual hubo acuerdo en fortalecer las instituciones europeas por encima de algunos desfallecientes estados actuales.  

Al igual que en los últimos años, el tema del Medio Oriente fue otra de las cuestiones centrales. La situación de Libia y la posibilidad que esa conflagración se ampliase, dentro de ese país y en el resto de la región, estuvo en el medio de los debates. Quedó claro que los dólares seguirán lloviendo sobre todos esos países para frenar la “revolución árabe” y profundizar la contrarrevolución y que ello –asimismo- contribuiría a que el petróleo llegue a los 150/180 dólares por barril, lo que conviene a las grandes empresas del sector. 

Por primera vez China estuvo presente. Lo hizo en la persona de su vice canciller. Éste tuvo que escuchar las voces preocupadas por la presencia cada vez mayor de ese país en África y América Latina. Pero aprovechó la oportunidad y dejó sentada su opinión sobre dos temas claves: que cualquier agresión norteamericana a Pakistán sería un ataque a China y que no  tiene retorno la decisión de su país de seguir vendiendo los bonos norteamericanos en poder de su gobierno, lo que irá ahondando la crisis norteamericana. 

*Analistra de Question Latinoamérica

 

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